Diario El
Panamá América
14 de septiembre 2013
Vergüenza de Belleza
Natural
Jaime
Figueroa Navarro
Mientras
el diario The New York Times describe Panamá como “an embarrassment of natural beauty” nos acercamos a la simbólica
fecha de celebración del descubrimiento del Océano Pacifico. Quinientos años de historia no se fuman en
pipa y el verdor istmeño no deja de maravillar.
Más allá de una conmemoración, habría que explotar turísticamente ambos pilares
entrelazando estos dos activos de forma permanente y perdurable.
Convidado
por la Fundación Parque Nacional Chagres al Lanzamiento
del Plan de Implementación del Fondo Chagres 2013-2016, cuyo énfasis es el
turismo, la semana pasada nos acercamos a la Finca AgroForestal Las Conchas, en
la carretera Madden, Chilibre. Su
misión:
“garantizar el desarrollo sostenible del Parque Nacional Chagres y su zona
de amortiguamiento, a través de la conservación de la biodiversidad biológica,
los ecosistemas y recursos naturales, con énfasis en el recurso hídrico,
reconociendo la importancia estratégica para la economía del país y de las
presentas y futuras generaciones”.
Allí, bajo un imponente rancho, con la presencia de todos
los actores, sépase directivos, lideres comunitarios, campesinos, artesanos, chefs,
asistentes, mentes creativas e invitados, nos sentamos a escuchar los planteamientos
de los jugadores claves: Guido Rodríguez, Dignatario; Rosamaría Guerra,
Directora Ejecutiva; Adrián Chang, Coordinador de Proyectos y otros múltiples
representantes de las comunidades, para posteriormente
deleitarnos con una presentación folclórica y un apetitoso almuerzo en total
cadencia con el olor a tierra y agua fresca que exaltó el chubasco diario de la
temporada.
Al solicitar mi intervención, teniendo bien claros los
objetivos del programa, fui un tris mas allá en resaltar dos claves del
teorema, axiomas del éxito en turismo.
Señalé que se hace primordial educar a las comunidades en el
conocimiento del inglés, como método de comunicación efectiva con los
visitantes y potencial multiplicador de ingresos de sus habitantes, al igual
que sistematizar el dominio de desechos.
Ser pobre no es sinónimo de ser cochino. Todo el prodigioso trabajo que perfeccionan sus
habitantes se ve marchitado por la basura circundante en el área, y bien
cierto, extendido en el resto de la república.
Este elemento de polución visual, que perciben de inmediato los turistas
al igual que los aldeanos, no es fértil para el desarrollo de un turismo de
altura. Para saltar el peldaño al primer
mundo, el país exige un dinámico liderazgo en estos dos afanes.
Y en turismo istmeño, para pulir el diamante, se exige la
amalgama de historia y verdor. En una
epístola que viene predicando hace lustros el especialista austriaco Christian
Strassnig, a quien invité como conferencista al XV Foro de Turismo de APEDE, la
importancia del desarrollo del sendero turístico del Camino Real. Acongoja como los españoles nos hurtan el
mandado, atrayendo millones de senderistas anuales al camino de Santiago de
Compostela, de 741 kilómetros, que si bien es cierto es una fuente de
renovación espiritual, el nuestro es un décimo de largo, mucho más hermoso y con
sus azuladas mariposas y la mayor variedad de aves en el globo, tramo de
transbordo de la mayor fortuna en oro en la historia de la humanidad, un renacer
del contacto con la naturaleza y la historia, que tanto añoran los habitantes
de las grandes ciudades del siglo XXI, verdaderas cárceles de concreto
Ignorar el potencial de su atractivo es sinónimo de
desidia y desconocimiento de su enorme potencial como acentuada fuente de
ingreso a las comunidades que le circundan.
Planificando su desarrollo como atractivo turístico, nos vemos en la
obligación, a través de un plan maestro bien estructurado, de construir parajes
de arquitectura colonial que sirvan de sitios de descanso, reparo y ocio a los
cientos de miles de senderistas, que de seguro se acercarán al istmo, creando
otro importante imán al turismo, fuente de nuevos ingresos a cientos de
compatriotas, distinguiendo nuestro destino como algo más allá del verdor de
Costa Rica, perfumado de una gloriosa historia que no nos pueden piratear. El Camino Real, reconstruido desde Panamá
Viejo hasta Portobelo, captaría en esa forma, de vuelta el oro que le ha
cruzado durante siglos de colonia.
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