jueves, 21 de mayo de 2015

Riqueza Compartida

Diario Panamá América
23 de mayo 2015

Riqueza Compartida
Jaime Figueroa Navarro

Sorbiendo poco a poco el humeante café durante una brutalmente gélida mañana de enero en los albores de la década de los setenta en la Universidad de Nebraska, en uno de esos amaneceres en Lincoln, desconocidos en los trópicos por su esencia de trote, es decir, donde se camina con cadencia acelerada por el sádico frio que penetra los huesos y el alma, tomando un receso a las innumerables ecuaciones econométricas de la clase del Dr. Gupta, a quien para comprenderle la esencia de su mensaje le escuchaba desde primera fila con especial atención su acento Indostán, iniciamos la incisión al análisis de Adam Smith.

Para los que no saben, y no tienen por que saberlo si no estudiaron la disciplina, Adam Smith fue un filósofo y economista (1723-1790) al que se le considera el padre de la economía.  Su obra magistral, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776),  nos señala su mayor recogimiento: que es “el interés propio el que dirige todos los aspectos del comportamiento y la actividad humana”; esto es, según sus ideas, lo que hace que se impulse la división del trabajo y la acumulación de capital, originando a su vez, un incremento en la productividad.

La riqueza de las naciones, nos cuenta Smith, se basa en el trabajo cumulativo de sus habitantes.  Pero no es tan sencillo nada, hay que ir más allá en la incisión del paciente.  Existe una mano invisible que regula el mercado de bienes y servicios, en la cual el Estado tiene actualmente mucho que ver.  He allí el meollo del asunto, las drásticas diferencias entre, por ejemplo, Estados Unidos, Singapur y Panamá.

Mientras en Panamá hemos pestañeado una economía capitalista de laissez faire empantanada por actividades para nada competitivas en el manejo de capitales, mercados y precios por parte de elementos que han sido dañinos al pleno desarrollo del país y de todos sus habitantes, escuchamos la refrescante noticia esta semana donde el Consejo Municipal de la ciudad de Los Ángeles, California, aprobó 14-1 (el voto en contra de seguro representa intereses harto obscuros) el aumento del salario mínimo en esa jurisdicción de $9 a $15 por hora.

Antes de tildar como imprudentes a los Honorables Concejales angelinos, retomemos la esencia de la filosofía de Smith.  “Con el progreso de la sociedad, las compensaciones de esta especie (dinero), que corresponden a una mayor pericia y esfuerzo, generalmente se reflejan en los salarios”, decía.

Conversaba esta semana con una empresaria venezolana el tema de la riqueza compartida y la actual situación en su país.  “Durante décadas el poder político y económico lo compartieron los Adecos (partidarios de Acción Democrática) y Copeyanos (partido Social Cristiano), hartos en corrupción en un país que gozaba de una exuberante bonanza petrolera.  Chávez llega al poder como resultado de la indiferencia de los políticos a las grandes masas bolivarianas.”  Suena harto familiar, tropicalizando los actores.

Urge en un Panamá bendecido por su geografía, donde el nuevo canal será sinónimo de una cornucopia jamás vista en nuestra historia, sensatez, seriedad, la selección de los más capaces en la faena publica y sobremanera muchísimo amor por la patria en el quehacer político, judicial y económico de la nueva república.


Se hace de esencia un viraje que mejore los paupérrimos niveles de educación de todos los panameños, la escuálida repartición de los recursos y nuestra selección por compatriotas honrados y capaces, véase como sacrosanto ejemplo al recién partido Chinchorro Carles, en la administración de la cosa publica y del sector privado.  La ruleta rusa del peligroso experimento partidista criollo tiene que cambiar antes que sea demasiado tarde.  Gracias Adam Smith por tu escueta y gélida lección.  ¡Aun estamos a tiempo!        

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