Diario Panamá América
30 de julio 2014
Soluciones,
no censuras
Jaime
Figueroa Navarro
Durante
un tranque capitalino la semana pasada, escuchaba en la radio a Álvaro Alvarado
despotricar contra la Dirección de Aseo por el estado de desaseo de la zona
paga de Balboa, posterior al comentario de un radio escucha, reclamando por la
presencia de hormiguitas en los
predios.
Durante
el mismo tranque, en lo que pareciera un retorno al pasado, a la “A Connecticut Yankee in King Arthur´s
Court”, la clásica novela del humorista y escritor Mark Twain, donde un
ingeniero americano de finales del siglo XIX es accidentalmente transportado a
la edad Media, no uno, sino tres diablos
rojos, despojados de su clásica pintura, nos sobrepasaron en un académico
ejemplo del boleteo múltiple y encarcelamiento extendido al que serian
expuestos sus temibles conductores en un país civilizado. Lo único que pareciese hacer falta es que
ahora los taxistas olviden pintar sus automóviles de amarillo y que se forme un
piqueteo, so amenaza de huelga general, trancando la cinta costera durante las
horas de transito pico.
La
proliferación de basura y el desordenado manejo son dos de los vicios que mayor
impactan la opinión de los turistas que nos honran con su presencia y sus
bolsillos ahora que la industria sin chimeneas ha sobrepasado al canal como el
sector de mayor fuente de ingresos en la república.
La
indiferencia ciudadana ante estos dos graves problemas es fatídica. Muchos me intiman: “Así es el panameño, por un lado cochino y
por el otro desordenado al conducir. No
hay nada que lo cambie.”
Permítanme
compartir una parábola: Los ciudadanos
de Estados Unidos estaban tan hartos con el tema de los cochinos que obligaron
a sus autoridades a tomar cartas en el asunto para resolver este asunto
ambiental, sanitario y estético.
En California, por ejemplo, se
castiga al cochino con una multa de $100 y 8 horas de recolección de basura en
las carreteras estatales, de tratarse de su primera ofensa. Ofensas subsecuentes son castigadas con $750
de multa y 24 horas de recolección de basura.
En el estado de Oregón, lanzar una pava de cigarrillo desde un
automóvil, conlleva una multa de $2,500 y 5 años en prisión. Estudios arrojaban un promedio de 372 libras de basura por cada milla
de carretera, incluyendo 3,000 pavas de cigarrillos. No nos vayamos muy lejos, en la Zona del
Canal de Panamá durante la jurisdicción norteamericana, era prohibido arrojar
basura. Los panameños cochinos
respetaban la ley gringa, pero una vez fuera del limite de la Zona, en Arraijan,
arrojaban todos los deshechos desde automóviles y autobuses.
La
única forma de cambiar al desordenado conductor istmeño es con la proliferación
de los desaparecidos agentes de transito.
Cuando el riesgo percibido de ser pescado por las autoridades de
transito cometiendo una infracción aumentan,
las probabilidades que los conductores manejen desordenadamente
disminuyen. Con la absurda cantidad de
infracciones que detecto solamente a cinco minutos de arrancar mi vehículo, no
solamente se pagarían los salarios de los agentes, sino que también servirían
las multas como una importante fuente de ingresos al estado para la manutención
y mejoramiento de nuestras carreteras.
Uno de los ejemplos más patéticos que me repiten los visitantes, es la
falta de cortesía con el peatón. El
estado de Tennessee castiga al conductor que no cede ni se detiene frente a un
peatón con la suma de $500 y 30 horas de trabajo comunitario.
“Obediencia
a la ley es libertad”, lee el mensaje grabado sobre el edificio de las cortes
del condado de Worcester, Massachusetts.
Mejorando estos dos renglones lograríamos un mayor índice de aprobación
por parte de nuestros visitantes y elevaríamos a la república a los niveles de
país del primer mundo al que pretendemos ingresar. ¡Manos a la obra!
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