miércoles, 29 de octubre de 2014

Arcos y Flechas Turísticos

Al ocaso de la década de los ochenta, solté el biberón de IBM, multinacional con quien aprendí a gatear, balbuceando y plasmando mis primeros pasitos con un líder que no dejaba de consignarnos al kínder profesional, pasando rápidamente por primaria y secundaria para el análisis de casos, clonándonos en ejecutivos pensantes de camisa blanca y traje obscuro, otorgándonos tal vez uno o dos doctorados en ventas y tecnología a través de su extenso currículo de cursos y seminarios que ocupaban de 30 a 90 días de cada año, dentro de los cuales el más importante, el por siempre vigente común denominador para el éxito en la comunicación profesional, era Técnicas de Presentación.

Parte de mi instrucción, la de mayor regocijo, fue la obligada visita a cada una de sus sedes latinoamericanas al epilogo de mi carrera, premiado período en su matriz neoyorquina. Tajantemente diferente fue el capitulo subsiguiente en la industria de telecomunicaciones, conformando 13 años bogando los senderos no visitados, allende de las capitales, en pueblitos y aldeas, veredas poco frecuentadas y picachos andinos, alejadas provincias donde se manifiesta la verdadera esencia del continente. 

Se transforman los visitantes al escalar y admirar la mística de las ruinas Incas sobre la cúspide de Machu Picchu, a 2,730 metros sobre el nivel del mar en los Andes peruanos, absortos ante la majestuosidad del paraje. 

Pocos conciben la legitima serenidad de navegar el lago Titicaca, que significa “puma de piedra” en el altiplano boliviano, casi al doble de altura, conducido por una tripulación quechua de sagaz acecho y cero confianza, divisando con el ceño fruncido las tenues olitas destelladas en el agua sobre la radiante luz, dentro de una nave fabricada de totora, planta símil al papiro, logrando intimar su mayor arrecife, la isla del Sol (o Inti), encaramando las escalinatas del cerro Yumani, donde a pesar de mis excelentes condiciones físicas, bombeó mi corazón a punto de explotar mientras mis extasiados pulmones tropicales esponjeaban en angustiosa búsqueda el limitado oxigeno en su cumbre para analizar la factibilidad de ubicar allí una torre celular Rohn, segundo capitulo de mi carrera profesional que me convierte sin reclamarlo, o como bien diría Rubén Blades “sin querer, queriendo” ni con la burda necesidad del beneplácito de autoridades que nunca obtuve, forzosamente en un Adelantado del turismo regional.

Hace una docena de años, ya de vuelta en el istmo, fragüé la amistad del español, oriundo de la localidad de Logroño en La Rioja, Iñaki Ruiz Osaba, propietario de las cabañas eco turistas Burbayar que en Kuna significa “espíritu de la montaña”, ubicadas en el kilometro 15 de la carretera El Llano-Cartí, anterior a su pavimentación, que se convierte ahora en la única y popular ruta, equidistante de la capital a Coronado, que se adentra al caribe de la comarca de San Blas.


Mas allá de Burbayar, al llegar al limite de la comarca, existe un retén donde Kunas armados colectan el derecho de entrada. Eso esta bien, después de todo lo que cobran es una minúscula tasa comparada a la grandiosidad que nos espera del otro lado de la frontera.

Pero, como mencioné respetuosamente a los sahilas durante un reciente congreso general Kuna en San Ignacio de Tupile (a los cuales se asiste por invitación solamente), tal cual subrayo necia y repetidamente a las diversas autoridades nacionales responsables por la otra porción “mestiza” del país, un tema es el cobro y el otro el mensaje: la amabilidad y atención que merece cada visitante para el positivo mercadeo del sitio y el continuado y creciente numero de visitas, resultado de su marcada popularidad, es clave para el éxito de la venta país. 

¿Qué tal si en este sitio en medio de la selva construimos un rancho enorme a la semblanza Kuna, sitio obligatorio de parada, equipado con facilidades sanitarias pulcras y funcionales, con un enorme mapa del archipiélago, amplia literatura de actividades, centro de ventas de molas y artesanías, restaurante para atenuar la sed del viajero con frías pipas y para calmar su hambre con platillos autóctonos? ¿No seria ello harto más rentable para la comarca y un positivo punto de venta para su imagen?

¿Qué tal si en el embarcadero hacia Cartí y las otras islas de San Blas, los Kunas contasen con un moderno muelle dotado de lanchas de turismo, catamaranes y veleros en lugar de frágiles pangas? ¿Qué tal si los hoteles Kunas fuesen más un reflejo del turismo de lujo de las islas Cook, Fiji o la Polinesia francesa? No en vano sus blancas playas de transparentes aguas fueron recientemente premiadas por el rotativo parisino Le Monde como una de 40 más preciosas del mundo, honor no traslucido en ningún otro sitio istmeño. ¿Cómo redundaría ello en marcados beneficios económicos para una empobrecida población?

Todo esto me recuerda una película que vi hace muchas lunas en uno de los populares matinées dominicales del antiguo Teatro Bella Vista. En ese filme, seguramente italiano, que me halagó hasta lo más profundo de mis fibras, ¡los indios les ganan a los vaqueros por primera vez! ¡Fue tal mi emoción que se lo tuve que contar a mis sorprendidos padres y al Hermano Gastón en primer grado del colegio de La Salle! Ojala se repita…¡ojala se redoble aquí en el istmo!

Diario Bella Vista News
1 de Noviembre 2014

viernes, 24 de octubre de 2014

Algunos ven las cosas como son…


Desde que tengo uso de razón, Panama Viejo ha sido unas ruinas.  La primera ciudad del Pacifico de las Américas merece mejor suerte y mejor destino.  Mientras el Hotel Trump, la más alta mole en Latinoamérica, inaugura un casino para poco a poco evidenciar números negros, su predecesora el rascacielos más elevado del continente por mas de siglo y medio, la catedral de Panama Viejo, languidece ante la indiferencia de un trafico controlado que le desea mejor suerte.
Así mismo, el Camino Real, motivo de investigación y trazado reciente por el especialista austriaco Christian Strassnig, yace como otra muestra de lo que es y lo que puede ser en nuestro rico pasado histórico que cada gobierno parece escupir con la indiferencia en lugar de bosquejar una planificación para su destello como atractivo que nos diferencia de los hermanos ticos que no cuentan con un canal, ni con los sitios de compra ni con una historia comparable, no obstante aun gozan de un mayor numero de visitantes anuales.

Para celebrar los 500 años del descubrimiento del Mar del Sur, lideré la primera expedición de ejecutivos en la historia en escalar el cerro Pechito Parao en Darién, paraje que goza de una envidiable vista del Golfo de San Miguel y donde Balboa divisa por vez primera las playas del Pacifico.  Abrir esta trocha permanentemente es un plumazo que languidece. 

Sobra y basta con estos tres ejemplos, existen muchos otros, Natá de los Caballeros, San Lorenzo, San Pedro de Taboga, etc., que pueden transformar, multiplicar el turismo nacional, acallando las preocupaciones muy validas de hoteleros que claman por soluciones para aumentar los raquíticos números de ocupación. 

En vez de tratar de mágicamente invertir sus presupuestos en campañas esotéricas, nuestras autoridades, sépase ATP, INAC, Alcaldía de Panamá y Gobernación,  bajo el liderazgo de una Presidencia capaz, deberían planificar desarrollos en estos tres sitios que permitan un coeficiente multiplicador de visitantes.         

Un Camino Real bien trazado, la ruta mundial del oro, bien podría competir con el Camino de Santiago de Compostela en Europa como el más visitado en el mundo.  Algo así como una Cinta Costera colonial, con arquitectura de la época y un pasaporte para el sellado multicolor por cada sitio visitado. 

Panamá Viejo bien podría pintar en el lienzo de su feudo una reconstrucción parcial, a la Casco Antiguo, que permita al visitante sentirse parte de la época.  Y si no les gusta a los capos de UNESCO, lo que se busca es un parque temático histórico que sea a la vez rentable y atractivo, en vez de “estas soberbias torres con aurea flecha en donde un sol cansado se viene a desmayar”.


Y Pechito Parao, ni hablar.  Le convertiría en un magneto de turismo para la olvidada Darién, un atractivo cual ningún otro, paralelo al canal de Panamá en captación de turismo.  Y más allá, con su esplendente verdor y azuladas mariposas, un verdadero icono ecológico mundial.  Y un recuerdo que el descubrimiento de Balboa, más allá del Almirante Colón, resulta en el verdadero despegue del comercio mundial que vio en Panamá su génesis, que nos convierte en los Fenicios del siglo XXI, tristemente sin aprovecharlo a su máxima capacidad turística.   


Diario Bella Vista News
Edición de Noviembre 2014

jueves, 23 de octubre de 2014

Vanas Indulgencias de un Viajero

Eran casi las siete de la mañana y ya había terminado la sudorosa rutina del diario trotar en el amanecer de la bahía de Guanabara.  Dispuse cruzar la Avenida Vieira Souto y tomar un ultimo chapuzón frente al hotel Caesar Park cuando se me acercó Nelinho con su barril de aluminio y su cantico “Alo alo mosada, llego la hora de tomar mais limonada”.

A las nueve en punto mi motorista Adalberto me trasladaría a Galeão, el aeropuerto de Rio de Janeiro, para el vuelo de salida.  Fue entonces cuando solventé un ritual que he mantenido durante décadas.  Después de beber la refrescante limonada, amontoné en el vaso un puñado de arena de Ipanema.  Durante décadas he repetido el mismo protocolo coleccionando muestras de arenas desde Saint Tropez hasta Aruba.  Estos souvenirs son como guiños del universo, convirtiéndose en íntimas remembranzas, que al tomarlas en mano y tararear La Chica de Ipanema refrescan recuerdos cariocas.

De la misma forma, después de años de viajes en cinco continentes, conservaba en un pequeño cofre en mi oficina cientos de desordenados billetes de todas partes, incluyendo algunos rarísimos como rublos rusos de la época anterior a la revolución Bolchevique, recuerdos de tiempos inflacionarios sudamericanos en la figura de un billete de un millón de pesos argentinos o la rara emisión del billete de un dólar americano con la imagen de Santa Claus en lugar de Washington, de Serie A, fechado en 1988.

Un día decidí enmarcarles en orden alfabético, vidrio contra vidrio para evitar daños a los billetes, no sea que en algún tiempo a futuro alguno de ellos resulte valer una pequeña fortuna con la que pueda sufragar un viajecito más.  Esta pequeña colección es un tema obligatorio de conversación durante las frecuentes visitas a mi oficina.        

Recientemente tuve el  privilegio de visitar al proyecto de expansión del canal, que bien pudo aprovechar la Autoridad del Canal de Panamá para abrirle las compuertas a todos los curiosos locales y visitantes de ultramar durante este periodo histórico, dando a conocer los pormenores del plan.

Desatendida oportunidad de oro para la Autoridad de Turismo en aprovechar un icónico magneto turístico mundial.  ¿Se imaginan ustedes cuantas miles de mentes brillantes en formación, provenientes de MIT, Stanford, Cambridge, Pont et Chaussée y otras aventajadas escuelas de ingeniería del orbe hubiesen abultado los anémicos números de ocupación hotelera capitalina, a través de un provechoso programa de visitas semanales próvido por ambas entidades?

Durante la visita in situ recogí gratis una piedra de basalto, origen de vanos argumentos de Grupo Unidos Por el Canal para abultar la factura de la obra.  Hoy, ante el curioso cuestionamiento de mis visitantes, que la ojean con segura envidia, la valoro como pisapapeles sobre mi escritorio. 

Asimismo en mi bañera atesoro una piedra del rio Mamoní, recuerdo de las refrescantes chapuzadas veraniegas de infancia en el balneario Rosaura de la entonces selvática localidad de Chepo.  Todos son recuerdos que he encontrado, o que me han encontrado a mi, compañeros de mi diario vivir.


La palabra souvenir viene del francés “recordar”.   A veces los recuerdos que más atesoramos de un viaje no son las chucherías que compramos sino más bien esos pequeños mementos, sin valor a terceros hasta que les explicamos, que hacen la diferencia y parecen perdurar por siempre.  Las piedritas y arenas que traen memorias fotográficas de los años idos y sonrisas nostálgicas de preciosos parajes de un mundo diferente, íntimos recuerdos repletos de misterios, las vanas indulgencias de un viajero.  
Diario Panamá América
25 de octubre 2014     

jueves, 16 de octubre de 2014

Ingeniería Turística

Dr. Yaw Yeboah
Al escuchar el timbre de mi celular un viernes en la tarde supuse que seria algún conocido en un tranque de los que se forman en el Puente de las Américas durante las horas pico.  Cual fue mi sorpresa al recibir una llamada de Alonso de la Guardia, director de Florida State University en la Ciudad del Saber convidándome a servir como anfitrión y guía al recién nombrado Decano de la Facultad de Ingeniería en Tallahassee, Florida durante su gira relámpago por Panamá. 

Me sumo a este tipo de actividades porque francamente me gusta servir, narrando los pormenores de nuestra tierra para causar impresiones positivas y lograr objetivos más allá de lo esperado.  Lo hago por mi profundo amor al terruño y porque no todo en la vida es metálico.   

Sin saber lo que me esperaba, siempre curioso por conocer a mi contraparte, le solicité a Alonso la hoja de vida del visitante.  Aparentemente, la universidad, mejor conocida por su oferta en administración de empresas, busca elevar su escuela de ingeniería a un nivel óptimo en este siglo donde a diario se reinventa la forma de hacer las cosas.  Después de todo, la ingeniería hace posible que a través de la aplicación de la ciencia y las matemáticas, se generen soluciones integrales a problemas específicos para mejorar la calidad de vida de las personas, haciendo un uso eficiente de los recursos disponibles y considerando las implicaciones del uso de la tecnología en beneficio del desarrollo sostenible.

Ante mis atónitos ojos, leí la breve reseña del Dr. Yaw Yeboah, en todos los sentidos de la palabra, un extraordinario ser humano.  Dotado en matemáticas, física y química, se hace acreedor a una beca del Massachusetts Institute of Technology, donde en 1975 se convierte en el único estudiante en obtener cuatro títulos de MIT en cuatro años.  Más aun, tomando en cuenta que su origen en Ghana fue rodeado de pobreza extrema y las más difíciles circunstancias.

Recorrido del Tren
Nos encontramos el lunes a las siete de la mañana en la estación de tren.  Francamente, esperaba un personaje con un ego del tamaño de Goliat.  Su presta sonrisa me dejó desarmado.  “Buenos días Dr. Yeboah, bienvenido a Panamá.  Me honra conocerle,”  le dije al estrechar su mano.  “El honor es mío Señor Figueroa, he escuchado muchas cosas buenas de usted,” respondió con una franqueza que le caracterizó toda la jornada.

Ya cómodamente sentados en el refrigerado vagón con domo de cristal ahumado, le lancé pelotas de sapiencia istmeña mientras cruzábamos el denso verdor de la jungla tropical con una amplia visión del canal a través del lago Gatún.  Me escuchaba absorto, analizando cada una de mis palabras como suelen hacer los ingenieros.  No interrumpió mi cadencia ni una sola vez, cómodamente cambiando del pupitre de profesor al asiento de alumno.      

Nos esperaba la camioneta de la universidad al arribo a Colón para transportarnos al nuevo centro de visitantes adjunto a las obras de expansión del canal, donde posterior a la película pudimos examinar más de cerca el progreso del proyecto y algunas de las compuertas casi listas ya para ser instaladas.

Al retorno nos desviamos por Chilibre hacia el área canalera retomando la jungla repleta de ñeques y mariposas azuladas, muy diferente a las sabanas africanas harto conocidas por mi interlocutor, deteniéndonos finalmente en el BioMuseo donde fuimos amablemente recibidos por bien entrenados guías con conocimientos de la materia y de trato afable. 

BioMuseo
Bien calado quedó el mensaje del museo:  “Somos todos Panameños”, esculpiendo el enorme legado del istmo en la génesis del homo sapiens.  La visita a este icono capitalino tuvo un profundo impacto en el pedagogo, como de seguro lo tendrá en los futuros miles de visitantes, al percibir la maravillosa transformación que ha logrado Frank Gehry en la metamorfosis urbana.        

Almorzando al final de la calzada, saboreando un jugo de maracuyá acompañado de una apetitosa corvina con una emblemática vista del Casco Antiguo rodeado por la ciudad moderna, cambiamos el tema de la conversación para entender el propósito de la visita.  “En realidad lo que se busca” , nos dice el Dr. Yeboah,  “es atraer más estudiantes regionales hacia el centro de Panamá para posteriormente continuar sus estudios de ingeniería en Florida”. 

En un país donde gozamos de sobredosis de abogados y dentistas, donde el amor del hombre y la mujer yacen en el estudio de las humanidades, se hace evidentemente necesaria la vocación por las ciencias exactas para proceder a un organizado desarrollo y esplendente futuro.

Fue allí cuando súbitamente lance el jonrón, producto de repentina creatividad, que elevaría nuestro encuentro.  ¿Por qué no trabajar a la inversa, portando estudiantes de la sede hacia Panamá para que juntos desarrollemos proyectos de turismo sostenible?    Creando nueva savia de la nada, quedamos en darle forma al concepto.  ¡Que buena nota este simpático y productivo visitante!  Gracias Dr. Yeboah por el avenir de lo que seguramente será un viraje positivo en el turismo nacional y gracias a Florida State University por su atinado aporte a la educación superior en Panamá.    

Diario Panamá América
18 de octubre 2014

jueves, 9 de octubre de 2014

Esculpiendo Cerebros Tras Las Rejas


Dr. Gilberto Marulanda
Tras el podio, en vibrante compañía de la esplendente Dra. Ana Elena Porras, compartiendo en la audiencia el joven inversionista francés Mickael Mossé, bajo el timonel del Dr. Gilberto Marulanda, visionario maestro que rasca las molleras de privadas de libertad a través del programa de licenciatura en turismo en el Centro de Rehabilitación Femenino, impartí portando corbata amarilla especialmente seleccionada como distintivo de esperanza, mi conferencia Perspectivas del Turismo Istmeño para inspirar el corazón y el alma de aquellas mujeres que tras cometer un error, un pecado, buscan una hábil reinserción a la sociedad, para ser útiles en lugar de nuevamente delinquir.
Eran las siete y media de la mañana el jueves pasado cuando Mickael se acercó a recogerme a mi residencia bellavistina para el trayecto hasta San Miguelito que demoró exactamente una hora.  Jamás había estado en la cárcel de mujeres, por lo que no sabía a qué atenerme.  De saco y corbata, estilaba los zapatos negros que había lustrado como acostumbro todas las mañanas después de mi graduación de la academia militar hace ya más de cuatro décadas.  El teléfono celular y las cámaras son prohibidos dentro del presidio.  Por seguridad, solamente cargaba mi cédula, un puñado de tarjetas de presentación  y cinco Balboas, en billetes de uno.  Ni siquiera reloj o el anillo de matrimonio.  Sin la medallita de Santa María de Guadalupe, la española, y su correspondiente collar en oro, me sentía casi huérfano.
Ya en el estacionamiento, se nos acercaron dos guapas gendarmes, que asumo por respeto a la vestimenta y mis canas, nos acogieron con un muy cálido “¡Buenos días!” finamente correspondido con mi mejor sonrisa.  “Venimos a la conferencia”, les dije, como si fuese cuestión de todos los días que llegan personas ensacadas allí.  “Sígannos por favor”, ripostaron, sabiendo exactamente quiénes éramos.
El Dr. Marulanda nos esperaba en la recepción y de allí pasamos a un “cuartito de seguridad” donde nos revisaron sin mayor preámbulo, a sabiendas que éramos bona fide.  Posteriormente entramos al penal que para mi sorpresa era como una gran casa de vecinos, donde mientras algunas conversaban en un pequeño grupo, otras se dedicaban al aseo del área.  Por allí no se hallaban ni la sombra femenina de Pedro Navaja ni el acecho peligroso de una psicópata, tal y como lo pintan los filmes de Hollywood.
Durante la conferencia, abandoné el podio y me acerqué al publico, estableciendo contacto visual con cada una de las presentes, logrando de tal manera una intimidad profunda, tratando de analizar cada caso sin saber a ciencia cierta la razón de su presencia en el presidio.  La reclusa, históricamente rubricada y consignada por la sociedad como sujeto de pasiones por excelencia, debido a la distancia con la que la misma la separó del pensamiento científico y de la conciencia racionalista del mundo, esta cambiando en este siglo gracias al experimento pedagógico, evaporando la realidad de las privadas de libertad, para cuya gran mayoría no existía más ley que la violencia, ni mayor principio que el deseo.
No existen investigaciones sobre las convictas en Panamá que contengan un enfoque de género. Solo encontramos algunos datos parcialmente desglosados (estadísticas de hombres y mujeres) en los análisis de censos de los centros penitenciarios que preparó la Defensoría del Pueblo en 2006. Esta situación no debe llamar la atención ya que, como ya señalamos, aún hoy, en pleno siglo XXI, los estereotipos sobre las privadas de libertad siguen presentes.
El informe de la Defensoría del Pueblo, que comprendió al total de la población penitenciaria, indica que el porcentaje de mujeres en prisión es solo 7% del total.  Aunque 43% de ellas es menor de 30 años, las que sobrepasan los 50 años suman 7%, mucho más que los hombres (4%). Esto implica que la mujer inicia más tarde que el hombre su carrera delictiva.
La mayoría declara tener hijos, hecho que se repite con los hombres. Así, si consideramos a la población penitenciaria de ambos sexos, estimamos que unos 7,500 menores de edad viven sin padre o madre. Esto, por supuesto, implica un alto riesgo social para los niños.
Aunque 72% del total de detenidos en Panamá declaró estar empleado al momento de su arresto, el porcentaje disminuye a 53% en el caso de las mujeres. Del mismo modo, más de la mitad de las mujeres encarceladas declaró no percibir ningún ingreso cuando fue detenida, mientras que el porcentaje de hombres que afirmó lo mismo se reduce a 28%. Estos datos confirman la situación de vulnerabilidad de las mujeres detenidas.

Una nación que ha modernizado su atuendo, pasado por el estilista, tomado baños de sol y tonificado los músculos en el gimnasio debe consignar su atención al privado de libertad. No estamos mal, salvo que se trata de un país que ha sido diagnosticado con dos tumores galopantes que lo carcomen desde adentro: violencia y pobreza, y sobre eso no se está haciendo nada, o muy poco.  Amén que algunos de los que están dentro deberían estar fuera y muchos de los que están afuera, deberían estar dentro. ¡Nuestros candentes elogios al Dr. Gilberto Marulanda, a la Universidad de Panamá y su Centro Regional de San Miguelito por abrirnos los ojos y regentar esta encomiable iniciativa!
Diario Panamá América
11 de octubre, 2014