La Estrella de Panamá
Miércoles, 30 de enero de 2009
Turismo y Entorno Urbano
Jaime Figueroa Navarro
El lunes fui invitado a un desayuno por un grupo de inversionistas de Saint John’s (Saint Jean en francés), capital de la provincia de Newfoundland y Labrador, allá en el noreste de Canadá, donde aprecian más nuestro sol de mediodía veraniego por la cruda diferencia de temperaturas y los cortos y lúgubres días invernales.
Estos caballeros han efectuado una importante inversión inmobiliaria en nuestra ciudad, obviando sus intereses capitalistas, porque desean verdaderamente migrar a Panamá durante una larga temporada todos los años. La mayoría de los panameños no saben, por ejemplo, que per cápita existen más inmigrantes canadienses que estadounidenses en el istmo. Los canadienses son inmigrantes de lujo, que arrojan un importante caudal de efectivo en la economía istmeña.
Nos encontramos actualmente bregando en la mesa de trabajo de turismo del presidente Martinelli, aglutinando proyectos que se han quedado en boca de políticos durante décadas. Al mencionarlo a los ilustres visitantes, entre ellos el flamante ex ministro de Turismo provincial, me respondieron que lo más importante en la ciudad capital es mejorar su imagen visual. “Aceras y basura”.
Y es que muchos de nosotros desde nuestros automóviles no nos damos cuenta del estado patético de las aceras, aquellas que aun existen. Así lo pude comprobar en breve caminata desde el Hotel Véneto hasta KW Continente, en Vía Argentina, donde participé el lunes en el programa radial “Caminando en los zapatos del pueblo”.
La basura es otro problema. El programa de Las Hormiguitas, un grupo de humildes mujeres vestidas de amarillo que recogen la basura que los demás lanzamos, no es la solución. Aquí tenemos que hacer campaña y castigar severamente al cochino.
Recuerdo hace unos meses, cuando una infernal regata de “Diablos Rojos” culminó con un violento choque en plena Calle 50, viéndome obligado a un tente allá de tres horas, un taxista que estaba delante de mí fue caminando a un restorán de expendio de comida chatarra, trajo una gran bolsa de alimentos y posterior a su consumo arrojó la bolsa en plena Calle 50. Airado, la recogí diciéndole: “Perdone caballero, usted me está faltando el respeto, el de todos los ciudadanos de esta gran ciudad y el suyo mismo. ¿Cómo se le ocurre arrojar una bolsa de alimentos en Calle 50 en pleno siglo XXI?”. El tipo me miró con una de esas miradas profundas de ira de los batalloneros antes de arremeter contra gente decente y creo que estaba a punto de salir de su auto y entrarme a golpes, de no ser por la sorpresiva reacción de un grupo de ciudadanos en la parada de bus que empezaron a aplaudir en unísono. Es la misma reacción que queremos ver el 3 de mayo.
Les prometo, en conjunto con nuestros ilustres visitantes, que “aceras y basura” serán parte de nuestro plan de turismo, porque algo tan sencillo no ha sido resuelto durante décadas de desidia e indiferencia política por el entorno urbano.
¡Guerra al cochino! Tenemos que hacer una gran campaña en pro de la limpieza de nuestra ciudad y país. Pobreza no es sinónimo de inmundicia. Educar a nuestra gente y expedir severas multas contra los pocos que infringen las reglas serán del beneficio de todos.
Estos caballeros han efectuado una importante inversión inmobiliaria en nuestra ciudad, obviando sus intereses capitalistas, porque desean verdaderamente migrar a Panamá durante una larga temporada todos los años. La mayoría de los panameños no saben, por ejemplo, que per cápita existen más inmigrantes canadienses que estadounidenses en el istmo. Los canadienses son inmigrantes de lujo, que arrojan un importante caudal de efectivo en la economía istmeña.
Nos encontramos actualmente bregando en la mesa de trabajo de turismo del presidente Martinelli, aglutinando proyectos que se han quedado en boca de políticos durante décadas. Al mencionarlo a los ilustres visitantes, entre ellos el flamante ex ministro de Turismo provincial, me respondieron que lo más importante en la ciudad capital es mejorar su imagen visual. “Aceras y basura”.
Y es que muchos de nosotros desde nuestros automóviles no nos damos cuenta del estado patético de las aceras, aquellas que aun existen. Así lo pude comprobar en breve caminata desde el Hotel Véneto hasta KW Continente, en Vía Argentina, donde participé el lunes en el programa radial “Caminando en los zapatos del pueblo”.
La basura es otro problema. El programa de Las Hormiguitas, un grupo de humildes mujeres vestidas de amarillo que recogen la basura que los demás lanzamos, no es la solución. Aquí tenemos que hacer campaña y castigar severamente al cochino.
Recuerdo hace unos meses, cuando una infernal regata de “Diablos Rojos” culminó con un violento choque en plena Calle 50, viéndome obligado a un tente allá de tres horas, un taxista que estaba delante de mí fue caminando a un restorán de expendio de comida chatarra, trajo una gran bolsa de alimentos y posterior a su consumo arrojó la bolsa en plena Calle 50. Airado, la recogí diciéndole: “Perdone caballero, usted me está faltando el respeto, el de todos los ciudadanos de esta gran ciudad y el suyo mismo. ¿Cómo se le ocurre arrojar una bolsa de alimentos en Calle 50 en pleno siglo XXI?”. El tipo me miró con una de esas miradas profundas de ira de los batalloneros antes de arremeter contra gente decente y creo que estaba a punto de salir de su auto y entrarme a golpes, de no ser por la sorpresiva reacción de un grupo de ciudadanos en la parada de bus que empezaron a aplaudir en unísono. Es la misma reacción que queremos ver el 3 de mayo.
Les prometo, en conjunto con nuestros ilustres visitantes, que “aceras y basura” serán parte de nuestro plan de turismo, porque algo tan sencillo no ha sido resuelto durante décadas de desidia e indiferencia política por el entorno urbano.
¡Guerra al cochino! Tenemos que hacer una gran campaña en pro de la limpieza de nuestra ciudad y país. Pobreza no es sinónimo de inmundicia. Educar a nuestra gente y expedir severas multas contra los pocos que infringen las reglas serán del beneficio de todos.
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