Diario
Panamá América
23 de
agosto 2014
Hacia un Turismo
Diferente
Jaime
Figueroa Navarro
Nos
colaboran este año la Iglesia Católica y la Organización Mundial de Turismo con
un reverdecer de la actividad más burbujeante de la economía istmeña a través
de su clarividente mensaje del desarrollo de las comunidades para el logro de
un turismo más participativo y próspero.
No se trata de hacer docencia por hacerla sino más bien de un renacer de
muchas comunidades que al pasar de los años han sufrido la desidia de nuestros
gobernantes y gobernados y que pueden gozar de primaveral retoño, como se
pretende hacer en el I Congreso de Pastoral de Turismo de Panamá durante la
ultima semana del mes de septiembre.
Así
como el urbanismo durante la década de los cincuenta del pasado siglo creó una
megalópolis en Japón uniendo las ciudades de Tokio,
Yokohama, Nagoya, Osaka y Kobe, vemos un fenómeno similar en la ciudad de
Panamá que comprende desde Chepo y Pacora al este hasta Capira en el oeste,
desvalijando los entornos rurales de su más preciado elemento, causando así una
migración citadina que desprecia y deniega sus raíces. Es así, por ejemplo, que al entrevistar al
ciudadano común en nuestra orbe, este se siente mas orgulloso de morar en la 24
de diciembre que aceptar sus raíces santeñas o veragüenses.
Del otro lado de la moneda vemos con buenos ojos la
creación de alternativas diferentes alrededor del globo con la génesis de
ecoaldeas.
Una ecoaldea es ante todo un renovado intento de
la humanidad por vivir en armonía con la naturaleza y con el prójimo, siendo la
punta de lanza en el movimiento hacia el desarrollo de asentamientos humanos
sostenibles. Por ello, las ecoaldeas suponen el terreno ideal para experimentar
empíricamente con nuevas ideas, técnicas y tecnologías, que podrán ser
integradas en el futuro en el grueso de la población mundial.
La necesidad de desarrollar asentamientos humanos
sostenibles está directamente relacionada con la Cumbre de la Tierra, en Río de
Janeiro (1992), en la que los líderes de los principales países del mundo se
comprometieron a impulsar en sus respectivos países el cambio hacia la
sostenibilidad para el siglo XXI, a partir de un documento consensuado que es
la Agenda 21.
La Red Global de
Ecoaldeas, conocida por sus siglas en inglés GEN: Global Ecovillage Network fue
fundada en 1995, como resultado de una conferencia mundial sobre “Ecoaldeas y
comunidades sostenibles” en Findhorn, Escocia, donde Panamá no participó. Es una organización de comunidades y personas
que comparten ideas y desarrollan intercambios culturales y educacionales. El
primer objetivo de la GEN es apoyar y estimular el desarrollo de nuevos
asentamientos sostenibles en el mundo entero.
Un ejemplo en caso es el
desarrollo pionero de la ilustre Chef chiricana Patricia Miranda Allen en la
comunidad de Volcán en tierras altas.
Como diría el cantautor istmeño Rubén Blades “sin querer, queriendo”,
nos brinda a propios y extraños en su restaurante Cerro Brujo Gourmet una
gastronomía diferente y fresca, utilizando su recetario Ngabe Bugle Fogón de Mis Amores, nada más ni nada
menos ganador del XVII Gourmand World Cookbook Awards en Paris, Francia
ubicándole en 2012 en el mismo sitial universal que otros ilustres compatriotas
como Manos de Piedra Durán e Irving Saladino.
Parte integral de la
visita, antes de adentrarse al restaurante es la peregrinación en la huerta
orgánica aledaña donde Patricia y su cuadro de colaboradoras indígenas siembran
con extremo cariño desde las lechugas y tomatitos que forman parte de su menú
como también crían cabras para la presentación de quesos variados, productos de
su fresca leche.
Co-gestora de diversas
iniciativas, Patricia Miranda Allen nos brinda, entre otras, Volcán Verde Integral, basada en los
cuatro pilares: salud, ambiente, gastronomía y turismo, que incluye la capacitación
a mujeres de escasos recursos de la provincia de Chiriqui, culminando este año
en la actividad más original y comunitaria para la celebración del centenario
del canal de Panamá, aderezando la paella más grande en la historia nacional en
conjunto con una docena de afamados chefs provenientes de los países que
colaboraron con la mano de obra para la vía interoceánica.
Esta ilustre y sencilla
pionera es digna de clonación como ejemplo de lo que se desea gestar en el
istmo, a través del desarrollo de ecoaldeas, para el reemplazo de grasientas
hamburguesas y coca colas por aguas de pipa, corvina al ajo, plátanos en
tentación y pixbaes, en la constante y palpitante educación gastronómica a
nuestros visitantes.
Bien valdría la pena que
la Autoridad de Turismo de Panamá, en sus programas de creación de fuentes de
empleo y magnetos al turismo, incluyera el fomento del desarrollo de ecoaldeas
como una alternativa fresca y diferente que los turistas puedan naturalmente aprovechar
durante sus visitas al istmo.
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