La Estrella de Panamá
Miércoles, 14 de marzo de 2012
¿Por qué viajamos?
Jaime Figueroa Navarro
A mediados de la década de los sesenta, al extinguirse mi infancia y en los albores de la adolescencia, con escasos doce abriles, abordé estudios preparatorios en Worcester (hasta la fecha sin comprender el por que le pronuncian “wuster”), segunda urbe del Commonwealth de Massachusetts.
Concretamente atesoré aquel capitulo de mi efímera existencia, porque a raíz de mi lejanía del istmo, mis compañeros me convidaban a compartir con sus familiares los fines de semana y ratos de asueto, pausas que reforzaron mi intrínseca sapiencia sobre los seis estados de Nueva Inglaterra, y mas allá hacia la bella provincia francófona canadiense de Quebec, corroborando mis inquietudes sobre disimiles temas y curiosidades gastronómicas, culturales e históricas y visitando íntegros los sitios de mayor interés.
Abandonar la llama del hogar equivale a la perdida de inocencia, tropezando con vacilaciones en entornos recónditos. La sed de convertirnos en Marco Polos modernos, nos conduce precisamente hacia ese continuo viajar, enriqueciendo la erudición y el alma con curiosas experiencias en un mundo cada vez mas asequible y reducido.
No es necesario ir muy lejos ni contar con excusas para no conocer entrañablemente lo que algunos señalamos como el paraíso terrenal y la mayoría conocemos como Panamá. ¿Cuantos de nosotros en nuestros momentos de ocio nos dirigimos siempre al mismo lugar y hacia la misma gente? Más tosco suena, contando a la vuelta de la esquina con lugares tan recónditos e imponentes en nuestra geografía que los turistas se han adelantado a intimar con mayor ahínco que nosotros.
¡Vergüenza debemos sentir al conocer mejor las calles de Miami que el Parque Nacional Coiba, las alturas del Tabasará o el Valle de Tonosí!
“Lo viajado no se pierde”, dice el refrán. En nuestro mundo metálico algunos optamos por un nuevo vehículo o reloj de marca en lugar de un viaje a Parita o Paris, sin saber a ciencia cierta que lo ultimo queda estampado en lo íntimo del alma y que continuamente nos traerá regalos fotográficos de lo vivido, ciertamente mucho más valioso que cualquier posesión material.
Viajamos por trabajo, por un cambio de escenario o por visitar amigos o familiares. Viajamos por la sed de conocer otras culturas, disimiles a la nuestra, y saborear su variedad culinaria. Todos, sin distingo de clase, contamos con el presupuesto para determinar nuestros destinos.
Trácese una meta, querido lector, de viajar por ocio y por el inmenso gozo de conocer nuestro país, sus culturas y su gente. Créame que conseguirá un baúl de recuerdos y disfrutará las cosas sencillas de la vida, para que no se la tome tan en serio y que le permita, por un instante, reírse de si mismo.
fabuloso artículo, pienso ighual (pese a no ser panameño de nacimiento, si lo soy de alma) y aunque he podido viajar buco también atesoro lo que conozco de Panmá.
ResponderEliminarJaime tienes mucha razòn en lo que comentas. Mientras estàs en el istmo no planificas viajes internos.. Sabès por què? Porque no da prensa! A veces se vive para el què diran..Por mi parte, creo que empecè a conocer màs a Panamà a raìz de vivir en Argentina. Tal vez la añoranza de la patria hace que una quiera explorar esos lugares no conocidos. Es como todo, nunca extrañas lo que tienes cerca, alejate un poco y extrañas la gente, los paisajes, las comidas. Buen artìculo.
ResponderEliminarsaludos.
Buen dia. Viajar, si, es placentero, es terapeutico, te saca de lo rutinario y te lleva a desafiar lo desconocido que te reta para que en un santiamen te des cuenta que ya regresaste y los recuerdos te invaden cuando regresas a casa. Creo parte del disfrute de viajar es el medio de transporte como el avion, el barco, el tren. Desde sus punto de observacion sean ventanas o balcones, sorprendemos nuestra mente con dada arbol, cerro, puente, casita, vista aerea, tunel, estacion, y sentimos la velocidad, el descenso y elevacion, los frenos, y el bamboleo y retamos a la naturaleza para que nos mantenga en la superficie, rodando o desplazandonos en el aire. Al viajar conocemos gente, olemos lo de alla, y sentimos el ruido citadino de esos lugares cuyo latido nos alerta de sus variedades y curiosidades. Viajar y alejarnos lo necesario, que a veces es por siempre pues los genes nos dicatan ser nomadas, trahumantes de la tierra, es un mecanismo heredado que te puede hacer quedar en donde nacistes asi como en otras partes. Es como el artista que busca incesantemente crear y conocer el mundo para darle fuerza y caracter a su trabajo. Sucede igual cuando viejas sin ser vanguardista. La tierra nos seduce, y nos invita a movernos en ella. Es a veces dificil entender que se puede amar toda ella y que toda ella es nuestra casa.
ResponderEliminarMuy buen articulo Jaime, ojala que el diario vivir nos permita conocernos mas temprano que tarde, para intercambiar esas lluvias de ideas con las que convivimos , Saludos Cordiales
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