La Estrella de Panamá
Miércoles, 25 de mayo de 2011
La Importancia de un Sueño
Jaime Figueroa Navarro
Fue la generación de posguerra la que coincidió con el sueño del patriarca del movimiento negro estadounidense, el insigne y valiente Dr. Martin Luther King, desalmadamente asesinado en Memphis, Tennessee, durante la primavera de 1968. Su legado y pensamiento transformó al mundo para siempre, ilustrándonos sobre el genuino significado de la igualdad racial y haciendo posible la elección del brillante presidente Obama. Éramos una juventud que escuchaba la música de los Rolling Stones y los Beatles, exigiendo cambios a un statu quo que tercamente se adhería simbólicamente a Vitalis, el tónico con olor a zanahorias que se frotaban nuestros antecesores en el cabello.
Ese mismo verano el candidato presidencial Robert Francis Kennedy, regente de esa mocedad rebelde de cabellos largos, rememorado por su célebre frase: “Muchos ven las cosas como son y dicen ¿por qué? Yo veo cosas que nunca fueron y digo ¿por qué no?”, también sucumbe a balas asesinas durante la celebración de las primarias del partido Demócrata en California. ¡Cómo hubiese acelerado el cambio en el planeta si este brillante representante de Camelot hubiese tenido la oportunidad de liderar el letárgico mundo del presidente Johnson y su maltrecha Vietnam!
A mediados de junio de 1968, a los 15 años, acaeció mi primer viaje a Paris, ciudad sitiada por estudiantes en abierta rebeldía contra la V República de De Gaulle. Era un mundo en metamorfosis, de cambios radicales que permitieron la evolución que actualmente vivimos. Los jóvenes cuestionábamos y éramos partes del cambio. Fue un verano inquieto en las riberas del majestuoso Loire y el castillo de Amboise, albergue medieval del genial Leonardo da Vinci, donde me impregné en la extensa historia de la gran Francia y su lengua, llevando a cabo encuestas sociológicas vespertinas donde nuestro grupo de estudiantes internacionales visitábamos desde panaderías hasta viñedos para intimar las particularidades de la personalidad gala y calar profundamente su identidad que hasta la fecha atesoro.
Esta introducción sirve para reflexionar sobre la primordial necesidad de abrigar un sueño, de gozar de una visión amplia y ahondarla apasionadamente. En turismo eso se refleja en servicio de calidad, apego a los detalles y el reflejo de nuestra identidad nacional en todas las actividades que emprendemos. Veamos algunos ejemplos particulares de lo que no es y podría ser.
La incorporación de un restaurante gourmet con ofertas de la exquisita variedad culinaria panameña en el área de restaurantes del aeropuerto de Tocumen con un variado menú que incluya licuados de guanábana, ceviche de corvina, bollos preñados, cóctel de langostinos, tamales de olla, dulce de marañón y un sinfín de otras ofertas de lo nuestro. Somos de la opinión que este sería un rotundo éxito en el mercadeo istmeño porque el turista en tránsito lo que busca en un aeropuerto es precisamente la oferta diferente y única del destino.
Tratando el tema de turismo gastronómico, desarrollar excursiones en las áreas de mayor presencia turística embelesando el globo entre el actual mercado del marisco y el terraplén con variados restaurantes, hoteles boutique y sitios de interés turísticos, que bien podrían incluir como accesorio un museo en el Barrio Chino que exponga la trayectoria de esa importante colonia y su cooperación en el desarrollo del país. Esto repercutiría en la expansión del Casco Antiguo tradicional para incluir los extramuros, haciendo del sitio un soberbio atractivo.
El país necesita centros de diversiones para los infantes, adolescentes y niños de todas las edades, incluyendo nuestros visitantes. Recuerdo como si fuese ayer, los trencitos, caballitos y diversos atractivos ampliamente visitados que ofrecía la familia de la Espriella en el Parque Urraca. Ahora vemos con nostalgia cómo nuestros chicos se encierran en aparatitos y celulares, retraídos del mundo y faltos de comunicación con sus semejantes. Un parque temático de diversiones en la capital, a gran escala, incrementaría significativamente nuestra oferta turística.
Retomando nuestras vivencias en el Castillo de Amboise, una experiencia educativa para ilustrar las actividades del Panamá colonial, sería la implementación de programas de luz y sonido en las ruinas de Panamá Viejo y el Casco Antiguo, integradas a espectáculos de piratas en la isla de San Pedro de Taboga que podría albergar un galeón, giras de avistamiento de cetáceos y un museo en conmemoración a Paul Gauguin, el célebre pintor francés que habitó la isla antes de su partida a la Polinesia Francesa.
A la usanza de la impresionante oferta Azteca en Xochimilco, pero en tierra, bien pudiésemos licitar el patio repleto de diablos rojos adquiridos por el gobierno para la implementación del sistema del Metro Bus, remozándoles con aire acondicionado, butacas confortables y un sistema de comunicación completo con un bien entrenado guía y contar con una flota que refleje nuestra especial personalidad para giras turísticas en la ciudad y el interior del país.
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