Diario
Panamá América
19 de noviembre 2015
Allez
la France!
Jaime Figueroa
Navarro
Símil
al nuestro “¡Somos la Sele!” retumbaba el grito de guerra de la selección nacional
gala en el Estadio de Francia de Saint Denis, dibujada la bandera tricolor
sobre rosados cachetes de múltiples hinchas en los extramuros de París el
viernes pasado mientras aventajaba a su homologo teutón 2-0, al estallar una
bomba, luego otra y otra más, para abruptamente despertarnos al nuevo amanecer
del siglo XXI.
Desde
el asiento de pasajero del azul y blanco Chrysler New Yorker automático,
versión 1959 cuando se estilaban corpulentos autos, donde los cambios se
efectuaban oprimiendo botones con la mano izquierda, surtido de la novel opción
de aire acondicionado y vidrios eléctricos, observaba y admiraba de niño a mi
padre mientras entonaba las notas del himno nacional de Francia, reflejando en su lírica un
profundo amor por el sentir de patria y de libertad, como ningún otro. A pesar de no comprender su letra, nos enseñó su vocalización con esmero al detalle,
remembranza de aquellos tiempos idos de sus estudios de medicina en el viejo continente
entre guerras cuando La Marseillaise, un
clamor a la justicia y a la libertad, hacía más sentido en una Francia agrícola
en pacifica y tenue tregua.
Se trata de un ataque a nuestros valores. No solo los de Francia, sino los
de todos los países que comparten la fe en la democracia, la tolerancia y el
valor del ser humano. El enemigo es bien claro en su objetivo y metodología:
Hay que destruir todo lo que no piense como nosotros.
Con los crueles asesinatos del viernes 13, ISIS intenta provocar que se ultraje
a la población musulmana que vive en Francia, como ocurrió tras el atentado a Charlie
Hebdo el 14 de enero donde sucumbieron
una docena de editores y colaboradores de la revista. Pretenden que esa
población se diga que no vale la pena integrarse en ese país, donde existen
muchos problemas de integración, y se termine radicalizando, convirtiéndose en
fuente de más mártires para sus huestes.
En nuestro mundo globalizado es un problema serio el tema de la inmigración
e integración, resultado en su mayoría de la incorporación de súbditos a los
imperios que prevalecían en las centurias anteriores en los países más desarrollados. Percibimos así, por ejemplo, una Londres
atiborrada por un arco iris de habitantes caribeños, africanos, árabes y asiáticos,
fiel reflejo de la anécdota “el sol nunca se oculta en el imperio británico” de
la misma forma que de este lado del atlántico observamos la latinización de
Estados Unidos.
Un tema es religión y el respeto al culto y otra muy diferente es degollar
públicamente a hombres inocentes y someter a indefensas mujeres a los caprichos
de los barbaros instintos de sus dueños.
Pero eso era allá lejos, en Siria e Iraq. Ahora el escenario es París, retándonos a un
duelo imposible de ganar, cometiendo la incrédula falta de hacer añicos un
avión comercial ruso en Egipto, logrando así la galvanización de polos enteramente
opuestos en la común misión de la erradicación de ISIS.
Defender nuestra forma de vida y de ser significa continuar nuestra
particular joie de vivre, a pesar de
lo ocurrido en Paris, o despejando la memoria, lo acontecido en Nueva York el
11 de septiembre de 2001. Este año
visité ambas ciudades, sin el mínimo escarmiento ni recato, tal como lo haré el
resto de la vida. Cambiar mi rutina sería
equivalente a darle alimento al fuego de odio que pretenden encender en nuestras
almas o dejar de volar simplemente porque se accidentó un avión, cuando el
transporte aéreo es la forma más segura de desplazarnos.
Pero lo que si nos toca es detenernos en nuestro andar por la vida, meditar
y preguntarnos por qué en nuestros tiempos aun el Homo sapiens no ha logrado
evolucionar lo suficiente para eliminar los vestigios de la maldad.
Será una larga lucha que se extenderá por todo el globo. Al final, escuchando las notas de La Marsellaise de trasfondo, los
barbaros serán sometidos. Es una lastima
que nuestra capacidad para hacer el mal no se haya convertido en parte integral
de la modernización del ser humano. Allez la France!
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