miércoles, 11 de diciembre de 2013

Gringos Escarbando Gangas

     
Diario Panamá América
14 de diciembre 2013

Gringos Escarbando Gangas
Jaime Figueroa Navarro

Anterior a la fecha oficial del solsticio, 21 de diciembre, que indica el inicio del invierno causando en el hemisferio boreal el día menor y la noche mayor del año, el frío y la nieve han blanqueado con particular furia este año las planicies centrales, las montañas Rocosas y las costas de Estados Unidos y Canadá.

Es precisamente en estos momentos cuando frígidos vikingos buscan refugio en las cálidas y soleadas costas del trópico, iniciando la temporada alta que magnifica y enriquece, a través del turismo, nuestro Caribe americano.  Amén de la variedad de destinos disponibles y sus particulares atractivos, lo primero que escudriña el potencial visitante es el común denominador: precio.  Para efectos de definición, precio significa la combinación del pasaje aéreo y el costo de la estancia, entiéndase hoteles o alojamiento.

Bien claro lo ha definido el arrojo oficial de cifras, ubicando a Panamá primordialmente como un destino de negocios aupado por un creciente numero de visitantes en turismo de compras y la estrategia a mediano plazo de convertir nuestro destino en un magneto para turismo de reuniones una vez despachado el nuevo centro de convenciones de Amador, programado para finales de 2014 en reemplazo del veterano centro de convenciones ATLAPA (Atlántico Pacífico), inaugurado en 1979 con 6,000 metros de construcción.  El centro de convenciones de Amador ampliamente le reemplazará disponiendo con 53,000 metros y capacidad para más de 10,000 personas, 16 salas de reuniones y 2,000 butacas en su auditorio principal.  Sobre este particular desafío dedicaremos una futura columna.

Entonces ¿en que ha quedado nuestro turismo de sol y playa?  A pesar de los ingentes esfuerzos armonizando la recién inauguración  del aeropuerto internacional Scarlett Martínez en Río Hato, en la Riviera Pacífica istmeña, distamos aún años luz de los más populares destinos caribeños.  Urge, entre otras prioridades, el desarrollo del Caribe panameño para potencializar nuestro destino.  La variedad que ofrecen sus 1,023 islas (duplicando con creces las 495 en el pacífico) y sus incitantes costas, estrenando en un extremo Guna Yala, contigua a las joyas coloniales de San Lorenzo y Portobelo en costa arriba y costa abajo de la provincia de Colón, Belén, Calovébora y Bocas del Toro, rumbos coronados por el Escudo de Veraguas, nuestra máxima joya ecológica caribeña que a través de sus  cristalinas aguas y espléndidos arrecifes, instiga al buceo para discernir el legítimo significado de la balada Yellow Submarine de los Beatles y el maravilloso mundo que Neptuno nos tiene reservado en este prolífero piélago.

El Plan Maestro para el desarrollo del Caribe debe contemplar la construcción de una autopista desde el limite entre Guna Yala y la provincia de Colón hasta la frontera con Costa Rica, contando con la diligente participación de ANATI para evitar el usufructo indebido de tierras nacionales por individuos inescrupulosos, incluyendo el análisis del inventario de tierras ya otorgadas en derechos posesorios que deben revertir a la nación en aquellos casos que se hayan cedido sin razonamiento más allá del nombre y apellido de los interesados.  Es precisamente esta región el albergue de los mayores polos de pobreza extrema de la nación, olvidados ciudadanos que deben ser directamente beneficiados con el anclaje del progreso.  La autopista, prudentemente distante a las costas para aprovechar su pleno desarrollo, debe ser construida en modalidad de concesión, y se pagaría por sí sola con la venta de los terrenos aledaños.  Por supuesto, a lo opuesto del caótico desarrollo de las costas del Pacífico, en esta versión se debe tomar sobremanera en cuenta el estricto ordenamiento ecológico y el respecto irrestricto a la naturaleza, con una obra amable a ella, alejada de las oprobiosas torres, mamotretos de concreto que han convertido nuestras playas pacíficas en extensión, falta de personalidad propia, de la capital.   

Para analizar donde estamos y hacia dónde encarrilar el timonel, el periodista de la sección de turismo del diario New York Times, Seth Kugel, la semana pasada publicó un acertado artículo donde desmenuza los precios de los destinos de sol y playa para fin de año desde la Babel de Hierro, tomando en consideración la búsqueda: “explore flights” en Google y el portal booking.com para la comparación de vuelos y hoteles hacia los destinos caribeños Montego Bay, Jamaica; Punta Cana, República Dominicana; Cancún, México; San Juan, Puerto Rico y Key West, Florida, llegando a la conclusión de que el vuelo ida y vuelta más módico  origina el 21 de diciembre a San Juan por $447 y el hospedaje más económico, Suites Gaby en Cancún, a $66 por noche.  Aunque el artículo cita a Panamá, hasta allí llegó, solamente una mención, el examen de precios sencillamente no le permitía ir mas allá.

Cuando nos preguntemos por qué no llegan los norteamericanos, sano resulta como parte de la ecuación efectuar este análisis.  Y tomar la iniciativa de fomentar el arribo de aerolíneas de bajo coste, tales como JetBlue, AirTran, Frontier, Virgin Air y Southwest, entre otras, propugnando el verdadero despegue de Río Hato, para que la próxima vez que el periodista Kugel publique el resultado de sus pesquisas, irradie Panamá en el mapa de turismo de sol y playa caribeño.  Porque nuestro destino, más allá de todos los otros, tiene mucho más que ofrecer al visitante que una perezosa hamaca y el deleite de acallar la sed con una refrescante agua de pipa, observando bronceados cuerpos mientras los vecinos allende apalean iracundamente la nieve de la ultima tormenta.       

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