sábado, 28 de noviembre de 2015

Allez la France!

Diario Panamá América
19 de noviembre 2015

Allez la France!
Jaime Figueroa Navarro

Símil al nuestro “¡Somos la Sele!” retumbaba el grito de guerra de la selección nacional gala en el Estadio de Francia de Saint Denis, dibujada la bandera tricolor sobre rosados cachetes de múltiples hinchas en los extramuros de París el viernes pasado mientras aventajaba a su homologo teutón 2-0, al estallar una bomba, luego otra y otra más, para abruptamente despertarnos al nuevo amanecer del siglo XXI.

Desde el asiento de pasajero del azul y blanco Chrysler New Yorker automático, versión 1959 cuando se estilaban corpulentos autos, donde los cambios se efectuaban oprimiendo botones con la mano izquierda, surtido de la novel opción de aire acondicionado y vidrios eléctricos, observaba y admiraba de niño a mi padre mientras entonaba las notas del himno nacional de Francia, reflejando   en su lírica un profundo amor por el sentir de patria y de libertad, como ningún otro.  A pesar de no comprender su letra, nos  enseñó su vocalización con esmero al detalle, remembranza de aquellos tiempos idos de sus estudios de medicina en el viejo continente entre guerras cuando La Marseillaise, un clamor a la justicia y a la libertad, hacía más sentido en una Francia agrícola en pacifica y tenue tregua.

Se trata de un ataque a nuestros valores. No solo los de Francia, sino los de todos los países que comparten la fe en la democracia, la tolerancia y el valor del ser humano. El enemigo es bien claro en su objetivo y metodología: Hay que destruir todo lo que no piense como nosotros.

Con los crueles asesinatos del viernes 13, ISIS intenta provocar que se ultraje a la población musulmana que vive en Francia, como ocurrió tras el atentado a Charlie Hebdo el 14 de enero donde sucumbieron una docena de editores y colaboradores de la revista. Pretenden que esa población se diga que no vale la pena integrarse en ese país, donde existen muchos problemas de integración, y se termine radicalizando, convirtiéndose en fuente de más mártires para sus huestes.

En nuestro mundo globalizado es un problema serio el tema de la inmigración e integración, resultado en su mayoría de la incorporación de súbditos a los imperios que prevalecían en las centurias anteriores en los países  más desarrollados.  Percibimos así, por ejemplo, una Londres atiborrada por un arco iris de habitantes caribeños, africanos, árabes y asiáticos, fiel reflejo de la anécdota “el sol nunca se oculta en el imperio británico” de la misma forma que de este lado del atlántico observamos la latinización de Estados Unidos.

Un tema es religión y el respeto al culto y otra muy diferente es degollar públicamente a hombres inocentes y someter a indefensas mujeres a los caprichos de los barbaros instintos de sus dueños.  Pero eso era allá lejos, en Siria e Iraq.  Ahora el escenario es París, retándonos a un duelo imposible de ganar, cometiendo la incrédula falta de hacer añicos un avión comercial ruso en Egipto, logrando así la galvanización de polos enteramente opuestos en la común misión de la erradicación de ISIS.

Defender nuestra forma de vida y de ser significa continuar nuestra particular joie de vivre, a pesar de lo ocurrido en Paris, o despejando la memoria, lo acontecido en Nueva York el 11 de septiembre de 2001.  Este año visité ambas ciudades, sin el mínimo escarmiento ni recato, tal como lo haré el resto de la vida.  Cambiar mi rutina sería equivalente a darle alimento al fuego de odio que pretenden encender en nuestras almas o dejar de volar simplemente porque se accidentó un avión, cuando el transporte aéreo es la forma más segura de desplazarnos.

Pero lo que si nos toca es detenernos en nuestro andar por la vida, meditar y preguntarnos por qué en nuestros tiempos aun el Homo sapiens no ha logrado evolucionar lo suficiente para eliminar los vestigios de la maldad.             

Será una larga lucha que se extenderá por todo el globo.  Al final, escuchando las notas de La Marsellaise de trasfondo, los barbaros serán sometidos.  Es una lastima que nuestra capacidad para hacer el mal no se haya convertido en parte integral de la modernización del ser humano.  Allez la France!         

  


      

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