Revista Vivir Mas (Edición 027)
Diario La Prensa
Domingo, 14 de julio 2013
Caminando Paris
Jaime Figueroa Navarro
A sugerencia de Benita Ferrero Waldner,
elegante dama obsequiada de elocuente personalidad y refinada lozanía,
diplomática austriaca y Presidente de la Fundación Euroamérica, durante el I
Foro Panamá - Unión Europea, celebrado en nuestra capital en diciembre pasado,
iniciamos la planificación para destapar una intima visión istmeña a grupos de
inversionistas, empresarios y curiosos en las más trascendentes urbes europeas.
Paris en primavera, pensé: la joie de vivre! Existe otro cielo en la tierra, más allá del
terruño.
Evocando mi primera visita, era un floreciente
joven adolescente que frisaba apenas los 15 abriles durante el turbulento
verano de 1968, en medio de disturbios estudiantiles contra la V Republica de Charles De Gaulle,
melenudo y rebelde, eruditamente escudriñando el popular libro de la época Europe
on $5 a day durante la travesía
aérea vía Air France desde Nueva York, mi corazón no deja de desenfrenarse al
tocar por enésima vez la capital francesa, museo de la humanidad y sede del
alma.
Paris es una de los destinos turísticos
más populares del mundo, por encima de 30 millones de visitantes extranjeros
anualmente pululan sus henchidas arterias.
Durante siglos, faro de cultura y arte, capital mundial de la moda,
gastronomía, literatura y el pensamiento, personifica todos los atributos que
ofrece la civilización humana.
Aterrizando desde Madrid el fin de
semana, necesitaba adaptarme al diagrama particular de la ciudad que hurgaría anterior
a mi conferencia el lunes por la noche, y nada como caminarla para desnudar su
autentico sabor. Laborioso afán, recorrer
interminables kilómetros de calles adoquinadas, circundadas por la sublime
arquitectura neoclásica parisina, inhalando sus complejas fragancias y paladeando suculentos manjares en sus cafetines.
El sábado al mediodía, con sonrisa de
oreja a oreja, como si fuésemos antiguos conocidos, me acoge en el aeropuerto
Iris Rodríguez, preñada joven inmigrante hondureña, que opera el servicio de
transporte Danny Xpress en conjunto con su gentil esposo colombiano, manifestándome
una visión centroamericana de Paris, en particular contraria al epigrama propio
de los guías de turismo tradicionales, por su embarre de sapiencias desde el
prisma opuesto de nouveaux arrivées que
asedian Paris de todos los confines del mundo, resultado de la plena
globalización del siglo XXI.
Examinando la cartelera de hoteles en TripAdvisor,
portal de turismo que a partir de su fundación en el año 2000 se ha convertido
en el categórico gurú para la selección de hoteles, restaurantes y sitios de
visita alrededor del mundo, con mas de 32 millones de afiliados y 100 millones
de testimoniales y opiniones, enunciando
los mejores sitios como resultado de las sanas crónicas de sus usuarios y no de
publicidad fatua, esa nublada tarde (a Dios gracias, jamás llovió durante las
72 horas de mi repaso, muy a pesar de ser el pronostico precisamente lo
opuesto) , nos afincamos en nuestro muy particular albergue, el Hotel Original,
por su personalidad, ubicación y precio (€187 Euros, un tris más de 250 dólares
por noche, relativamente económico en términos Parisinos), justo al lado de la
Plaza de la Bastilla, en el undécimo arrondissement
(distrito especial, Paris consta de 20 de ellos), cercano a la chic Place des
Vosges, repleta de restaurantes, cafés y avispada vida nocturna, al igual que
boutiques y galerías, convirtiéndole en uno de las zonas de mayor boga de Lutèce, como fue bautizada esta ciudad
por los Romanos hace poco más de dos mil años.
El hotel se ubica en el escalafón 104
de 1,803 hoteles calificados por TripAdvisor en Paris, que resulta
bastante aceptable, cuando consideramos que la mayoría de los que le preceden tasan
copiosamente más, y donde el #1 estila tarifas entre $1,000 y $1,700 la noche
por una habitación sencilla. No soy muy
entregado a las alabanzas, en particular cuando a hoteles se refiere, pero mi dictamen
sobre este albergue en particular en TripAdvisor se titula: “Ni siquiera
piense en hospedarse en otro hotel en Paris“, resultado de su innato charme
y, valga la redundancia, originalidad.
Posterior a entregarme a los brazos de
Morfeo y gozar de un sueño reparador, descendí el domingo temprano al
desayunador del hotel, devorando las diferentes variedades en la cesta de
deliciosos panecillos baguette, brioche y croissant con mermeladas de moras,
frambuesa y mantequilla fresca, empapándoles con un jugo de naranja tan
amarillo como el sol al amanecer y un café francés que hizo cabalgar el
corazón.
Con la guata bienaventuradamente harta,
caminé desde el hotel, a lo largo del río Sena hacia Ile de la Cité. Esta deslumbrante isla en el medio del Sena custodia
un caudal de tesoros históricos, incluyendo La Conciergerie, el Palais de
Justice adyacente a la Sainte Chapelle, y por supuesto, la Catedral de Notre
Dame. Fue La Conciergerie la obscura
prisión que confinó más de 2,000 victimas de la guillotina, incluyendo a María
Antonieta.
Escuchar la Santa Misa un domingo en
Notre Dame, sentado al lado de la estatua de Juana de Arco, rodeado de
coloridos vitrales, reflejos de la historia, es celestial e inspirador,
transportando al feligrés hacia la espiritualidad, la época medioeval y originando
remembranzas de la auto coronación de Napoleón en su seno el domingo 2 de
diciembre de 1804. De arquitectura gótica,
data de 1163, con sus afamadas gárgolas de más reciente implantación durante el
siglo XIX. Su órgano cuenta con la
textura y el color para reflejar el repertorio musical romántico galo de su
formidable coro castizamente. ¡Todo lo
demás empalidece en comparación!
Bendecido e inspirado, visité otra gema
cercana en la isla, La Sainte Chapelle, adentrándome en los terrenos del Palais
de Justice. Esta catedral del siglo XIII es un ejemplo perfecto del estilo Rayannant
de arquitectura Gótica, construida por el rey Luis IX para amparar la
Corona de Espinas y un fragmento de la cruz original, inestimables reliquias de
la pasión de Cristo.
La Rue de la Cité, me transportó,
pasada la Prefecture de Police (donde laboraba el Inspector Clouseau de la Pantera
Rosa) hacia el Pont de
l’Archeveche, uno de los 32 puentes que cruza el Sena, cruzando al Rive Gauche
(lado izquierdo de la isla), durante siglos el centro parisino bohemio de
creatividad e intelectualismo.
Descendiendo las escaleras de piedra hacia las riberas del río Sena uno
se topa con bouquinistes, venduta de libros usados, y pintores exponiendo
sus obras al aire libre.
Ya de este lado del río se encuentra la
sección medioeval que parcialmente sobrevivió la renovación de Hausmann (1853-1870),
hogar del Quartier Latin (Barrio Latino) y del elegantísimo Boulevard Saint-
Germain, repleto de soberbias boutiques, donde me detuve a saborear un Ricard,
pastis con sabor anísado, en el afamado café Deux Magots y cultivar el
pasatiempo favorito de los parisinos, curiosear a la gente, posteriormente
pasando frente a La Maison de l’Amerique Latine, presuntuosa mansión erigida en
1704, convertida en 1946 bajo la iniciativa del Ministerio de Relaciones
Exteriores en el mas importante centro cultural Latinoamericano en Francia,
donde el lunes en la noche dicté mi
conferencia Pourquoi le Panama en
la lengua de Moliere.
Del
Boulevard Saint-Germain, crucé el Pont Alexandre III, el mas opulentamente
decorado puente en el mundo, construido entre 1896 y 1900 con exuberantes
lámparas art-nouveau, querubines, ninfas y caballos alados, hacia los Campos
Elíseos, atiborrado de las más elegantes boutiques, la avenida mas famosa del
mundo, de casi dos kilómetros de longitud, iniciando en la Place de la Concorde
hasta el Arco del Triunfo, construido para honrar las victorias de Napoleón.
Amo Paris. Amo todo lo que representa, su gastronomía,
su gente, sus calles. Sus artistas
callejeros que cantan con el alma…sus parejas besándose en cada esquina…esa
reserva privada del parisino que se derrite al enterarse que estas perdido…su
reverencia por el arte y la literatura.
Su paciencia esperando en línea por un baguette en su patisserie
favorita y su eterno conversar sobre los puntos mas importantes de la vida
durante un almuerzo en un café, consumiendo vino, queso y expressos. Son tan civilizados. Viven una vida balanceada donde los placeres
sensuales y las relaciones juegan un papel similar, y de hecho, sobrepasan las
ambiciones por el dinero o el poder.
Paris apoya una cultura que valora el arte y la filosofía más que el
dinero y el poder. Hay, por ejemplo, más
chefs que abogados. No obstante los
parisinos se visten impecablemente, y a pesar de lo caro, pueden beber una taza
de café. Con la notable diferencia, que
el café, como todo lo demás en Paris, es exquisito.
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