Diario Panamá América
14 de noviembre 2015
Tiempos Extraordinarios
Jaime Figueroa Navarro
A pesar de la inagotable novela que a diario despeja
el telón del alba tropical istmeña, destacando nuestro pueril tanteo político, despuntando
en un recodo el inexplicable aumento en
los precios del combustible, beneficiando, a quien sabe quien en perjuicio de
todos, cuando los indicadores mundiales navegan precisamente en dirección
opuesta, Panamá sigue siendo bendecida por el ojo del Creador como su experimento
del Paraíso.
Repasando mis vivencias en IBM donde ofrecíamos
exitosamente la más cara de las alternativas en el mercado tecnológico,
¿recuerdan el impacto de la maquina de escribir de “bolita”, esa que rozaba los
mil dólares hace 30 años o la novel computadora personal XT que al doble del
precio ofrecía 10MB de memoria? Medito sobre
lo que no es en lugar de lo que vivimos.
A falta de una obra bilingüe, español-inglés,
finamente redactada, sin errores ni horrores, con fotos propias porque lo que vemos lleva sobrentendido un elogio mayor a la utopía que observamos
o revelado de otra manera, acordemos en que tal vez toda fotografía refleja más
sobre quién se encuentra tras la cámara que todo aquello que le queda a la
distancia, me hallo contorneando
mi libro de turismo istmeño, Fantastic Panama!
Bajo la erudita tutela en Bogotá de Benjamín Villegas, presidente de la
casa editorial más prestigiosa de las américas en temas de turismo, plasmamos
la creación de un texto que esboza al istmo por rutas, cada capitulo dedicado a
una de las diversas particularidades que nos distinguen sobre todo los que no
rodea.
Es así, por ejemplo, que despuntamos con el más descollante descubrimiento
de la historia universal, lo que finalmente nos permite realizar el sueño de
conocer el mundo de frontera a frontera, el descubrimiento del Mar del
Sur. El avistamiento del más grande de
los océanos sobre la cima del cerro Pechito Parao en Darién inaugura el compendio
con la Ruta de Balboa.
Lo que buscamos es ubicar al transeúnte en un sitio más allá de un canal,
de una dictadura y una invasión, educándole con particular cariño sobre las
savias que alimentan el verdor istmeño.
La Ruta del Oro nos traslada a la época colonial donde el Camino Real se
convierte en la vereda entre Panamá La Vieja, primera ciudad del Pacífico de
las Américas y Portobelo que contempló el mayor trafico del codiciado metal
durante la historia.
Símil a su homologo en el estado de Jalisco, México, la Ruta del Ron
escudriña el proceso de fabricación del brebaje etílico de fama mundial en las
cercanías del poblado de Pesé en la provincia de Herrera, adornándole con la
originalidad de nuestras tradiciones en la aledaña santeña Ruta del Folclor.
La Ruta del Café nos traslada a un Panamá de altura donde reina la eterna
primavera y se cosecha la infusión de
máxima calidad en el planeta, amén de sus otras virtudes que le sitúan como el
paraíso para el retiro.
La Riviera Pacifica añade un conjunto de playas con extensas canchas de
golf y todos los elementos para el confort moderno, contorneadas por montañas
dándole así un toque pintoresco en medio del verdor tropical. Complementando esta ruta, como si fuera
poco, el Paraíso Kuna y Bocas Caribeño resaltan la diversidad de nuestras
playas al otro lado del istmo.
Finalizando el bouquet marino, Abundancia de Peces nos ilustra la
perspectiva de Coiba, las Perlas y bahía de Piñas como indiscutible tenedor de
la mayor cantidad de records mundiales de pesca deportiva.
Cerrando con broche de oro, el capitulo del Canal de Panamá y su
magnificente expansión nos traslada a la Dubái de las Américas, modernísima
capital istmeña, vigésima ciudad más alta del mundo, sede del Biomuseo, que con
su Casco Antiguo fue bautizada por la prensa italiana como una fusión tropical
de Manhattan y Venecia.
Fantastic Panama! … Hay que conocer para
ver.
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