Parque nacional Darién |
En víspera de la celebración del centenario del canal de Panamá, pocos somos los que examinamos el axiomático lienzo de su origen. En la inmensidad del Darién, nuestra mayor y menos poblada provincia, se encuentra el escenario donde Balboa acomodó por siempre a Panamá en el corazón del crucigrama del mapa mundial.
¿Cómo? me preguntaba ¿es posible que en quinientos años no hemos aprovechado la magnificencia de la panorámica del Mar del Sur tiernamente besando las playas del golfo de San Miguel desde la cima del cerro Pechito Parao, tal cual le vislumbró su Adelantado en inédito posado, como irrebatible sendero turístico y obligatorio sitio de visita al manar de Tocumen?
El canal no fue concebido por los gringos. Los dolores de parto de su nacimiento los fraguó Carlos V de España, recién pasada la adolescencia del descubrimiento de Balboa, cuando en 1536 ordenó el primer estudio sobre una propuesta canalera a través del istmo. La historia es fecunda sobre el fenomenal impacto de la hazaña de Balboa, el posterior descalabro francés a finales del decimonono anterior al exitoso dragado del canal de Panamá por el Cuerpo de Ingenieros del Ejercito de Estados Unidos.
Si analizamos fríamente los hechos, estos son los dos eventos más relevantes en la historia del istmo de Panamá. Y a pesar de nuestro romance con el extremeño Balboa (somos, después de todo, el único país en el universo que honra al mismo personaje con su moneda y su cerveza), solamente señalamos al canal como el sitio de mayor trascendencia.
El año pasado, con motivo de la conmemoración de los 500 años del descubrimiento del Océano Pacífico, me honró liderar la primera expedición de ejecutivos en la historia, un puñado de valientes socias y socios de APEDE, en escalar el cerro Pechito Parao. Posterior a nuestro traslado de 200 kilómetros al poblado de Santa Fe, en el distrito de Chepigana en Darién, abordamos vehículos 4X4 pasando el pueblo de Cucunati, hasta llegar a Quebrada Eusebio donde pernoctamos, permaneciendo en total entrega con la naturaleza al perder la señal celular, sufriendo la metamorfosis hacia lo que era y debe ser el homo sapiens. Esta singular experiencia la deben palpar todos los panameños y sobremanera nuestros visitantes.
Se denomina Pechito Parao, porque el cerro tiene la forma de un musculoso tórax. Su
Pechito Parao |
escalamiento, por la mayor parte, es de fácil travesía hasta llegar casi a la cima donde existe un pequeño tramo que exige la utilización de sogas. El sendero esta prácticamente cubierto por frondosos arboles, haciendo la caminata más fresca y para nuestra sorpresa sin la presencia de mosquitos u otros insectos.
El camino es una alusión a nuestra insignificancia. Vamos y venimos, pero la naturaleza es eterna. El trayecto nos ubica en nuestro sitio, subrayando que no somos los amos del universo sino componentes dentro de el. ¡La majestuosidad de la vista en la cumbre es indescriptible! ¡Es inenarrable lo que sintió Balboa hace 500 años! Esa vivencia hace de Panamá un destino sin igual en el universo. Tenemos que tomar la iniciativa de desarrollar el sendero de Pechito Parao como un destino de la mayor jerarquía al visitar el istmo.
En estos momentos en que el mundo se encuentra en un punto de ebullición, cuando los humanos estamos fraguando guerras y hecatombes por doquier, es tal vez el mejor instante para tonificarnos en la catedral de la naturaleza, y allí, alejados de nuestras cárceles de concreto, ciudadelas del siglo XXI, redescubrir nuestra sensibilidad.
Goza el istmo de innumerables atractivos ecológicos. No en vano el diario The New York Times nos describe como “una vergüenza de belleza natural”. Si vertimos en el cocido el ingrediente único de nuestra historia, resultaríamos bendecidos por ofertas que jamás nuestros competidores podrían fraguar. El Camino Real como sendero turístico bien podría multiplicar nuestro turismo con peregrinos de todas las esquinas del mundo por su invaluable valor histórico, adornado por enormes azuladas mariposas y un bosque sin par en el mundo. Fundada por Balboa, la isla de San Pedro y su particular poblado de Taboga, sede de la segunda iglesia más antigua del continente y laboratorio del pintor impresionista francés Paul Gaughin. ¡Y por allí nos vamos!
Esa es la erudición de la cima de Pechito Parao. ¡Manos a la obra, olvidemos Machu Pichu y las alturas de Nepal, desarrollemos este destino como una experiencia turística única en la vida!
Diario Panamá América
9 de agosto 2014
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