La Estrella de Panamá
Miércoles, 18 de julio de 2012
Libertad, Igualdad y Vino Tinto
Jaime Figueroa Navarro
Al atardecer del sábado, en vísperas del Día de la Bastilla,
nos convidó S.E. Hugues Goisbault, embajador de Francia a un simpático brindis
en Terrazas de la Marina de Amador donde degusté un original vino tinto que anidó
en mi mente delirios juveniles, transportándome a recónditos, tiernos y
turbulentos parajes.
Si libertad, igualdad y
fraternidad son los pilares de la República Francesa, su contraparte en la costa
mediterránea bien podría ser definida por su decanato, arte y gastronomía.
Saludos desde la Côte d’Obscure. Mas
fructíferos en contornos del Viejo Continente e historia y arte bohemia que en ostentación
contemporánea y fama, poblados como Bandol matizan una Riviera escondida a la
vista, en mudo acecho a la sombra de sus afamados vecinos de la Côte d’Azur
como Nice, Cannes, Saint Tropez y Monte Carlo.
Los domingos de verano seducen idólatras
de todo tipo. Devotos de baratillos pululan su mercado de pulgas. Entre los edificios de cálidas tonalidades ocres,
amarillentas y verde pálidas mediterráneas, como si sus maestros de obra
hubiesen exprimido fresas, limones y limas directamente a la mezcla del cemento,
los compradores escudriñan entre piezas
de colección, antigüedades y todo tipo de extraños objetos vaciados de olvidados
cajones.
En un parque cercano, grupos de jóvenes
y veteranos practican el pétanque,
juego centenario originario del área, cuyo objetivo es lanzar bolas metálicas
lo más cerca posible a una bola señuelo más pequeña.
Bandol parece haber añejado mejor que
Paul McCartney. Es definitivamente más
silencioso en su ausencia. Mientras el
anochecer arropa los cafés del muelle y melodías de acordeones impregnan el
aire marino, voraces peregrinos invaden Chez
Toche. Poco disímil a como le despedí
hace cuatro décadas cuando, escupidas por un sinfín de vitrolas, acogía las cadencias de La Belle Histoire de Michel Fougain, parejas ataviadas en lino blanco fuman Gauloises mientras degustan copas de
vino rosado Bandol al paladear sus
abrebocas, observando el mecer de los yates y botes de pesca que alinean el
puerto.
En el balcón del hotel frente a la
bahía, nos sentamos a respirar el aire de mar.
Más allá, un bajareque desfila mientras la obscuridad nos encubre y los
pajaritos enmudecen. Nos sentamos y
brindamos por el pasado compartido, el presente y el porvenir.
Repentinamente, desperté de mi letargo al
escuchar las notas de La Marsellesa, repatriado al istmo, sus pelícanos y al verdor
de Amador. Comenzaron los fuegos
artificiales y se evaporaron los efectos del vino. ¡Vive la France!
Vive la France! Vive la Rachel que cumplio años ese mismo día!
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