Bella
Vista News
Septiembre
2016
5
Siglos No Se Fuman en Pipa
Jaime Figueroa Navarro
Me seduce viajar porque se recrea la historia y se atesora esos
maravillosos recuerdos en el disco duro del corazón mucho más plácidamente que adquiriendo
cualquier prenda que pierde su vigencia con el pasar del tiempo.
Como si fuese ayer rememoro mi estancia en el pueblito de Amboise en el
verano de mis quince años, aprendiendo a balbucear los pormenores silábicos de
la lengua de Moliere. Allí en plena
campiña gala, en el mero centro de la villa resalta un particular castillo que
nos invita a oxigenar la época del renacimiento. El Castillo de Amboise fue pellizcado por la
monarquía a sus legítimos dueños y reconstruido por reconocidos arquitectos
italianos, siendo el Clos Lucé, a su lado, la morada de Leonardo da Vinci
a partir de 1515 hasta su muerte. Cuando se vive el esplendor de sus jardines y
los detalles de cada uno de sus esquinas, se aprecia a fondo la intensidad de
la época.
El
primer capitulo, y el de mayor importancia en el desarrollo del Pacífico
continental y el verdadero motor de la expansión del comercio mundial, se da
como resultado de la fundación de la ciudad de Panamá Viejo el viernes 15 de
agosto de 1519, entre las comunidades capitalinas de San Francisco y Costa del
Este, como pujante metrópolis desde
donde germinan las incursiones de las cuantiosas conquistas españolas en las
costas del Pacífico de Norte y Sudamérica.
Yace en
su medula su más emblemática edificación, la catedral de Panamá Viejo,
inicialmente construida de madera, iniciando la edificación del actual templo de 1619 a 1626 por los bríos del obispo Francisco de Cámara, siendo
concertado el cantero Cristóbal de Armiñán para plasmar en piedra la nueva obra.
Los vestigios del edificio coinciden con la descripción que nos legó Juan
Requejo y Salcedo en 1640: “es de cantería y mampostería toda, enladrillada,
con tres anchas naves de bastante longitud, de diez lumbres (unos 40 metros),
con estantería de un palo fortísimo que produce la tierra llamado maría, con
basas de cantería y su enmaderamiento muy bien labrado de cedro...”. Servía el
ultimo nivel como campanario y torre de vigía con orientación invertida con el
ábside observando al mar, es decir, en dirección sur y no en dirección este
como ordenaban los cánones.
Es interesante recalcar que durante casi medio siglo hasta su sangriento
saqueo por el corsario inglés Henry Morgan en 1671 fue la edificación colonial
más eminente del continente americano, precursora de lo que es hoy la
majestuosa ciudad de Panamá, la tercera más elevada del continente, después de
Nueva York y Chicago, contando también con mayor numero de rascacielos que
todas las ciudades de Europa.
Mi herética creatividad, me invita a exponer la posibilidad que al igual
que los reyes de Francia, nosotros en pleno siglo XXI, para celebrar plenamente
sus 500 años de fundación, emprendamos en un proyecto de reconstrucción total
de la ciudadela en su esplendor colonial para que sirva como un inmenso magneto
turístico, complementando al Casco Antiguo para al igual que Amboise, resaltar
los hitos de nuestra preñada historia.
Desde esa ciudadela colonial, atravesando el Puente del Rey, inicia el
Camino Real, donde a espaldas de mulas se transporta la mayor cantidad de oro de
la historia universal hacia Portobelo en el caribe istmeño, donde zarpan los
galeones con los tesoros con destino final España, cuya primacía como imperio
mundial era alimentada por ese enorme corazón tropical que suplía la savia para
su eminencia universal. No era entonces
una ciudad cualquiera ¡en efecto mantenía al imperio ibérico!
Ese trazado en conjunto con la reconstrucción del puerto de Portobelo,
serian el accesorio que asimilaría la sedienta multiplicación de peregrinos que
se acercarían al istmo para saciar sus hoteles y enrumbar de una vez por todas
nuestro raquítico turismo.
Bendiciendo
al San Francisco News en su quinto aniversario, brindamos por el continuado
éxito de su fruto, a la par de sus hermanos Bella Vista News y Costa del Este
News, para seguir plasmando las bondades que nos rodean y su muy factible
metamorfosis en pro del desarrollo istmeño.
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