Revista Vivir Más
Diario La Prensa
27 de octubre 2013
Concord:
“El primer tiro escuchado alrededor
del mundo”
Jaime Figueroa
Navarro
Hace más lunas de las que quisiera contar, a mis
tiernos doce abriles, aterricé en Massachusetts para emprender mis estudios en
Assumption Preparatory School, bastión del catolicismo de Nueva Inglaterra
asentado en Worcester, después de Boston, segunda ciudad, harto industrial, más
anidada del Commonwealth (técnicamente,
riqueza compartida, término
tradicional Inglés para denominar una unidad política fundada para el bien
común, uno de los cuatro estados de la unión americana adoptando esta
designación, siendo los otros Kentucky, Pennsylvania y Virginia).
En aquellos tiempos y lugares, la historia
jugaba un papel más preponderante en la preparación del individuo, dentro de
aquellos vetustos edificios otoñales de ladrillos rojos recubiertos por
hiedras. Los mapas, publicados por Rand
McNally, eran presentados en juegos por época, plastificados en conjuntos
sobrepuestos sobre extensos atriles que exhibían desde la evolución del imperio
romano hasta las grandes batallas de la segunda guerra mundial, dentro de
amplios salones de clases cuyo frente era dominado por espaciosos tableros
negros con tizas blancas (posteriormente disponibles en colores) y al levantar
la mirada, épicos y precisos relojes fabricados por IBM.
Galantemente ataviados en saco y corbata, tanto
profesores como alumnos, daban el toque final al atuendo con el lustre diario
de calzados y el apodo de “Mr.”, “Father”, o “Dr.” anterior al apellido del
interlocutor. Fue así como los
historiadores Robert F. Flagg, hosco,
disciplinado y solterón capitán de infantería de marina retirado, el Dr. Donald
R. LaBrie, con quien entablé mi primer debate aun fresca en la memoria la gesta
del 9 de enero de 1964, sobre el colonialismo norteamericano en Panamá llegando
a la conclusión, anterior al golpe de estado de 1968, que el Canal Zone era en efecto más socialista
que las republicas soviéticas, tema tabú en aquellos tiempos de la guerra por
Vietnam, Martin Luther King y los Beatles, y por último, Robert J. Cormier,
atlético entrenador de corredores y pista & campo, un verdadero Yankee de esos que los sureños
repugnaban, catedrático en historia de Estados Unidos, nos narraban y exponían
los acontecimientos pasados permitiéndonos cuestionar con sesudos argumentos la
veracidad de los mismos, a diferencia de martillar hechos y fechas para
aprenderlos de memoria.
Fue entonces que aprendí que Concord era más que
un fruto derivado del cultivar Vitis
Iabrusca, uvas de mesa utilizadas para la confección de jaleas y
jugos. Su nombre procede de la vid
perfeccionada por Ephraim Wales Bull, como la uva perfecta, en el poblado de
Concord, Massachusetts en 1849, año del descubrimiento del oro en California,
germinando paralelamente un renacimiento económico en Panamá, resultado de su
distinción como ruta preferida desde la costa este de Estados Unidos.
Concord es un poblado inmerso en la historia del
mosquete y la pluma, esfera de origen de la guerra de independencia
Americana. La batalla de Lexington y
Concord avivó la génesis de una nación basada en una novel filosofía de
gobierno, en plena época monárquica, expuesta tajantemente en su Declaración de
Independencia: “Sostenemos como evidentes
por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que
son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos
están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.” Paralelamente fecundo en las letras, con
autores de la talla de Ralph Waldo Emerson, Nathaniel Hawthorne y Henry David
Thoreau, tronco de un efecto dominó súbitamente duplicado por la toma de la
Bastilla en Francia, sirviendo de umbral a la democracia moderna.
Aun viviendo inconmensurable cerca, nunca le
había visitado. No fue hasta mayo,
posterior a dictar una conferencia sobre Balboa en la Universidad de
Massachusetts en Amherst, gozando de un fin de semana entre cónclaves, que opté
por descubrirle, reservando una habitación en el hotel Concord Colonial Inn,
que data de 1617, ubicado en la histórica plaza Monument en su corazón
municipal, donde cruje la madera al pisotear sus zaguanes y huele a historia,
comodísima opción charmant a sus
contrincantes, encajetados hoteles de cadena en Boston, a escasas 20 millas,
este hotelito no hace más que reflejar carácter y personalidad en meticulosos
detalles como una cesta repleta de lustrosas y jugosas duras manzanas sobre
el pupitre de la recepción, gratuito
regalo a sus huéspedes, optando por llevarme dos, rememorando, inspirado por la
historia, la fábula de la ley de gravitación universal de Newton.
Caminar las abreviadas calles de Concord,
invitan a la reflexión. A solo una
cuadra y media del hotel, se encuentra un pequeño cementerio, South Burying Place, hogar a casi 300
lapidas, la más antigua datando de 1697, cuya personalidad se refleja en la
excelencia de sus leyendas “momento mori”. Encontramos, por ejemplo, en la parte sur del
cementerio un obelisco que cuenta la historia de John Hosmer, su esposa María y
su familia: “A pesar de portar armas en la Batalla de Concord y servir como
soldado en la Guerra de Independencia, fue en su vida posterior un hombre de
paz”. Mary Hosmer, su esposa, “asistió a
su marido y compartió con el su amor y veneración por diez hijos”. Pacifico devenir ¡sin duda alguna! De esa misma manera, Sleepy Hollow y Old Hill
Burying Ground, sus otros cementerios, reflejan un sereno testimonio de los
hilos de su historia literaria, social y política, como orgulloso legado
tejiendo una silenciosa apostilla de interés local, nacional e internacional.
Concord, que significa acuerdo y armonía, fue
incorporada como la primera comunidad tierra adentro de Massachusetts el 12 de
septiembre de 1635. Como escenario de la
primera batalla de la guerra por la independencia de Estados Unidos, es
considerada cuna de la nación. De rigor,
se hace necesario entonces la visita a su Minute
Man National Historical Park.
Los
hombres minutos eran miembros de
milicias coloniales bien adiestradas
durante la guerra de la revolución americana, proporcionando un cuerpo de
movilidad ágil para responder inmediatamente a las amenazas británicas, de allí
su nombre. La figura central del parque
es la estatua del Minute Man, comisionada
a Daniel Chester French para conmemorar el centenario de la revolución americana
en 1876. La estatua exhibe un campesino
convertido en soldado, abandonando su arado, levantando su rifle y marchando
valientemente hacia la batalla. A mi
parecer, nada refleja mejor el indómito deseo de libertad americana que esta
imponente escultura al lado del Viejo Puente Norte en el parque donde desborda
la imaginación reviviendo las batallas que sellaron el epigrama de la
historia.
Concord,
genuino reflejo de patriotismo y nostalgia, va más allá que la Estatua de la
Libertad en reflejar americana, una referencia a artefactos, o colección de artefactos,
relacionados a la historia, geografía folclor y patrimonio cultural de los
Estados Unidos de América. Visitarle,
conocerle e intimarle ennoblece el alma y enriquece el espíritu.
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