Diario
Panamá América
22 de febrero de 2014
Escuchando
se Aprende
Jaime
Figueroa Navarro
¿Cuántas
veces hemos formulado la encuesta de opinión al turista? Si bien es cierto contamos con herramientas
científicas como TripAdvisor para
determinar la calidad de un determinado hotel o restaurante y la popularidad de
un sitio histórico, nos hace mucha falta analizar la percepción del visitante
para mejorar efectivamente nuestro destino turístico.
Caso
en mano es el techo de la terraza del centro de visitantes de Miraflores, algo
que es tan obviamente imperioso en un país soleado y con frecuentes chubascos. Hará ya casi una década que presenté esta
inquietud a la luz pública en uno de mis escritos, siendo de reciente
implementación. ¿Qué nos pasa que no
contamos con una visión creativa y comprensiva para la implementación de un
turismo de altura?
El
miércoles pasado reservamos una mesa para 10 ilustres visitantes de Kentucky en
la terraza del restaurante en el tercer piso del centro de visitantes de
Miraflores para cenar a las 7:00 P.M., entre ellas una señora minusválida,
común ocurrencia en hatajos de visitantes mayores. Súbitamente, sonó la alarma de incendio,
supongo resultado del prohibido humo de un nicotinizado fumador, procediendo
todos, a falta de una rampa, a descender por las escaleras.
Posterior
al expedito arribo de los bomberos a bordo de un flamante camión de primer
mundo propiedad de la Autoridad del Canal (se pregunta uno que ocurriría, en
función de tiempo de respuesta y calidad de equipos, de darse el mismo
incidente en uno de los rascacielos capitalinos), nos indicaron que los
elevadores no estarían en funcionamiento hasta el próximo día. Por ende, tuvimos que retirarnos del sitio,
cancelando la cena y la oportunidad de oro de presentar un canal de Panamá más novelesco.
Imagínense,
si esta falta de planificación para el minusválido no se presta en el sitio de
mayor numero de visitantes del país ¿cómo será más allá?
Solicitando,
como debe ser, la apreciación de los visitantes, después de saltar de un sitio
al otro de nuestra geografía por varios días, escucha uno verdades requeté
martilladas que mancillan el orgullo nacional: “Preciosos sus peces,
maravillosas sus aves y bosques, majestuoso su canal, da asco la basura y da
vergüenza caminar”.
No
afinamos burgomaestres de tanques de gas ni que nos obsequien jamones durante
las fiestas de fin de año o al aproximarse las elecciones. Precisamos, demandamos, autoridades que
tengan un sentido común y que escuchen para aprender, en lugar de presentarnos
vistosos planes de trabajo que se engavetan al resultar electos, porque para elevar
el destino no hace falta exclusiva de una marca país, más vigorosos serian
visionarios que se dediquen a rehacer cosas tan sencillas como las aceras, que
se tornen tan amistosas y transitables como la Cinta Costera, para el beneficio
no solamente del turista sino también del sufrido contribuyente.
No
apremia Panamá hormiguitas que
recojan deshechos, precisamos multar
severamente al cochino, así como lo hacían los gringos en la Zona del
Canal. La basura en una metrópolis del
siglo XXI, pronta a estrenar el metro más moderno del mundo, en aras de
convertirse en el centro logístico mundial de preferencia, es inaceptable. Con una amplia red de recipientes, con una
recolección que es negocio redondo y harto rentable en otras latitudes donde operadores no cobran por el servicio, se
lograría este sencillo cometido.
Urgimos
letreros que nos indiquen, por ejemplo, la ubicación de la iglesia de Natá de
los Caballeros, la más antigua en tierra firme del continente americano. Porque así desarrollamos turismo, creamos
fuentes de trabajo y mejoramos la calidad de vida de los aldeanos. Me pregunto ¿cuántos de ustedes han visitado
esta magnificente obra, un sitio obligado de parada en cualquier otro
país? ¿Donde esta el letrero? ¿Qué hace
el alcalde de Natá para proyectar su más preciada obra? ¿Qué hace la Autoridad
de Turismo y la Gobernación de Coclé?
¿Por qué el pueblito de Buga en la irascible Colombia recibe 3 millones
de visitantes anuales, más que todo nuestro istmo, si no es para un turismo
religioso donde señorea la basílica del Cristo Milagroso?
Finalmente,
no podemos darnos el lujo de recibir visitantes en hoteles cinco estrellas,
donde a corta distancia, se ven obligados a saltar los charcos de aguas
servidas en pleno centro bancario o suntuosos rascacielos de Punta Pacifica.
Escuchando
se aprende, tomemos las medidas necesarias y coordinemos los correctivos para
el provecho de todos. ¡Tome nota!
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