Diario
Panamá América
12 de abril 2014
Por Qué Prosperan los
Países
Jaime
Figueroa Navarro
El
martes en la noche tuve la oportunidad, en realidad el privilegio, de escuchar personalmente
a James Robinson, autor del libro Por Qué Fracasan los Países, una de
esas obras que deben ocupar un lugar especial en nuestras bibliotecas para
consultar, releer y subrayar continuamente, en lugar de convertirse en otro
polvoriento texto de colección.
El
escenario, la cena inaugural de la Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE),
evento organizado por APEDE, en la plácida compañía de Monseñor José Domingo Ulloa
Mendieta, quien al momento de la invocación religiosa proclamó: “Permanezcan
Sentados” originando un toque diferente y un fresco mensaje análogo a las
sorpresivas homilías de Francisco I, que presagiaba esta como una noche
especial.
Al
llegar al salón en el Hotel Sheraton, una de las gentiles colaboradoras de
APEDE me dirigió a la plaza reservada para la junta directiva, al lado de la
mesa principal. Como no soy muy de mesas
ni fueros, opté por sentarme con un grupo de colegas empresarios e invitados en
la parte trasera del recinto, reflejo de nuestra integración en este siglo de
globalización, con representación de la República Oriental del Uruguay,
Venezuela y Costa Rica.
Dentro
del heterogéneo grupo, por un lado, la lozana embajada de juventud, preñada de
ideas y noveles conceptos, representada por Daniel Arturo Ochy, recién magister
de Suffolk University, ubicada en el corazón de Boston y por el otro, la
refrescante compañía de Luis Carlos Stoute, autentico compatriota, eterno
trotamundos, ex compañero de trabajo en IBM y el primer panameño en galopar el
país de frontera a frontera, todo esto adornado con la siempre deleitable
presencia de Donnie Estrada Troetsch, creativo Vicepresidente de la Comisión de
Turismo de APEDE, quien se hace cargo,
nuevamente, de la organización del Foro Anual de Turismo, esta vez en
Chiriquí. El dinámico dúo padre-hijo de
los siempre presentes Julián Palacios y el vivaracho docente, chispa del
Canadian International School, Orlando Reyes Chinchilla, adornados por la
fragancia charrúa y bolivariana de Maiden Pizzani y Ana María Cerdá.
¿Por qué algunas naciones son más prósperas
que otras? Nogales (Arizona, Estados Unidos) y Nogales (Sonora, México) tienen
la misma población, cultura y situación geográfica. ¿Por qué una es rica y la
otra, pobre? ¿Por qué los egipcios llenaron la plaza de Tahrir para derrocar a
Hosni Mubarak? Por qué fracasan los países se propone responder a estas
preguntas, con una nueva teoría convincente y documentada: no es por el clima,
la geografía o la cultura, sino por las instituciones de cada país. A través de
una gran cantidad de ejemplos históricos y actuales (desde la antigua Roma
pasando por los Tudor y llegando a la China moderna) Robinson demuestra que
para invertir y prosperar, la gente necesita saber que si trabajan duro, se
puede ganar dinero y, sobre todo, conservarlo. Ahí es donde entran en juego
unas instituciones sanas y en las que poder confiar. Además el autor mezcla en
el libro economía, política, historia y temas de actualidad para ofrecer una
forma nueva, poderosa y persuasiva de entender todos los porqués de la riqueza
y la pobreza.
Rasca el cerebro la teoría de Robinson y
lleva a muchos cuestionamientos y remembranzas de la antigua Zona del Canal,
que aplicando su lógica, sería a lo largo y ancho de la Avenida 4 de julio un
simulacro de Nogales con la única excepción, que tal como explicara a mis
compañeritos de escuela preparatoria en Massachusetts, era el solar más
socialista del mundo. Allí, la Compañía
del Canal de Panamá era dueña de todas las tierras e inmuebles, se gozaba de
pleno empleo e inclusive se aplicaban reglas harto ridículas, como el cambio de
focos en todas sus viviendas anualmente.
Recuerdo que visitando a mi tia Evelina Hicks en su casa de la calle
Tavernilla en Balboa, se presentó una cuadrilla para efectuar la labor, a pesar
que la mayoría, sino todos los focos estaban en perfecto funcionamiento. Como era un niño curioso, indagué a uno de
los trabajadores si los focos que reemplazaban, perfectamente útiles, nos los
podían regalar para repartir entre los pobres en Panamá a lo que respondió que
el reglamento decía que había que destruirlos.
En aquellos tiempos precisamente, los puertos
de Balboa y Cristóbal, en vergonzoso desuso, albergaban edificios de madera con
las ratas más grandes que haya visto en mi vida, casi del tamaño de perritos,
siendo ahora los puertos más modernos del continente, incluyendo a Estados
Unidos y Canadá. Echando hacia atrás los
índices de pobreza en este siglo durante el cual los mismos echan hacia delante
en el coloso del Norte, al igual que las tasas de crecimiento anual y
consolidando el país como un centro logístico mundial, mejorando
significativamente la educación de los ciudadanos, nos lleva a la conclusión
que de alguna manera muy singular estamos en dirección correcta, como
puntualizó el Ministro Roberto Henríquez en su mensaje de cierre, dando luz a
la posibilidad de publicar un libro titulado Por Qué Prosperan los Países.
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