Turismo Global
Madrid, España
22 de julio, 2009
Azuero, Levántate y Anda
El desarrollo de la educación del nuevo hombre panameño no se sustenta en los esquemas arcaicos y anacrónicos que históricamente hemos perdurado. Necesitamos renovarnos.
La opinión del Representante de Panama en la Asociación Mundial de Periodistas y Escritores de Turismo
Jaime Figueroa Navarro
¡Enhorabuena! Finalmente ha llegado a este conspicuo rincón istmeño la época del florecimiento de un turismo de altura. Ya le tocaba, ¿no? Después de perdurar metódicamente en el olvido durante casi 340 años, con infimísimas recientes excepciones como la celebración anual de los carnavales y las fiestas patronales, la combinación de impulsos privados y estatales que lograrán en definitiva tu despegue. Has sido un Lázaro por muchos, excesivos, tus años muertos y es el turismo el salvador que, con el nuevo Evangelio, ha repetido la taumaturgia del “levántate y anda”.
De eso trató la conferencia convocada recientemente por la Asociación para el Desarrollo Turístico de las Provincias Centrales. Titulada “Revolución Hotelera en Provincias Centrales: Construcción de Aeropuerto Internacional y Costanera”. Contó con la participación de expositores de la talla del Ing. Angelino Harris, ex-Director de la ATTT , quien cubrió el aspecto técnico de la costanera. Con la del Capitán Carlos Vergara, que versó sobre el tema del aeropuerto internacional y con la mía desarrollando la ecuación del turismo. La Mesa Principal contó, además, con la presencia del sub-Administrador de la Autoridad de Turismo de Panamá, Fernando de León, el gobernador de la provincia de Herrera, Elías Corró, el Secretario General de Aeronáutica Civil, Abdel Martínez y el Representante principal de la Asociación , Alfredo Fonseca Mora.
Remontando la historia istmeña, Azuero como reducto humano debe su origen a la inmigración accidental de un grupo elitista de españoles, que huyendo de la invasión por parte del corsario Henry Morgan de la Ciudad de Panamá la Vieja , ese 28 de enero de 1671, eludieron el expolio a bordo de un galeón que encalló en las afueras de la ciudad de Las Tablas. La urbe santeña debe su nombre a la utilización de los tablones de la embarcación para la construcción de sus primeras viviendas. Nace allí el folklore nacional y sus símbolos principales. Entre ellos, la pollera, versión tropicalizada del suntuoso traje femenino español del Siglo XVII, que por cierto, todo parece indicar, nos quedó mejor acá, dicho sea con sonrisa y sin ánimo de ofensa.
No tenemos necesidad de retroceder muy lejos en la historia para comprender el efecto que tuvo, para bien o para mal, la construcción de la red de Autobahnen en Alemania por Adolf Hitler en 1934. La unificación del pueblo germano y su posterior progreso económico hasta convertirse en una potencia mundial, se debe en gran medida a su obra. Durante las dos Administraciones del Presidente Dwight Eisenhower, de 1952 a 1960, percibimos un fenómeno similar con nuestros vecinos del Norte. La construcción del sistema interestatal de carreteras en Estados Unidos trae consigo la mayor epopeya en la economía mundial durante la post guerra.
Cuando anteriormente el ferrocarril era el rey, la competencia de camioneros rebaja significativamente los precios de bienes y servicios. Y vemos así, a mediados de la década de 1950, un movimiento masivo hacia el turismo doméstico, inexistente hasta entonces en Estados Unidos, donde un neoyorquino, por ejemplo, raras veces vacacionaba más allá de las montañas de New Hampshire o los ríos de Maine. Inicia entonces la época de las casas móviles, mercadeadas eficientemente por la Trailer Coach Manufacturers Association de Chicago, Illinois.
¿Qué hace falta en Azuero? Además de la obra de infraestructura y la eficaz implementación del Plan Maestro de Turismo Sostenible 2008-2020, la inversión en proyectos de óptima calidad que maximicen su entorno turístico clonando uno de los mejores Shangri La en América Latina y el orbe. Me refiero al proyectazo Azueros del mundialmente renombrado arquitecto Gilles Saint-Gilles en Destiladeros, a escasos kilómetros de Pedasí. Así como lo hizo Saint-Gilles con su proyecto, la península necesita urgentemente reforestar su campiña para mejorar la calidad de vida de sus habitantes fomentando la lluvia en reemplazo de la actual sequía y para seducir diversas especies de aves, vida animal y silvestre, sobradamente ausentes como resultado de décadas de deforestación masiva, complementando un turismo mundial de primera que busca a gritos la biodiversidad ecológica única en nuestro paraíso. La península también exige un desarrollo ordenado con hostería tipo boutique y la subsistencia de su inconfundible personalidad. El gobierno nacional debe otorgar los incentivos necesarios para hacer de este modelo de hoteles, una realidad istmeña.
Fomentemos la creación de auténticos parques nacionales. Isla Iguana debe proteger sus arrecifes y corales. Isla de Cañas, crear un entorno donde nadie ose hurtar los huevos de las gallinas de oro, las tortugas Lapidochelis Olivacea. El desierto de Sarigua, taciturno sepulcro a la depredación del ambiente por el homo sapiens, debe perdurar como un fehaciente paradigma para que aprendamos a convivir con la Madre Tierra. Necesitamos, a la par, impulsar la profesionalización de nuestros guardabosques y el patrocinio de los parques por fundaciones privadas alrededor del mundo. La infraestructura vial, aérea y portuaria creará nuevos polos de desarrollo económico, desahogando de esta forma a la ciudad capital y creando un atractivo ambiente para la permanencia de la población en sus caseríos, pueblos y villas interioranas, instaurando nuevamente una cultura rural que casi perdemos. Y digo esto, porque al indagar sobre su origen a la mayoría de la población capitalina, oriundos de diversas geografías istmeñas, ya las segundas generaciones encubren sus raíces, como apenados por algo que deberían atesorar por encima de todas las cosas.
Necesitamos fomentar servicios de apoyo a la infraestructura. Ejemplos sobran. Indudablemente, nuestra capital ha sufrido una metamorfosis desde el inicio del nuevo siglo con la construcción de centros comerciales. La Riviera Pacifica conformada por las playas de las provincias de Panamá y Coclé ha incrementado inmensamente su atractivo como polo turístico y de turismo residencial posterior a la inauguración del satélite de la Clínica San Fernando en Coronado.
El desarrollo de la educación del nuevo hombre panameño no se sustenta en los esquemas arcaicos y anacrónicos que históricamente hemos perdurado. Necesitamos renovarnos. Las visas de inmigración especial para tutores y pedagogos especializados en diversos ramos deben ser agilizadas. Citamos el caso de Saint-Gilles que trasladó su cuadro de artesanos franceses y marroquíes a la península hasta lograr la optimización de un grupo autóctono que actualmente se desempeña mejor que cualquier otro en la República.
Lo más importante de todo, el común denominador, es el cambio de actitud. Tenemos que exigir más y mejores servicios públicos y privados, eliminando así la excusitis, él juega vivo y la corrupción del diccionario nacional. ¡Somos los fenicios del Siglo XXI! ¡Panamá dispone del potencial para convertirse en el mejor país del mundo! Perduremos esa visión de cambio que nos intuyó el Presidente Martinelli. Profesemos su ejemplo de trabajo arduo, inagotable y honrado modificando permanentemente así los valores de todos los compatriotas. El que no ha sentido ese cambio, no ha hablado con el pueblo. El público ya no permanece callado ante el bribón. La transformación cultivada por Martinelli está alcanzando niveles epidémicos. Me sentí especialmente orgulloso al presenciar el domingo pasado el regaño por parte de un grupo de ciudadanos al cochino que osó tirar un papel en la Cinta Costera. Nunca pensé que viviría ese especial momento. Lo que viene en Azuero y el resto de nuestro querido Panamá es parte de ese refrescante cambio.
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