Diario
Panamá América
7 de junio
de 2014
Infraestructura
Turística
Jaime
Figueroa Navarro
A
diestra y siniestra, sin descanso y a todo vapor, exige el desarrollo integro
del país, la continuación de la faena logística que permita su despegue hacia
el primer mundo. Tarea que reivindica
coordinación y planificación dentro de un Ministerio de Turismo a quien le ha
llegado la hora de liderar estos menesteres.
Por
un lado la construcción de la gran Autopista Caribeña, bordeando nuestras
costas desde Guna Yala hasta la frontera con Costa Rica. Por el otro la aprobación de leyes de
incentivo turístico que permitan su plena explotación, mucho más allá de la hotelería,
para el pleno usufructo de inexistentes potencialidades.
Cito
el ejemplo de la actividad de veleros, costosísimo pasatiempo de millonarios. Zarpa el caribe con un inventario de un
millón de estas fastuosas naves. A falta
de infraestructura, contando Panamá allí con sus más esplendidas costas,
recibimos tan solo un goteo del hidrante.
La
recién iniciada temporada anual de huracanes, vigente desde el primero de junio
hasta el treinta de noviembre, invita a los propietarios de veleros, en su gran
mayoría con sede al norte del caribe hacia la búsqueda de refugios fuera del
área de impacto de huracanes, siendo Panamá la más obvia selección, no solo por
su exuberante belleza sino también por su rica historia colonial.
Nos
hemos caracterizado por obrar lentamente.
Tan solo recién hemos iniciado una carretera entre Cuango y Santa Isabel
en la costa arriba de Colón para conectar un nuevo hotel al inventario
caribeño. La inversión vial en esta
carretera asfaltada de 25 kilómetros de longitud a dos vías es de
aproximadamente $20 millones. ¿Por qué
tenemos que obrar con mentes liliputienses para el beneficio de un hotel en
particular?
Si
desarrollamos no una carretera a dos vías sino una verdadera autopista caribeña
hasta la frontera con Costa Rica, multiplicaremos elocuentemente las
inversiones y riquezas en un área de Panamá que es actualmente la mayor cuna de
pobreza extrema istmeña, mejorando manifiestamente la calidad de vida de sus
habitantes.
¿Qué
viene primero la gallina o el huevo? ¿Y
como pagamos el costo de la autopista?
Es muy sencillo, al crear infraestructura logística, se intuye inversión
y riqueza. La gran mayoría de los
terrenos en el caribe istmeño son propiedad del estado. La plusvalía de los mismo permitiría al gobierno
una importante ganancia a su venta para proyectos turísticos y otros
importantes desarrollos, permitiendo no solamente el pago de la autopista sino
un importante fondo de inversión para la consecución de otros trazados en la
zona.
Aquí
retornamos a nuestro argumento inicial.
Resultado de la autopista y de un plan de incentivos, imagine el valioso
monto de la inversión en la construcción de un centenar de marinas a lo largo y
ancho de nuestro caribe y el efecto multiplicador en turismo, la construcción
de nueva infraestructura, hoteles y actividades de apoyo, hoy inexistentes, en
la economía nacional. La creación de
nuevas fuentes de trabajo que reemplacen la mano de obra que hoy se utiliza en
el proyecto de expansión del canal, importantes obras gubernamentales y otros
proyectos inmobiliarios capitalinos.
Salpicando
con la presentación de sitios históricos harto importantes desde tiempos de la
colonia. Resaltando el cuarto viaje de
Colón, con el firme propósito de encontrar un “paso marítimo”, encontramos las
fortificaciones de Portobelo y San Lorenzo, declaradas Patrimonio de la
Humanidad por UNESCO en 1980, excelsos ejemplos de la arquitectura militar de
los siglos XVII y XVIII, ambos importantes eslabones del sistema defensivo para
el comercio trasatlántico de la Corona de España. Vergüenza nos debe causar su actual estado de
total abandono. Su remozamiento y
explotación turística lograrían elevar ambos sitios a sus tiempos de gloria,
amén si logramos el desarrollo del Camino Real, desde el Puente del Rey hasta
Portobelo, como un sendero turístico histórico que serviría de anzuelo a
cientos de miles de peregrinos anuales interesados en revivir la historia y las
fascinantes leyendas de los tiempos de la colonia española, ubicando a Panamá
en un trono medular que jamás le ha escapado.
Tenemos
que gozar de una visión a largo plazo y la continuada inversión en
infraestructura es clave para el desarrollo nacional y la industria sin
chimeneas. Ha llegado el momento de implementarle
sin titubeos ni mezquindades, por el bien del país, para que el progreso
acaricie ambos mares y el beneficio llegue igual hacia todos.
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