La Prensa
Martes 12 de febrero de 2013
Vigorando Panama
Jaime Figueroa Navarro
En nuestro segundo siglo como nación, contamos con retos mas allá de la erección de rascacielos, la creación de un sistema energético autónomo, la expansión de un canal y la construcción de autopistas y el metro de Panama. La globalización exige eficiencia y celeridad para aquellos que van a triunfar sobre un colectivo aun adormecido allende. Y Panama va en la dirección correcta, pero aun falta un elemento clave que atiborra todos nuestros esfuerzos.
El trabajo de vigorar una nación madura es una labor fundamentalmente diferente a la creación de una nación nueva, como lo fue a inicios del siglo pasado. Exige una acción colectiva: inversión en capital humano. Significa utilizar el gobierno para proveer a la gente de herramientas para competir abriendo un campo ancho para que lo hagan vibrante y relativamente.
En cierta medida la incorporación de inversiones y elementos externos por factores geopolíticos y económicos, como han sido la adhesión de pujantes vecinos colombianos y venezolanos al istmo, a los que se suman a diario inmigrantes del Viejo Continente, nos dotan de una nueva savia de inteligencia emprendedora colmada de refrescantes matices formales y escuetos en el trato al individuo, que embelesen el tajante ¨no voy¨ de los taxistas urbanos y nuestra informalidad en el servicio.
En el agro, por ejemplo, nos percatamos, resultado de los recientemente firmados múltiples pactos de libre comercio, que jamas podremos competir con Nebraska en la siembra de maíz o con China, fecundamente produciendo mas de seis toneladas y media por hectárea, en arroz. Llega el momento de invertir en valor agregado, como astutamente nos hemos aventurado en el sector de cafés especializados, logrando el sitial numero uno en el globo con nuestra versión geisha, recientemente incorporada a la red de coffee shoppes de mayor envergadura mundial, Starbucks.
Conversando con Stephen Huete, Director Regional del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, nos percatamos de la importancia de valor agregado en la promoción de productos agrícolas de ese país, con un vertiginoso incremento de 45% anual en las exportaciones de bocadillos, cereales y galletas, siendo el rubro mas popular aquellos productos dietéticos y bajos en grasa. Entonces, no exportemos plátanos sino patacones. Cultivemos cacao en lugar de maíz.
Similarmente, no captemos mochileros sino turismo de lujo, recordando que nuestro máximo atractivo estriba en el verdor de nuestra campiña y la enorme riqueza ecológica con la que somos bendecidos y que la importancia en turismo no es la cantidad sino el gasto promedio por visitante. A instantes del salto que nos impulsará a niveles superiores, bien vale la pena detenernos, oler las flores, reflexionar y establecer un nuevo plan de desarrollo nacional que vigorice al istmo.
Inversión en capital humano implica también que cada uno de nosotros sea un vivo ejemplo de ese diamante que deseamos pulir. Nuestras acciones, cada uno de nuestros actos cotidianos, deben servir de inspiración que otros deseen emular. El núcleo del problema estriba en la endémica indiferencia y apatía que ha permitido un cambio oprobiaste en el actuar de los ciudadanos y el florecer de burdas estrellas que capitanean cada eje de nuestra sociedad. Este país merece mucho mas. La vida no trata netamente de acumulación de bienes. Los grandes hombres (y mujeres) siempre estriban mas allá. Las grandes naciones originan a raíz de sus esplendorosos ejemplos.
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