lunes, 27 de agosto de 2012

Nacionalismo y Turismo

La Estrella de Panamá
Miércoles, 29 de agosto de 2012
Nacionalismo y Turismo
Jaime Figueroa Navarro
Se hace evidentemente necesario un paréntesis generacional para taladrar un tema tan profundo como lo es el nacionalismo, porque es muy probable que con la anexión del canal al baúl de la patria, similar al comprobar la conquista de una apuesta doncella, se haya disipado el profundo furor que nos hace hijos de esta tierra querida.
Las recientes tertulias dominicales con mi primo Ramón García Aguilera, cumplido profesional de los números de orgullosas raíces antoneras, en gran medida escudriñan en la óptica de sus intensos ojos verdes, mi columna semanal sobre variados temas de turismo.  Versando mi lozano artículo sobre dignidad nacional, como acariciarán mis queridos lectores, muy a propósito toqué su vena patriótica resguardada muy dentro del corazón.
¡Absurdo es pretender hacer turismo si no se destella a través de cada palpitar un arraigado sentimiento de nacionalismo!
Durante mi intervención en el 1er Congreso de Turismo de Azuero, celebrado la semana pasada en Chitré, no titubeé en repetir que estudiar turismo no es entrenar personal para convertirles en mucamas y cantineros.  ¡Va mucho más allá! 
¡Turismo es pasión, emprendimiento y actitud!  La industria reclama auténticos líderes que con entusiasmo, sencillez y ejemplo, impulsen a las nuevas generaciones al pleno desarrollo de sus capacidades, que sirvan de guía a los jóvenes para que como esponjas, absorban los conocimientos y maximicen sus capacidades impulsando de esta manera un cambio efectivo y permanente en la actitud de servicio en el homo sapiens panamensis, estampando en su cerebro que calidad es, simple y llanamente, hacer las cosas bien la primera vez.
Estudiantes y profesionales del turismo quedaron perplejos con este trazado, pero no nos detuvimos allí, extendimos nuestra liturgia de patria con planteamientos de una disipada versión, resultado de nuestro culto al ego y al vergonzoso materialismo endeudador del siglo en curso, del autentico significado de amor al terruño, intensamente excavado en las trincheras de mi alma secuela de un cuarto de siglo fuera, donde entendí cabalmente el elocuente repicar de las campanas de Ricardo Miró subrayando: “ninguna supo torres mías lejanas, cantar como vosotras, cantar y sollozar”.
¡Exige la Patria mudar de aires! Ante la repetida metálica asonada de sombríos políticos, viles hienas encubiertas en pieles de ovejas, se hace necesario un disciplinado retorno a los sagaces planteamientos que nos obligan fervorosamente hacia un verdadero alcanzar la victoria de hombres y mujeres honorables cuyo norte, fiel copia de lo que debe ser el turismo, sea el servicio y no servirse, cuya verdad sea el trabajo sin mas dilación que entonar las sagradas notas de nuestro himno nacional y cuyo amor al terruño provoque intimar su esencia, su cultura y su muy particular historia, que le convierte en el más sagrado altar del universo, y que vivamente nos enorgullezca ser hijos de la pica y la pala, del trinar de sus gallitos y de su inconfundible matinal aroma a leña y café.

lunes, 20 de agosto de 2012

Turismo y dignidad nacional

La Estrella de Panamá
Miércoles, 22 de agosto de 2012
Turismo y dignidad nacional
Jaime Figueroa Navarro
Un país es producto de su gente, su idiosincrasia y forma de pensar.  El hombre puede ser tan productivo y destructivo como se lo proponga.  Así palpamos noticias tales como el éxito de los peloteritos coclesanos en el Mundial de Beisbol de Williamsburg por un lado, sacando a relucir la organización, arduo trabajo y la dignidad que somos capaces de cosechar y por el otro noticias sobre el estigma de los enfermizos mares istmeños y la sequia azuerense, todas hechuras del hombre y nuestro yo destructivo.
Ante el desalmado comercialismo del siglo en curso y el creciente aislamiento del nuestra especie, trastornada en marionetas de celulares en ciclópeos centros comerciales, harto hace falta la presencia de identidad nacional, del orgullo por lo nuestro y de identidad con nuestras raíces.  Al indagar sus raíces, el panameño esconde, como si fuese vergonzoso, sus verdaderos orígenes.  “Soy de la ciudad”, dice.  “¿Y tus padres?”  “Ellos son santeños (chiricanos, penonomeños, etc.)”. 
Como si originar en provincias fuese avasallante y los residentes en la cárcel de concreto que se ha convertido nuestra capital fuesen los patrones, cuando la realidad es exactamente la opuesta.   Me niego a referir “el interior” al otro lado del puente de las Américas tras el lógico señalamiento de un turista sudamericano quien apuntó que ello sonaba como a Mato Grosso, una selva desaliñada, repleta de mosquitos, reptiles amenazantes e inmundicias, paradero poco atractivo para el turista.
Apesadumbra el corazón al palpar que los sitios de mayor numero de visitantes de la república, el Aeropuerto Internacional de Tocumen, tornado en un bazar de tránsito con ofertas múltiples de Cartier, Marlboro y Johnnie Walker  y el Centro de Visitantes de Miraflores en la ribera pacífica del canal, reflejo estéril de raíces anglosajonas, no albergan una sola sombra de nuestra pollera y de los otros símbolos de nuestra afinidad nacional, ofreciendo hamburguesas y pizzas a sus cocacolizados visitantes en lugar de ceviches de corvina, bollos, huevitos de leche y chichas de guanábanas, marañón, naranjilla y otras exquisitos néctares de nuestra campiña.
Mañana en Chitré, durante el 1er Congreso de Turismo en Azuero disertaremos sobre “Calidad de Servicio en el Sector Turismo” ante un nutrido grupo de estudiosos y empresarios locales.  Hará falta recalcar que la dignidad nacional se atesora detrás de valores, trastocados y vaporizados, como buen ejemplo, en la actitud del “no voy” del servicio de transporte publico capitalino.  Que la valía del servicio yace en la pasión del oferente, su afable sonrisa y cortesía común, algo que al igual que su actitud, no tienen precio, resultando bien remunerados y engrandeciendo nuestra imagen y la de Panamá al final de la faena. 
Se hace obligatorio esculpir en los futuros actores del turismo de provincias centrales y porque no, del todo el país, el profundo amor por lo nuestro, entrelazado por una cultura de servicio profesional, sin complejos ni tapujos, vivo espejo de nuestra simpatía e identidad nacional.

lunes, 13 de agosto de 2012

Catando cafés istmeños


La Estrella de Panamá
Miércoles, 15 de agosto de 2012

Catando cafés istmeños
Jaime Figueroa Navarro

No soy fanático de telenovelas pero tengo que admitir que unos años atrás fui hechizado por la producción colombiana rotulada Café con aroma de mujer, porque más allá de sus conjuraciones, la fábula ilustra al televidente sobre temas relacionados a cafetales.  Así como la ciudad californiana de San Francisco goza del enorme encanto del colindante valle de Napa y sus viñedos, el istmo paladea en sus tierras altas, la creación de los mejores cafés del orbe, ofreciéndonos una espectacular vitrina al brebaje de mayor consumo mundial.

Acogiendo la gentil invitación de su gerente de mercadeo, Yazmín Caballero, tuve la mimada incidencia el fin de semana pasado de pernoctar en el Hotel Boutique Finca Lérida en Alto Quiel, inmerso en una plantación de café a 1,670 metros de altitud sobre el nivel del mar, diez minutos por encima de Boquete.

Operando 23 habitaciones distribuidas en una histórica residencia (Casa Centenario, que data de 1929), 6 suites, 4 alcobas estándar y 11 de lujo, fui admitido en recepción por la afable Nileika Morales, oriunda de Rio Sereno en espera de su primogénita princesita el 21 de octubre, quien me procuró el portentoso llavero pintado a mano en madera de la suite numero cinco identificada como Barbudo Cabecirrojo  (Trachyphonus erythrocephalus),  ave regordeta, brillantemente coloreada con el cuello corto y la cabeza grande. El nombre barbudo se debe a las cerdas que rodean su grueso pico.  Me pareció harto original el detalle de que cada habitación haga alusión a un ave del área.

Como es usual en la temporada, la soleada tarde dio paso a un refrescante bajareque que arrulló la noche oxigenando mis sueños, no sin antes degustar un suculento lechón en el festival de carnes del restaurante Monniche estrenando platos con sabores del área, fina creación del chef chiricano Jorge Jurado.

Sin duda alguna, el corazón de la visita consistió en la inspección de la plantación de café, su historia y particular sistema de producción, conducida magistralmente por el guía César Caballero, especialista en turismo ecológico diplomado en la Universidad del Istmo y la cata de cafeses especializados bajo el ojo clínico de Capistrano Rodríguez, natural de Tolé, gestor de control de calidad con más de una docena de años a su haber y anualmente anfitrión de catas internacionales de SCAA (Specialty Coffee Association of America) y nuestra SCAP (Specialty Coffee Association of Panama).

Todos los panameños, sin excepción, durante sus años mozos y después, deberían enraizar en su erudición cultural, detalles y
anécdotas sobre nuestra fenomenal riqueza en el cultivo de cafés, que por octavo año consecutivo ha sido objeto del galardón como numero uno en el mundo, inspiradamente tallado en esta soberbia hostería de lujo.