domingo, 4 de diciembre de 2011

Un hasta luego al pionero del turismo panameño

Diario Panamá América
Ciudad de Panamá, miércoles 2 de marzo de 2011 
Un hasta luego al pionero del turismo panameño

Jaime Figueroa Navarro
Sin duda alguna el turismo, como industria y el motor de mayor trascendencia a la economía nacional, nace al albor del siglo XXI. No germina como resultado de una bien planificada estrategia del aparato gubernamental, ni tampoco respira accidentalmente como una secuela de visitantes de negocios inesperadamente descubriendo las inmensas bellezas de este precioso verde istmo que el New York Times bien describe como un vergonzoso despliegue de belleza natural y ecológica.

Panamá, como destino turístico, nace como resultado de la gloriosa visión de un precursor que a pesar de nacer en otras latitudes adopta al istmo como patria putativa. Samuel Walter Taliaferro VII, o Sam como muchos tuvimos el privilegio de conocerle, era un corazón palpitante, un motor de ideas, pasiones y un incondicional vendedor de Panamá. Tal vez el único predecesor que mercantilizó Panamá en tan óptimas condiciones fue el maquiavélico Bunau Varilla, con la clara excepción que este último ni velaba por los intereses de Panamá ni por su futuro.
 
Se aproxima Sam, enamorado del istmo, como muchos antes y después, por el encanto de una bella y dulcísima doncella quien se convertiría en su norte, su esposa y madre de sus ilustres hijos Travis, Remington y Samuel, la sin par Thalia Velásquez de Taliaferro.

En sus múltiples pesquisas istmeñas visita las tierras altas de la provincia de Chiriquí y deposita su corazón en Boquete, donde a caballo, cual Cid Campeador, cabalga y husmea múltiples propiedades hasta descubrir y adquirir un encantador cañón al cual bautiza Valle Escondido.

Allí germina la simiente del turismo en Panamá. Boquete fue seleccionado al albor del siglo y por numerosos años, como el imán de mayor importancia global para el retiro. Cientos de inmigrantes colman sus calles y caminos respirando su purísimo aire. Esta selección no fue accidental. Fue Sam quien con orquestadas campañas logra cautivar cual abejas al panal, y a través del paraíso de su Valle Escondido, a miles de peregrinos a conocer, a pesar de las múltiples limitantes, las tierras altas de Chiriquí, altiva provincia que vio nacer a mi abuelo materno y primer Gobernador, posterior Alcalde de su capital David, Don Marcial Navarro Diez, quien nos heredo su hidalguía, honestidad y sencillez. Ese precioso Valle de la Luna que tan originalmente describe Don Santiago Anguizola en su poema que bien debiese ser glosa obligada en todas las aulas istmeñas, la muy patriótica oda “Soy Chiricano”.

Boquete no solamente absorbe la elite del turismo mundial sino que también increíblemente se convierte en la capital mundial del café. Para aquellos compatriotas que aun no lo saben, y urge instruirlos a nivel escolar en la república, Panamá desde hace ocho años perfila el mejor café del orbe. No es Brasil no es Colombia , ni ningún otro sitio en el mundo, es Boquete quien goza del galardón que le reconoce como tal.

Y es así por la tesonera labor de Samuel Walter Taliaferro VII. Nos honra Sam con proyectos, cafeses y la venta del sueño de Panamá a pudientes multitudes de Este y Occidente. El incansable Sam, nuestro indomitable Don Quijote, Embajador de Panamá sin cartera, se lanza al albedrío y logra incomparables éxitos a nombre de su patria adoptiva.

Me honró conocerle y tratarle. Sam no era solamente una vena predicadora, era una incansable inspiración de Panamá, a quien vendió más que la totalidad de sus directores de turismo. Implacable representante, entusiasta orador e incansable enamorado de Panamá, enarboló el estandarte nacional como pocos nacidos en esta tierra. Amen de sus diferencias políticas con gobernantes, siempre supo lidiarles sin vender sus ideales ni principios.

Nos abandona el Sam carnal, más no su inspiración y principios. Románticos de ultramar, enamorados de Panamá, como el pionero Samuel Walter Taliaferro VII; como el galo Gilles Saint Gilles con su hermosísimo proyectazo Azueros en Pedasí; y el canadiense Frank Gehry con su icónico Museo de Biodiversidad, en la Calzada de Amador; deben ser los ejemplos a seguir en nuestro constante bregar por el Panamá del siglo XXI, los Fenicios del mundo, inspiración a nuevas generaciones de compatriotas que ojalá exalten su terruño al igual que estos visionarios inspirados por la romántica pasión de Sam.

Hasta luego, querido amigo Sam. Estoy seguro que allá en el Cielo, a Dios gracias, continuarás siempre pregonando apasionadamente nuestro istmo. Aquí en la tierra, permaneces por siempre en los corazones de Panamá y su agradecida gente. Se planta como tarea gravada a los actuales gobernantes honrar tu tesonera labor para dejar palpable tu cariñoso ejemplo como un activo y persistente pionero en pro del turismo nacional. Honrar, honra ¡Gracias Sam!

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