jueves, 10 de abril de 2014

Por Qué Prosperan los Países

Diario Panamá América
12 de abril 2014

Por Qué Prosperan los Países
Jaime Figueroa Navarro

El martes en la noche tuve la oportunidad, en realidad el privilegio, de escuchar personalmente a James Robinson, autor del libro Por Qué Fracasan los Países, una de esas obras que deben ocupar un lugar especial en nuestras bibliotecas para consultar, releer y subrayar continuamente, en lugar de convertirse en otro polvoriento texto de colección.

El escenario, la cena inaugural de la Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE), evento organizado por APEDE, en la plácida compañía de Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, quien al momento de la invocación religiosa proclamó: “Permanezcan Sentados” originando un toque diferente y un fresco mensaje análogo a las sorpresivas homilías de Francisco I, que presagiaba esta como una noche especial.

Al llegar al salón en el Hotel Sheraton, una de las gentiles colaboradoras de APEDE me dirigió a la plaza reservada para la junta directiva, al lado de la mesa principal.  Como no soy muy de mesas ni fueros, opté por sentarme con un grupo de colegas empresarios e invitados en la parte trasera del recinto, reflejo de nuestra integración en este siglo de globalización, con representación de la República Oriental del Uruguay, Venezuela y Costa Rica.

Dentro del heterogéneo grupo, por un lado, la lozana embajada de juventud, preñada de ideas y noveles conceptos, representada por Daniel Arturo Ochy, recién magister de Suffolk University, ubicada en el corazón de Boston y por el otro, la refrescante compañía de Luis Carlos Stoute, autentico compatriota, eterno trotamundos, ex compañero de trabajo en IBM y el primer panameño en galopar el país de frontera a frontera, todo esto adornado con la siempre deleitable presencia de Donnie Estrada Troetsch, creativo Vicepresidente de la Comisión de Turismo de APEDE, quien  se hace cargo, nuevamente, de la organización del Foro Anual de Turismo, esta vez en Chiriquí.  El dinámico dúo padre-hijo de los siempre presentes Julián Palacios y el vivaracho docente, chispa del Canadian International School, Orlando Reyes Chinchilla, adornados por la fragancia charrúa y bolivariana de Maiden Pizzani y Ana María Cerdá.

¿Por qué algunas naciones son más prósperas que otras? Nogales (Arizona, Estados Unidos) y Nogales (Sonora, México) tienen la misma población, cultura y situación geográfica. ¿Por qué una es rica y la otra, pobre? ¿Por qué los egipcios llenaron la plaza de Tahrir para derrocar a Hosni Mubarak? Por qué fracasan los países se propone responder a estas preguntas, con una nueva teoría convincente y documentada: no es por el clima, la geografía o la cultura, sino por las instituciones de cada país. A través de una gran cantidad de ejemplos históricos y actuales (desde la antigua Roma pasando por los Tudor y llegando a la China moderna) Robinson demuestra que para invertir y prosperar, la gente necesita saber que si trabajan duro, se puede ganar dinero y, sobre todo, conservarlo. Ahí es donde entran en juego unas instituciones sanas y en las que poder confiar. Además el autor mezcla en el libro economía, política, historia y temas de actualidad para ofrecer una forma nueva, poderosa y persuasiva de entender todos los porqués de la riqueza y la pobreza.

Rasca el cerebro la teoría de Robinson y lleva a muchos cuestionamientos y remembranzas de la antigua Zona del Canal, que aplicando su lógica, sería a lo largo y ancho de la Avenida 4 de julio un simulacro de Nogales con la única excepción, que tal como explicara a mis compañeritos de escuela preparatoria en Massachusetts, era el solar más socialista del mundo.  Allí, la Compañía del Canal de Panamá era dueña de todas las tierras e inmuebles, se gozaba de pleno empleo e inclusive se aplicaban reglas harto ridículas, como el cambio de focos en todas sus viviendas anualmente.  Recuerdo que visitando a mi tia Evelina Hicks en su casa de la calle Tavernilla en Balboa, se presentó una cuadrilla para efectuar la labor, a pesar que la mayoría, sino todos los focos estaban en perfecto funcionamiento.  Como era un niño curioso, indagué a uno de los trabajadores si los focos que reemplazaban, perfectamente útiles, nos los podían regalar para repartir entre los pobres en Panamá a lo que respondió que el reglamento decía que había que destruirlos. 

En aquellos tiempos precisamente, los puertos de Balboa y Cristóbal, en vergonzoso desuso, albergaban edificios de madera con las ratas más grandes que haya visto en mi vida, casi del tamaño de perritos, siendo ahora los puertos más modernos del continente, incluyendo a Estados Unidos y Canadá.  Echando hacia atrás los índices de pobreza en este siglo durante el cual los mismos echan hacia delante en el coloso del Norte, al igual que las tasas de crecimiento anual y consolidando el país como un centro logístico mundial, mejorando significativamente la educación de los ciudadanos, nos lleva a la conclusión que de alguna manera muy singular estamos en dirección correcta, como puntualizó el Ministro Roberto Henríquez en su mensaje de cierre, dando luz a la posibilidad de publicar un libro titulado Por Qué Prosperan los Países.         

           

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