miércoles, 24 de julio de 2013

Prosperando Turismo Cultural

Panamá América

20 de julio 2013


Prosperando Turismo Cultural
Jaime Figueroa Navarro

Con el anuncio esta semana de la erección de la celestial estatua de Santa María La Antigua en Amador, cercana al BioMuseo sin querer queriendo, podemos emprender una etapa clave para el florecimiento del turismo cultural istmeño.

La icónica imagen, de mayor tamaño que la afamada efigie del Cristo Redentor ubicada a 700 metros sobre el nivel del mar sobre la cima del Cerro Corcovado en el Parque Nacional Tijuca en Rio de Janeiro, construida en el quinquenio entre 1926 y 1931, cuenta con una dimensión total de 38 metros (32m la estatua mas 6m el pedestal comparada a su homologa brasileña con 22m/6m). 

A través del morbo popular me enteré durante mi primera jornada en Rio de Janeiro en enero de 1976, al hospedarme en el Hotel Debret, ubicado en el 3564 de la Avenida Atlantica frente a la bahía de Guanabara en Copacabana, departiendo con el conserje antes de salir a trotar bordeando el malecón mas famoso del mundo, serpenteando la aledaña playa de Ipanema, que en Brasil los ciudadanos de Rio, mejor conocido como cariocas, tienen fama de vagos, mientras su contraparte en Sao Paulo, o paulistas, son muy trabajadores. 

Me relataba mi interlocutor que la estatua del Cristo Redentor, con brazos abiertos, en las alturas, vigilante de toda la actividad citadina, aplaudiría el día que los Cariocas trabajasen.  Esa reminiscencia de la afamada imagen permanece indeleble en mi memoria, desde hace ya 37 años.

Hasta el momento, el sitio con el mayor flujo de turistas en el istmo es el Centro de Visitantes de Miraflores.  Con la apertura del BioMuseo, excelsa obra de Frank Gehry, dentro del puñado de los mejores arquitectos del mundo, se creará un magneto de atracción turística hacia esa exhibición que narra la particular historia natural del istmo, importante relato que culmina con la teoría de la génesis del homo sapiens a raíz del surgimiento de Panama de los mares, unificando las masas de las dos américas, cuyo mensaje subliminal es la visita al Panamá verde, aquel que todos envidian y que el New York Times describe como “una vergüenza de belleza natural” (…an embarrassment of natural beauty).

Intercalada, brota la imagen de Santa María la Antigua, matrona de Panamá ante los ojos de los conquistadores españoles y de la gran mayoría de compatriotas, que como yo, aun profesan la fe católica, apostólica y romana de nuestros ancestros.  Habrán algunos, como siempre, que tendrán un apéndice de protesta por sus variadas inclinaciones religiosas.  Para ellos es importante aclarar nuestro respeto y aceptación de sus preferencias, después de todo el Panama del siglo XXI es una aldea global, sin discriminaciones pero aun no tan amable como nuestros vecinos al norte que discuten si deben eliminar o no el credo In God we trust del billete de un dólar.

Se preguntará el amable lector ¿qué tiene todo esto que ver con turismo cultural?  A lo opuesto del Cristo de Corcovado, cuyo pedestal a partir de 2006 se convierte, durante la conmemoración de sus 75 años, en una capilla consagrada por el arzobispo de Rio de Janeiro, el Cardenal Eusebio Oscar Scheia, bien pudiésemos utilizar el recinto interior del pedestal para que sirva como un centro capitalino de orientación al turista, inexistente hasta el momento, para que también sirva de carnada a visitar el sitio.

Dotado de amplia literatura, administrado por amables guías plurilingües, serviría de punto de referencia para conocer los sitios históricos del país, entre otros, Panama Viejo, Casco Antiguo, Portobelo y San Lorenzo en Colon, Cerro Pechito Parao, donde Balboa divisa el Mar del Sur en Darién, la iglesia de Natá de los Caballeros, la más antigua de tierra firme y la iglesia de Taboga, la segunda más antigua, el Camino Real entre Panama Viejo y Portobelo, cuyo trazado como el primer sendero turístico intercontinental debe ser emprendimiento obligatorio del próximo gobierno, a muy bajo costo, creando un nuevo atractivo histórico para los turistas que nos visitan.

Este centro, a lo opuesto de Miraflores, brindaría a los visitantes una deleitable opción gastronómica panameña, reemplazando las gaseosas y hamburguesas del otro, por ceviches, pixbae y otros frutos de la cocina istmeña bajándoles con un repertorio de jugos tropicales, más allá del común naranja o piña.

Albergaría una tienda de artesanías administrada por indígenas de cada una de nuestras etnias y guapas representantes de nuestro folclor, todas ataviadas con sus preciosos ropajes, que serviría como el centro nacional de artesanías.  Presentaría un polo vivo de actividades folclóricas, donde también se reunirían tejedoras de molas, trenzadoras de sombreros, escultores de tagua y modistas de polleras acompañados por orfebres de las joyas que adornan nuestro traje nacional para que los turistas y nacionales realzaran su asombro al observar las diferentes técnicas y especialidades.

Maximizando el espacio disponible con una dosis de imaginación y afecto, nos dotaría de un harto y necesario centro de acogimiento turístico, que a través de sus múltiples actividades comerciales, pagaría el costo del adecuado mantenimiento del centro y de esta magnifica obra, futuro ícono de nuestra sublime patria.  
   

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