Diario
Panamá América
16
de mayo 2015
En
Vez de Estas Soberbias Torres
Jaime
Figueroa Navarro
Conversando
ávidamente a mediados de 2009 durante una reunión en las oficinas del Patronato
Panamá Viejo con el espléndido Diógenes Cedeño Cenci, doctorado de la
Universidad Complutense de Madrid en filología románica (estudio
de los textos escritos, a través de los que se intenta reconstruir, lo más
fielmente posible, el sentido original de los mismos con el respaldo de la
cultura que en ellos subyace), nuestro careo volteó abruptamente del Cacique
Quibián y Veragua (como denominó
Colón a su escribano durante su IV viaje la única provincia que goza de costas
en ambos mares), temas que le arrebataban y sobre los cuales escribió con
pasión desenfrenada, hacia mi visión de un Panamá Viejo renovado como magneto
único de atracción turística mundial.
Los
ojitos del Dr. Cedeño Cenci fulguraban cual diamantes recién sustraídos de las obscuras
profundidades de una mina en Sudáfrica, fusión de presión y temperatura, al
escuchar mis argumentos sobre el renacer turístico de Panamá Viejo. Por un lado, mi sacrílega sugerencia de
reconstruir las ruinas, violando todos las normas de la omnipotente UNESCO y
por el otro visualizando lo que matizaba en el lienzo de su mente. A raíz de ese encuentro entablamos una
profunda y efímera amistad, con ese fantástico hijo del pueblo, grandioso ser
humano, sencillo, único en servir a la nación istmeña como flamante Ministro de
Educación, Rector de la Universidad de Panamá y Director del Instituto Nacional
de Cultura, separándonos unos meses después su inesperado fallecimiento.
Perdí
físicamente a mi mayor aliado y buen amigo pero no así las esperanzas, porque
en espíritu aun me acompaña el querido Don Diógenes, por el logro de un
renacimiento que a la par de la lentísima reconstrucción del Casco Antiguo, aflore
el asombro de propios y extraños sobre las maravillas históricas que acicalan
el verdor istmeño, sirviendo como un impresionante imán al turismo,
multiplicando la cantidad y calidad de visitantes, incrementando vigorosamente
los raquíticos índices de ocupación hotelera capitalina.
Seamos
sinceros, no se asemejan turísticamente Panamá Viejo y el Monte Saint-Michel en
la Normandía francesa. Ante todo, porque
este ultimo recibe 3.2 millones de visitantes al año ¡mas que toda la república de Panamá! La diferencia estriba es que las nuestras
son unas ruinas, por ende muertas, mientras que el islote de ellos desde el siglo XIX fue sitio de visita obligatoria de escritores y pintores
románticos como Guy de Maupassant, por su encanto único y pintorescas
cualidades. Al final de ese siglo, varios hoteles se establecieron en el Monte,
transformándose durante la segunda mitad del siglo XX en un lugar de visita a
nivel mundial, lo que ha hecho de la pequeña ciudad normanda uno de los
destinos turísticos más importantes de Francia.
¿No podemos innovar al romántico Panamá Viejo, que convive con las aledañas
canchas de futbol de los lugareños, gozando de una anémica cifra de visitantes
diarios que nos debiese dar profunda vergüenza, en un pilar del turismo mundial?
Seré blasfemo antes los ojos de los irreverentes
defensores del status quo, pero esa catedral de Panamá Viejo, en su momento el
rascacielos más alto del continente durante su limitada existencia un tris mas
allá del siglo, y su magnifico conjunto monumental gozan de un potencial como
imán al turismo que jamás han visualizado los que indolentemente achicharran
las sillas del turismo nacional.
¿Se imaginan ustedes una ciudadela renovada, al estilo
colonial, con sus imponentes edificaciones transformadas en hoteles,
restaurantes, adoquinadas calles del exclusivo uso de transeúntes y flamantes
carretas a caballos? No una atalaya
cualquiera, sino la primera ciudad del Pacifico de las Américas, donde se
respira la historia de la colonia y la génesis del comercio mundial. Remozando su Camino Real, primer sendero transcontinental,
que nace en el Puente del Rey y corona en Portobelo, trocha donde circula,
durante la colonia, la mayor cantidad de oro en la historia universal, serviría
de complemento americano al medioeval camino de Santiago de Compostela en
España, con la única diferencia que el nuestro esta cincelado por azuladas
mariposas, rubios guayacanes y esplendente verdor.
Si la prensa italiana describe actualmente nuestra ciudad
como una emulsión tropical de Manhattan y Venecia haciendo referencia al Casco
Antiguo y las edificaciones capitalinas del siglo XXI ¿conjeturan como le retratarían con el tercer
componente, una Verona con su plaza Bra, reemplazando a Julieta por la
guapísima Anayansi y las barcazas de pescadores con un galeón que portaría el
nombre de Balboa?
Ennoblece al alma el espíritu de Cedeño Cenci,
continuando nuestro diario bregar, horadando la roca hasta que finalmente
logremos fraguar este sueño para el beneficio de nuestro turismo, culminando el
anhelo de mostrar lo que es y lo grandioso que fue, creando miles de nuevas y
bien remuneradas plazas de empleo permanentes, aglutinando Tocumen de turistas
que se quedan en lugar de pasar, enriqueciendo de esta forma el bolsillo y el
corazón istmeño.
"indolentemente achicharran las sillas..." sumemos a nuestros hermanos del Turismo Jaime, demos un voto de confianza y pro-activamente juntos empujemos hacia el futuro con ardientes fulgores de gloria que iluminan el conocimiento de nuestra nacion
ResponderEliminar