jueves, 21 de agosto de 2014

Hacia un Turismo Diferente

Diario Panamá América
23 de agosto 2014

Hacia un Turismo Diferente
Jaime Figueroa Navarro

Nos colaboran este año la Iglesia Católica y la Organización Mundial de Turismo con un reverdecer de la actividad más burbujeante de la economía istmeña a través de su clarividente mensaje del desarrollo de las comunidades para el logro de un turismo más participativo y próspero.  No se trata de hacer docencia por hacerla sino más bien de un renacer de muchas comunidades que al pasar de los años han sufrido la desidia de nuestros gobernantes y gobernados y que pueden gozar de primaveral retoño, como se pretende hacer en el I Congreso de Pastoral de Turismo de Panamá durante la ultima semana del mes de septiembre.

Así como el urbanismo durante la década de los cincuenta del pasado siglo creó una megalópolis en Japón uniendo las ciudades de Tokio, Yokohama, Nagoya, Osaka y Kobe, vemos un fenómeno similar en la ciudad de Panamá que comprende desde Chepo y Pacora al este hasta Capira en el oeste, desvalijando los entornos rurales de su más preciado elemento, causando así una migración citadina que desprecia y deniega sus raíces.  Es así, por ejemplo, que al entrevistar al ciudadano común en nuestra orbe, este se siente mas orgulloso de morar en la 24 de diciembre que aceptar sus raíces santeñas o veragüenses.

Del otro lado de la moneda vemos con buenos ojos la creación de alternativas diferentes alrededor del globo con la génesis de ecoaldeas.
Una ecoaldea es ante todo un renovado intento de la humanidad por vivir en armonía con la naturaleza y con el prójimo, siendo la punta de lanza en el movimiento hacia el desarrollo de asentamientos humanos sostenibles. Por ello, las ecoaldeas suponen el terreno ideal para experimentar empíricamente con nuevas ideas, técnicas y tecnologías, que podrán ser integradas en el futuro en el grueso de la población mundial.
La necesidad de desarrollar asentamientos humanos sostenibles está directamente relacionada con la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro (1992), en la que los líderes de los principales países del mundo se comprometieron a impulsar en sus respectivos países el cambio hacia la sostenibilidad para el siglo XXI, a partir de un documento consensuado que es la Agenda 21. 

La Red Global de Ecoaldeas, conocida por sus siglas en inglés GEN: Global Ecovillage Network fue fundada en 1995, como resultado de una conferencia mundial sobre “Ecoaldeas y comunidades sostenibles” en Findhorn, Escocia, donde Panamá no participó.  Es una organización de comunidades y personas que comparten ideas y desarrollan intercambios culturales y educacionales. El primer objetivo de la GEN es apoyar y estimular el desarrollo de nuevos asentamientos sostenibles en el mundo entero.
Un ejemplo en caso es el desarrollo pionero de la ilustre Chef chiricana Patricia Miranda Allen en la comunidad de Volcán en tierras altas.  Como diría el cantautor istmeño Rubén Blades “sin querer, queriendo”, nos brinda a propios y extraños en su restaurante Cerro Brujo Gourmet una gastronomía diferente y fresca, utilizando su recetario Ngabe Bugle Fogón de Mis Amores, nada más ni nada menos ganador del XVII Gourmand World Cookbook Awards en Paris, Francia ubicándole en 2012 en el mismo sitial universal que otros ilustres compatriotas como Manos de Piedra Durán e Irving Saladino. 
Parte integral de la visita, antes de adentrarse al restaurante es la peregrinación en la huerta orgánica aledaña donde Patricia y su cuadro de colaboradoras indígenas siembran con extremo cariño desde las lechugas y tomatitos que forman parte de su menú como también crían cabras para la presentación de quesos variados, productos de su fresca leche.
Co-gestora de diversas iniciativas, Patricia Miranda Allen nos brinda, entre otras, Volcán Verde Integral, basada en los cuatro pilares: salud, ambiente, gastronomía y turismo, que incluye la capacitación a mujeres de escasos recursos de la provincia de Chiriqui, culminando este año en la actividad más original y comunitaria para la celebración del centenario del canal de Panamá, aderezando la paella más grande en la historia nacional en conjunto con una docena de afamados chefs provenientes de los países que colaboraron con la mano de obra para la vía interoceánica.    
Esta ilustre y sencilla pionera es digna de clonación como ejemplo de lo que se desea gestar en el istmo, a través del desarrollo de ecoaldeas, para el reemplazo de grasientas hamburguesas y coca colas por aguas de pipa, corvina al ajo, plátanos en tentación y pixbaes, en la constante y palpitante educación gastronómica a nuestros visitantes.   

Bien valdría la pena que la Autoridad de Turismo de Panamá, en sus programas de creación de fuentes de empleo y magnetos al turismo, incluyera el fomento del desarrollo de ecoaldeas como una alternativa fresca y diferente que los turistas puedan naturalmente aprovechar durante sus visitas al istmo.

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