miércoles, 24 de julio de 2013

Crónicas de Jerez de los Caballeros

Revista Elite

Club Unión, Panamá
Edición de Agosto 2013

Crónicas de Jerez de los Caballeros

Jaime Figueroa Navarro

Nuestra reciente incursión rebasando el charco nos desplaza primeramente a Atlanta (variante del griego Atalanta, que significa seguro, inmovible), anterior a la aproximación final hacia el aeródromo de Barajas de la capital española, metódicamente una jornada, tomando en consideración las seis horas adicionales de diferencia que conlleva la travesía aérea en dirección nordeste.

Un definitivo revoltijo hurgó en nuestro sistema digestivo, acostumbrado a una rutina quemarropa, el ingerir los ridículos pertrechos de algunas aerolíneas que cada vez brindan menos en sus bandejitas plásticas.  Particularmente mezquina, a mi solicitud de agua con gas, me pareció la media latita de Perrier como si nos tratásemos de infantes en preescolar o astronautas de la NASA.  

Zapateando fuera de Aduanas, con rompe costillas abrazo y placentera sonrisa nos acoge nuestro anfitrión, Don Jaime Ruiz Peña, Adelantado de la Fundación La Castilla del Oro, entidad consagrada al desarrollo de proyectos de turismo histórico cultural en el istmo, presidida en Madrid por Don Cristóbal Colón de Carvajal, XVIII Duque de Veragua, descendiente directo del descubridor de las Américas, quien con su presencia honra nuestra reunión con los medios en un imponente salón de la Plaza Alonso Martínez.

Acto seguido, continua nuestro recorrido terrestre de 440 kilómetros en la Autovía del Suroeste hacia Jerez de los Caballeros, que bien hubiese descrito Cervantes como “un lugar de Extremadura, cuyo nombre quisiera acordarme, a mucho tiempo que vivía un intrépido soñador…” al referirse a su más célebre retoño, Vasco Núñez de Balboa.

A cosa de 80 kilómetros al sur de Madrid, frente al imponente castillo de Maqueda, en el refectorio Mesón Castellano, saboreé mis primeras pitanzas del otro costado del Atlántico, conformadas de setas rebosadas con ali-oli de entrada, secundadas por un solomillo de buey poco hecho con foie fresco, vigorizados por  una copa de vino Habla del Silencio…2011, autóctono de Trujillo, Extremadura, fastuosa mescolanza de parras Syrah, Cabernet Sauvignon y Tempranillo, coronando el piscolabis con un chupito de peras, deleitable digestivo ibérico.

Embruja la mirada durante la marcha en la dehesa, el bosque mas grande de Europa al sur de España,  el sinnúmero de olivares, encinas, alcornoques, viñedos y bestias negras, cerdos casi salvajes, descendientes directos del jabalí, alimentados con productos naturales y del fruto de la encina, bellotas, que los dotan de singular sabor, perfectamente adaptados a una vida en libertad confinada.  A lo lejos, uno que otro castillo, evoca la acentuada historia de la región.

Ya en nuestro destino, inicia el nuevo episodio al recibirnos entrañablemente el Dr. Feliciano Correa, Historiador y Cronista Oficial de Jerez de los Caballeros.

Debo admitir y difundir sin rodeos, mi pesar y a la vez pecado por no haber conocido hasta ahora,  ya casi a finales de la vida, este encantador poblado, cuna de Balboa, y según anécdota del cabal Dr. Correa, raíz de mis ancestros.

Caminando sobre sus calles armoniosamente empedradas, hacia la vivienda del Adelantado del Mar del Sur en una izada loma, henchida de fachadas blancas como la nieve, tan hermosamente preservadas que no reflejan el escarmiento de los siglos, no queda más que admirar la amalgama que nos presenta el entorno natural, el colorido prisma del atardecer y esta acuarela de nacimiento de Navidad.

Ya frente a su casa, el protocolo inclina a cumplir con notables patronos, entre otros, Isabel Álvarez, Teniente de Alcalde; Julián Casas Luengo, prestigioso líder empresarial extremeño y José Manuel Gamero Gil, artista plastico y pintor, quien tuvo la deferencia de dispensarme un muy particular boceto que matizó durante mi intervención esa noche, admirablemente pincelando un híbrido del perfil de Balboa y mío.

Visitamos la colindante Iglesia de San Bartolomé, imponente tabernáculo erigido al estilo gótico durante la segunda mitad del siglo XV, encontrándose en el corazón de su patio,  la pila bautismal de Balboa engalanada por una fuente y textos históricos que narran las vivencias del Adelantado del Mar del Sur, fino legado de la República de Panamá con motivo de la celebración de los 500 años del descubrimiento del Océano Pacifico. 

Acto seguido, en un salón de la localidad se celebró mi conferencia ¿Por Qué Panamá?, que durante dos horas enardecidamente resaltó las bondades y arrebatos istmeños, su verdor, descrito por el diario The New York Times como “una vergüenza de belleza natural” y su reciente florecimiento, dejando un público boquiabierto con deseos de intimar el istmo, saborear sus manjares y hervir bajo su sol de mediodía.

Nota: Para mayores detalles de la visita, por favor revise el siguiente enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=cX0a24hDvDU  

Prosperando Turismo Cultural

Panamá América

20 de julio 2013


Prosperando Turismo Cultural
Jaime Figueroa Navarro

Con el anuncio esta semana de la erección de la celestial estatua de Santa María La Antigua en Amador, cercana al BioMuseo sin querer queriendo, podemos emprender una etapa clave para el florecimiento del turismo cultural istmeño.

La icónica imagen, de mayor tamaño que la afamada efigie del Cristo Redentor ubicada a 700 metros sobre el nivel del mar sobre la cima del Cerro Corcovado en el Parque Nacional Tijuca en Rio de Janeiro, construida en el quinquenio entre 1926 y 1931, cuenta con una dimensión total de 38 metros (32m la estatua mas 6m el pedestal comparada a su homologa brasileña con 22m/6m). 

A través del morbo popular me enteré durante mi primera jornada en Rio de Janeiro en enero de 1976, al hospedarme en el Hotel Debret, ubicado en el 3564 de la Avenida Atlantica frente a la bahía de Guanabara en Copacabana, departiendo con el conserje antes de salir a trotar bordeando el malecón mas famoso del mundo, serpenteando la aledaña playa de Ipanema, que en Brasil los ciudadanos de Rio, mejor conocido como cariocas, tienen fama de vagos, mientras su contraparte en Sao Paulo, o paulistas, son muy trabajadores. 

Me relataba mi interlocutor que la estatua del Cristo Redentor, con brazos abiertos, en las alturas, vigilante de toda la actividad citadina, aplaudiría el día que los Cariocas trabajasen.  Esa reminiscencia de la afamada imagen permanece indeleble en mi memoria, desde hace ya 37 años.

Hasta el momento, el sitio con el mayor flujo de turistas en el istmo es el Centro de Visitantes de Miraflores.  Con la apertura del BioMuseo, excelsa obra de Frank Gehry, dentro del puñado de los mejores arquitectos del mundo, se creará un magneto de atracción turística hacia esa exhibición que narra la particular historia natural del istmo, importante relato que culmina con la teoría de la génesis del homo sapiens a raíz del surgimiento de Panama de los mares, unificando las masas de las dos américas, cuyo mensaje subliminal es la visita al Panamá verde, aquel que todos envidian y que el New York Times describe como “una vergüenza de belleza natural” (…an embarrassment of natural beauty).

Intercalada, brota la imagen de Santa María la Antigua, matrona de Panamá ante los ojos de los conquistadores españoles y de la gran mayoría de compatriotas, que como yo, aun profesan la fe católica, apostólica y romana de nuestros ancestros.  Habrán algunos, como siempre, que tendrán un apéndice de protesta por sus variadas inclinaciones religiosas.  Para ellos es importante aclarar nuestro respeto y aceptación de sus preferencias, después de todo el Panama del siglo XXI es una aldea global, sin discriminaciones pero aun no tan amable como nuestros vecinos al norte que discuten si deben eliminar o no el credo In God we trust del billete de un dólar.

Se preguntará el amable lector ¿qué tiene todo esto que ver con turismo cultural?  A lo opuesto del Cristo de Corcovado, cuyo pedestal a partir de 2006 se convierte, durante la conmemoración de sus 75 años, en una capilla consagrada por el arzobispo de Rio de Janeiro, el Cardenal Eusebio Oscar Scheia, bien pudiésemos utilizar el recinto interior del pedestal para que sirva como un centro capitalino de orientación al turista, inexistente hasta el momento, para que también sirva de carnada a visitar el sitio.

Dotado de amplia literatura, administrado por amables guías plurilingües, serviría de punto de referencia para conocer los sitios históricos del país, entre otros, Panama Viejo, Casco Antiguo, Portobelo y San Lorenzo en Colon, Cerro Pechito Parao, donde Balboa divisa el Mar del Sur en Darién, la iglesia de Natá de los Caballeros, la más antigua de tierra firme y la iglesia de Taboga, la segunda más antigua, el Camino Real entre Panama Viejo y Portobelo, cuyo trazado como el primer sendero turístico intercontinental debe ser emprendimiento obligatorio del próximo gobierno, a muy bajo costo, creando un nuevo atractivo histórico para los turistas que nos visitan.

Este centro, a lo opuesto de Miraflores, brindaría a los visitantes una deleitable opción gastronómica panameña, reemplazando las gaseosas y hamburguesas del otro, por ceviches, pixbae y otros frutos de la cocina istmeña bajándoles con un repertorio de jugos tropicales, más allá del común naranja o piña.

Albergaría una tienda de artesanías administrada por indígenas de cada una de nuestras etnias y guapas representantes de nuestro folclor, todas ataviadas con sus preciosos ropajes, que serviría como el centro nacional de artesanías.  Presentaría un polo vivo de actividades folclóricas, donde también se reunirían tejedoras de molas, trenzadoras de sombreros, escultores de tagua y modistas de polleras acompañados por orfebres de las joyas que adornan nuestro traje nacional para que los turistas y nacionales realzaran su asombro al observar las diferentes técnicas y especialidades.

Maximizando el espacio disponible con una dosis de imaginación y afecto, nos dotaría de un harto y necesario centro de acogimiento turístico, que a través de sus múltiples actividades comerciales, pagaría el costo del adecuado mantenimiento del centro y de esta magnifica obra, futuro ícono de nuestra sublime patria.  
   

Escalando Pechito Parao

Apuntes Directos

Diario La Prensa
18 de julio 2013

Escalando Pechito Parao
Jaime Figueroa Navarro
En la planificación de actos para conmemorar los 500 años del descubrimiento del Océano Pacífico, no existía ni uno en la olvidada provincia ni mucho menos en el sitio donde verosímilmente se transformó   la historia universal.
Por ello hemos organizado este fin de semana una expedición al Pechito Parao, cerro que escaló Balboa el 25 de septiembre de 1513, en compañía de 27 hombres, posterior a una jornada de un mes en la selva de Darién y donde divisó por vez primera el Océano Pacifico, bautizándole Mar del Sur.
Alejándonos de la cárcel de concreto en que se ha convertido la capital istmeña, similar a otros emporios del orbe, al crepúsculo sabatino un grupo de jóvenes y no tan jóvenes, estudiantes, empresarios, periodistas y curiosos, se unen a esta privativa jornada, que todos los panameños  amantes de la historia y que disponemos de vena aventurera debemos emular por lo menos una vez en la vida, algo semejante a escalar la torre Eiffel, que nadie nos eche el cuento, sino que cincelemos, labrado en el corazón, el recuerdo de la vivencia para compartirla con nuestros nietos en nuestros años dorados.
Esa noche, bajo una sinfonía de naturaleza, con los altibajos de las cigarras, etéreas cadencias selváticas y baladas de uno que otro búho, acamparemos en los predios de la escuela de Quebrada Eusebio, a cuatro horas de Santa Fé.  Arrullados por la dulce escucha, después de un profundo sueño, el domingo en la mañana escalaremos el sendero de cuatro kilómetros en aproximadamente dos horas y media, resaltando azuladas mariposas, multicolores aves harto diferentes a los acostumbrados talingos y gallotes y juguetones monos aulladores, oxigenando nuestros pulmones con naturaleza y el verdor que nos hace la envidia del resto del mundo, hasta encontrar el geodésico interamericano, colocado en 1949, que indica la cima del cerro y el avistamiento del Mar del Sur.
Derroche del turismo istmeño, ¡Este fin de semana tiene que ser glorioso!

Caminando Paris

Revista Vivir Mas (Edición 027)

Diario La Prensa

Domingo, 14 de julio 2013


Caminando Paris
Jaime Figueroa Navarro
A sugerencia de Benita Ferrero Waldner, elegante dama obsequiada de elocuente personalidad y refinada lozanía, diplomática austriaca y Presidente de la Fundación Euroamérica, durante el I Foro Panamá - Unión Europea, celebrado en nuestra capital en diciembre pasado, iniciamos la planificación para destapar una intima visión istmeña a grupos de inversionistas, empresarios y curiosos en las más trascendentes urbes europeas. Paris en primavera, pensé: la joie de vivre!  Existe otro cielo en la tierra, más allá del terruño.
Evocando mi primera visita, era un floreciente joven adolescente que frisaba apenas los 15 abriles durante el turbulento verano de 1968, en medio de disturbios estudiantiles contra la V Republica de Charles De Gaulle, melenudo y rebelde, eruditamente escudriñando el popular libro de la época Europe on $5 a day durante la travesía aérea vía Air France desde Nueva York, mi corazón no deja de desenfrenarse al tocar por enésima vez la capital francesa, museo de la humanidad y sede del alma.
Paris es una de los destinos turísticos más populares del mundo, por encima de 30 millones de visitantes extranjeros anualmente pululan sus henchidas arterias.  Durante siglos, faro de cultura y arte, capital mundial de la moda, gastronomía, literatura y el pensamiento, personifica todos los atributos que ofrece la civilización humana. 
Aterrizando desde Madrid el fin de semana, necesitaba adaptarme al diagrama particular de la ciudad que hurgaría anterior a mi conferencia el lunes por la noche, y nada como caminarla para desnudar su autentico sabor.  Laborioso afán, recorrer interminables kilómetros de calles adoquinadas, circundadas por la sublime arquitectura neoclásica parisina, inhalando sus complejas fragancias y paladeando suculentos manjares en sus cafetines.
El sábado al mediodía, con sonrisa de oreja a oreja, como si fuésemos antiguos conocidos, me acoge en el aeropuerto Iris Rodríguez, preñada joven inmigrante hondureña, que opera el servicio de transporte Danny Xpress en conjunto con su gentil esposo colombiano, manifestándome una visión centroamericana de Paris, en particular contraria al epigrama propio de los guías de turismo tradicionales, por su embarre de sapiencias desde el prisma opuesto de nouveaux arrivées que asedian Paris de todos los confines del mundo, resultado de la plena globalización del siglo XXI.        
Examinando la cartelera de hoteles en TripAdvisor, portal de turismo que a partir de su fundación en el año 2000 se ha convertido en el categórico gurú para la selección de hoteles, restaurantes y sitios de visita alrededor del mundo, con mas de 32 millones de afiliados y 100 millones de testimoniales y opiniones,  enunciando los mejores sitios como resultado de las sanas crónicas de sus usuarios y no de publicidad fatua, esa nublada tarde (a Dios gracias, jamás llovió durante las 72 horas de mi repaso, muy a pesar de ser el pronostico precisamente lo opuesto) , nos afincamos en nuestro muy particular albergue, el Hotel Original, por su personalidad, ubicación y precio (€187 Euros, un tris más de 250 dólares por noche, relativamente económico en términos Parisinos), justo al lado de la Plaza de la Bastilla, en el undécimo arrondissement (distrito especial, Paris consta de 20 de ellos), cercano a la chic Place des Vosges, repleta de restaurantes, cafés y avispada vida nocturna, al igual que boutiques y galerías, convirtiéndole en uno de las zonas de mayor boga de  Lutèce, como fue bautizada esta ciudad por los Romanos hace poco más de dos mil años.
El hotel se ubica en el escalafón 104 de 1,803 hoteles calificados por TripAdvisor en Paris, que resulta bastante aceptable, cuando consideramos que la mayoría de los que le preceden tasan copiosamente más, y donde el #1 estila tarifas entre $1,000 y $1,700 la noche por una habitación sencilla.  No soy muy entregado a las alabanzas, en particular cuando a hoteles se refiere, pero mi dictamen sobre este albergue en particular en TripAdvisor se titula: “Ni siquiera piense en hospedarse en otro hotel en Paris“, resultado de su innato charme y, valga la redundancia, originalidad.
Posterior a entregarme a los brazos de Morfeo y gozar de un sueño reparador, descendí el domingo temprano al desayunador del hotel, devorando las diferentes variedades en la cesta de deliciosos panecillos baguette, brioche y croissant con mermeladas de moras, frambuesa y mantequilla fresca, empapándoles con un jugo de naranja tan amarillo como el sol al amanecer y un café francés que hizo cabalgar el corazón.
Con la guata bienaventuradamente harta, caminé desde el hotel, a lo largo del río Sena hacia Ile de la Cité.  Esta deslumbrante isla en el medio del Sena custodia un caudal de tesoros históricos, incluyendo La Conciergerie, el Palais de Justice adyacente a la Sainte Chapelle, y por supuesto, la Catedral de Notre Dame.  Fue La Conciergerie la obscura prisión que confinó más de 2,000 victimas de la guillotina, incluyendo a María Antonieta.
Escuchar la Santa Misa un domingo en Notre Dame, sentado al lado de la estatua de Juana de Arco, rodeado de coloridos vitrales, reflejos de la historia, es celestial e inspirador, transportando al feligrés hacia la espiritualidad, la época medioeval y originando remembranzas de la auto coronación de Napoleón en su seno el domingo 2 de diciembre de 1804.  De arquitectura gótica, data de 1163, con sus afamadas gárgolas de más reciente implantación durante el siglo XIX.  Su órgano cuenta con la textura y el color para reflejar el repertorio musical romántico galo de su formidable coro castizamente.  ¡Todo lo demás empalidece en comparación!       
Bendecido e inspirado, visité otra gema cercana en la isla, La Sainte Chapelle, adentrándome en los terrenos del Palais de Justice. Esta catedral del siglo XIII es un ejemplo perfecto del estilo Rayannant de arquitectura Gótica, construida por el rey Luis IX para amparar la Corona de Espinas y un fragmento de la cruz original, inestimables reliquias de la pasión de Cristo. 
La Rue de la Cité, me transportó, pasada la Prefecture de Police (donde laboraba el Inspector Clouseau de la Pantera Rosa)  hacia el Pont de l’Archeveche, uno de los 32 puentes que cruza el Sena, cruzando al Rive Gauche (lado izquierdo de la isla), durante siglos el centro parisino bohemio de creatividad e intelectualismo.  Descendiendo las escaleras de piedra hacia las riberas del río Sena uno se topa con bouquinistes, venduta de libros usados, y pintores exponiendo sus obras al aire libre.
Ya de este lado del río se encuentra la sección medioeval que parcialmente sobrevivió la renovación de Hausmann (1853-1870), hogar del Quartier Latin (Barrio Latino) y del elegantísimo Boulevard Saint- Germain, repleto de soberbias boutiques, donde me detuve a saborear un Ricard, pastis con sabor anísado, en el afamado café Deux Magots y cultivar el pasatiempo favorito de los parisinos, curiosear a la gente, posteriormente pasando frente a La Maison de l’Amerique Latine, presuntuosa mansión erigida en 1704, convertida en 1946 bajo la iniciativa del Ministerio de Relaciones Exteriores en el mas importante centro cultural Latinoamericano en Francia, donde el lunes en la noche dicté  mi conferencia Pourquoi le Panama en la lengua de Moliere.
Del Boulevard Saint-Germain, crucé el Pont Alexandre III, el mas opulentamente decorado puente en el mundo, construido entre 1896 y 1900 con exuberantes lámparas art-nouveau, querubines, ninfas y caballos alados, hacia los Campos Elíseos, atiborrado de las más elegantes boutiques, la avenida mas famosa del mundo, de casi dos kilómetros de longitud, iniciando en la Place de la Concorde hasta el Arco del Triunfo, construido para honrar las victorias de Napoleón.
Amo Paris.  Amo todo lo que representa, su gastronomía, su gente, sus calles.  Sus artistas callejeros que cantan con el alma…sus parejas besándose en cada esquina…esa reserva privada del parisino que se derrite al enterarse que estas perdido…su reverencia por el arte y la literatura.  Su paciencia esperando en línea por un baguette en su patisserie favorita y su eterno conversar sobre los puntos mas importantes de la vida durante un almuerzo en un café, consumiendo vino, queso y expressos.  Son tan civilizados.  Viven una vida balanceada donde los placeres sensuales y las relaciones juegan un papel similar, y de hecho, sobrepasan las ambiciones por el dinero o el poder.  Paris apoya una cultura que valora el arte y la filosofía más que el dinero y el poder.  Hay, por ejemplo, más chefs que abogados.  No obstante los parisinos se visten impecablemente, y a pesar de lo caro, pueden beber una taza de café.  Con la notable diferencia, que el café, como todo lo demás en Paris, es exquisito.