Diario Panamá América
14 de enero 2017
El Otro Lado
Jaime Figueroa Navarro
Perfila hacia el Caribe la brújula del
turismo de lujo, modalidad que a todas luces el istmo debe estrujar a su máxima
expresión. Y es que referirse al caribe
panameño es ventilar una melcocha de excepcional cultura enterrada en histórica
médula colonial entre un sensual verdor que invita a intimar sus recovecos.
Dentro de la variada magnifica colección
de opciones que ofrece al visitante la costa caribeña entre Bocas del Toro y
Guna Yala, tal el infinito colorido de la
paleta de un pintor, su corazón nos lleva a Portobelo, bahía descubierta por el
Almirante Colón en su cuarto viaje, quien le bautizó como puerto bello por la inmensidad de su hermosura, sentando base para
que cinco siglos después el diario The
New York Times nos describiese con el pujante mote: “an embarrassment of natural beauty” (una vergüenza de belleza
natural).
Al inicio de la temporada veraniega
refrescada por el soplo de los vientos alisios, aprovechando la visita del
adelantado teutón Heinz Dieter-Ritzau escudriñando sitios para renovadas
inversiones, posterior a una cena en Gamboa con Jim Peebles, especialista en
proyectos boutique que honra a Panamá con su selección como sitio de
desarrollo, fuimos invitados a explorar el paraíso terrenal.
Fue así que temprano el lunes, en
compañía de mi esposa Mayin y de Heinz cruzamos desde Gamboa la cordillera
dentro de un exiguo bajareque que espantaba la neblina a los alrededores del
lago Gatún, entrando por Sabanitas para el descenso a Portobelo. Allí nos recibe el sonriente darienita William
Paz, capitán de la lancha que en un tris
nos traslada a través de la península a El Otro Lado.
Afloró a finales de la década de los setenta del siglo pasado el exitoso
programa de televisión La Isla de la
Fantasía, protagonizado por Ricardo Montalbán, como el enigmático anfitrión
Rourke y su enérgico asistente, Hervé Villechaize, el pequeño Tattoo, quien acostumbraba
anunciar la llegada de los visitantes con su frase "¡el avión, el
avión!" mientras repiqueteaba una campana. Se convirtió en un clásico de
culto oficiado en un misterioso sitio
tropical, donde la gente pensaba cumplir sus fantasías sin importar su índole,
previo pago de una importante suma y a condición de que no revelarán nada
acerca de su visita al lugar. Se auto
describe El Otro Lado: “Al inicio, el Paraíso se encontraba en la jungla”. Cambian los actores y el sitio en el siglo
XXI, más no el guión.
Nos recibe en el muelle
nuestro anfitrión Jesús Lemus, acompañado de Liseth Rivas, nuestra sublime guía
del Arauca vibrador. Posterior a una
breve introducción, se aproxima la guapa
Leybis Rodríguez, oriunda de Portobelo, quien nos brinda una refrescante poción
de sandia, néctar de bienvenida.
El Otro Lado es un hotel boutique como
ningún otro, un retiro privado que integra el diseño, la cultura, la naturaleza
y el lujo de forma única para proporcionar a sus huéspedes experiencias
autenticas, exclusivas y a la medida, transportando al visitante a un lugar de
ensueños en un ambiente armonioso y equilibrado. La combinación perfecta de autenticidad,
lujo y confort.
A bordo de un carrito de golf, Liseth nos
eleva a Casa Grande, la mansión central con cuatro suites independientes sobre
una loma oxigenada por verdor, azuladas mariposas y el trinar de multicolores
pajarillos con una envidiable, paradisiaca vista a la bahía. Impactante, moderna, con interminables pecas
de arte e incitantes detalles, como todo en esta exquisita propiedad que estrena
cuatro casas, cada una con particulares pinceladas. Continuamos nuestro trayecto hacia el lago,
en la cima del cerro, donde las hamacas en el rancho al centro de un entarimado
de madera, invitan a la lectura o la relajación con la naturaleza, alejados del
bullicio urbano de las cárceles de concreto en que se han convertido nuestras
ciudades.
Tanta belleza y el harto verdor dan
hambre. Descendemos al restaurante
Gazebo bordeado por una seductora piscina infinita donde somos mimados por
Leybis con un menú fusión caribe internacional, que arranca con un fresquísimo ceviche
de corvina, rematado con lonjas de filete de cerdo en salsa de tamarindo, arroz
amarillo y vegetales. De sobremesa el
Chef Juan Ríos, chitreano de pura cepa, nos deleita con su flan, al borde de la
locura. ¡Cuando nos planteamos, podemos
lograr maravillas! El Otro Lado es el
magnifico ejemplo de uno de esos fantásticos
parajes donde quisiéramos pernoctar para siempre.
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