Diario Panamá América
29 de marzo de 2014
Algo
Diferente
Jaime
Figueroa Navarro
En
aras de posicionar a Panamá como destino turístico, hace algunos años fui
invitado como conferencista por una prestigiosa empresa italiana de inversiones
a la feria más importante de bienes raíces en Europa, conocida como EIRE. Realizada anualmente en pleno esplendor del
verano dentro de los predios de FieraMilano,
el innovador centro de convenciones en el cual también se celebran diversas
actividades de la moda que aderezan a Milán como un centro mundial, pujante metrópoli
en el próspero norte industrial de Italia, que se identifica también como la
columna vertebral del diseño.
Es
Milán la segunda ciudad más importante de la bota itálica, acogiendo un número
mayor de visitantes anuales que la república de Panamá. Durante mi efímera estancia tuve la
oportunidad de visitar su catedral, la quinta más grande del mundo y Santa María delle Grazie, iglesia
finamente tapizada con lienzos de Leonardo da Vinci. Es un emporio donde se respira profundamente cultura
e historia, algo símil a lo que debe acontecer en Panamá, una vez recuperemos y
desarrollemos proyecciones turísticas únicas tales como el Camino Real, sendero
de transito de los oros coloniales entre Panama Viejo y Portobelo y Pechito
Parao, el cerro donde Balboa escudriña por vez primera el mar del sur hará
cinco siglos en aquel Darién de la doncella Anayansi.
Cruzando
el charco, posterior a la deleitable cena, relajado durante el interludio aéreo
por una fina copa de Spiga 2006, vino tinto tempranillo español, puse los
puntos finales a mi presentación, a Dios gracias en idioma inglés, dispensada
la presencia de un auditorio representativo de heterogéneas geografías de la
Unión Europea (posteriormente departí hasta con un neozelandés), donde la
introducción estuvo a cargo de mi amigo Tito Jaén, afable embajador de Panamá
en Italia, a lo opuesto de otros, de meritorio nombramiento, siendo sus pininos
universitarios precisamente en Milán, dominando íntegra la lengua de los césares
y los sabores de la toscana mediterránea, captando con su privativo narrativo
histórico a una boquiabierta audiencia que hasta esos instantes pensaba que
éramos solamente un canal.
Previo
a la cena esa tórrida noche (Panamá era una nevera en comparación) el mozo sugirió
como aperitivo un refrescante y
glacial mojito, equilibrado en su sabor con una macerada mezcla de hielo
picado, ron obscuro, azúcar, yerbabuena y otros secretísimos ingredientes. Cual fue mi sorpresa al indagar la variedad
de rones disponibles, cuando el mesero espetó: “Bacardí y Abuelo.” Al solicitar la botella pude percatarme que
en efecto era el Abuelo nuestro, el de Pesé, resultado de la virtuosa labor de
mercadeo de Paolo Cermelli, cuyos padres fundaron el Instituto Enrico Fermi en
Paitilla y con quien tuve la oportunidad
de reunirme posteriormente en Torino, para percatarme los pormenores del
contagio en el viejo continente por nuestro ron nacional.
Mi
anfitrión durante esa cita en Milán fue Mickael Mossé, entre otras,
especialista en programación neuro-lingüística.
Joven, oriundo de Marsella, rara argamasa de galo italiano, se encargó
que no fuese nuestra única incursión conjunta.
De
reciente registro en el istmo, su nueva sede continental, me convidó el
miércoles a la particular recepción por la inauguración de Yoo, manifestación
creativa del también francés Philippe Starck, edificación que sobresale
contigua al novel Hilton Panamá en plena Avenida Balboa. Lo primero que llama la atención es la
invitación al evento donde resalta la vestimenta sugerida como “summer sexy”. Por respeto a mis canas, opté por un
tradicional traje obscuro. Mi esposa,
por otro lado, por un diminuto traje de la reputada casa ibérica Desigual.
Starck
no es solamente un renombrado diseñador, es uno de los mejores del mundo (para
mayores detalles, revise por favor el portal www.starck.com). Lo que resalta a primera vista de su obra
frente a la bahía es que se trata del único rascacielos con un jardín, en
realidad un pequeño bosque, en su entrada.
Mientras los otros promotores aprovechan cada centímetro cuadrado para lanzar
concreto, Starck nos presenta una manifestación de su vibrante personalidad,
con un toquecito panameño, al señalarnos: “Tout
est possible, il faut prendre ses rêves pour des réalités, il faut avoir le
courage de faire, il faut avoir le courage de pas trop écouter ce que les
autres disent.” (“Todo es
posible. Hay que convertir sus sueños en
realidades, tener la osadía de hacer, tener la audacia de no escuchar mucho lo
que otros dicen”). Tratar a Starck es
precisamente la diferencia entre el ser y poder ser. Como Miguel Ángel, Picasso y Dalí, su genio enérgicamente
irradia creatividad, el elemento que tanta falta nos hace en el turismo
istmeño.
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