Diario Panamá América
14 de junio 2014
Un paréntesis
Jaime Figueroa Navarro
Nuestro desenvolvimiento gira alrededor del turismo, devenir clave en el
desarrollo nacional. Y cada semana cubrimos una faceta dentro de este
apasionante tema porque somos de la opinión que tanto nos falta recorrer en
esta gema sin pulir para lograr un verdadero cometido en nuestro país, que
tanto tiene que ofrecer y tan lúgubremente lento se desenvuelve. Ello
obviamente por falta de visión por nuestra clase política que carece de un
temario en turismo cuyo denominador común sea el amor por lo nuestro.
El lunes dicté una conferencia en la Cámara de Comercio Americana ante un
nutrido grupo de visitantes, profesores y estudiantes de la Universidad de
Charleston, West Virginia. En ella, como suelo hacer, puntualizo los
especiales atributos que nos distinguen sobre el rebaño de países hermanos y
que, con todo respeto, poco tienen que ver con nuestro particular destino. Panamá es un pedacito de tierra bendecido con
sendos atributos que le obligan a convertirse en un destino obligatorio de
desfile del comercio mundial. Pero vamos
mucho más allá de un canal, estamos preñados de historia, de etnias y de una
naturaleza sin igual en el planeta.
Bendecido paraje que poco asemeja a los cerritos de carbón del oeste de
Virginia donde toscos mineros todavía a estas alturas del siglo XXI se ganan la
vida de forma rudimentaria, de paso envenenando el medio ambiente cuando las
nuevas practicas indican que la quema del carbón es obsoleta y malditamente
nociva.
Surge entonces la pregunta, bien aspectada, de cómo es posible que ante
tanta riqueza, ante tanto desarrollo, exista, permitamos tanta extrema pobreza.
Es una pregunta harto filosófica que me permite responder afilando el
bisturí del pensamiento. Primero, es una
vergüenza irrefutable que frente al emporio de Zona Libre de Colón exista un
ápice de miseria, indicativo de nuestras pobrísimas prioridades sociales. Panamá, bajo todo punto de vista, es un país
riquísimo donde la palabra pobreza debe evaporarse de su vocabulario nacional.
Peor aun es que nuestra pobreza nada tenga que ver con falta de recursos
sino con la terrible mezquindad que nos permite circular en automóviles de lujo
mientras alguien escudriña nuestros desechos en busca de un pedacito de pan
enmohecido para acallar el hambre dentro de su bocacha y maloliente dentadura. Inaudito resulta que gozando de un esplendido
entorno, el homo sapiens se haya rebajado a su mínima expresión en nuestro
paraíso.
Venimos al mundo llorando y así llorando nos vamos. Peor aun para aquellos que han acumulado
riquezas, mal habidas, resultado de la explotación del prójimo y del ambiente,
porque al final del camino, nos vamos sin nada, solitos en nuestra desnudez. Somos polvo y nada más. Entonces en vez de vivir una vida sin
sentido, sin propósito otro que la acumulación de bienes, aprovechemos la
oportunidad que nos da el Señor, para compartir y hacer de Panamá un verdadero
símbolo de lo que somos pero no nos permitimos germinar.
Atinadamente mañana celebramos el día del Padre. Bendecido he sido con el privilegio de gozar
de un progenitor ejemplar. El Dr.
Alfredo Figueroa y Figueroa, sin duda alguna el mejor médico del siglo veinte
istmeño, laboró con desvelo durante 58 largos años en el Hospital Santo Tomás
al servicio de su pueblo panameño, de paso grabando en su bitácora el mayor
numero de intervenciones quirúrgicas en la historia del nosocomio. No solamente alivió el dolor humano sino
también con su rectitud, honestidad y humildad nos sirvió de ejemplo a los que
tuvimos la dicha y el privilegio de conocerle y compartir sus vivencias y
sonrisas. Toño fue, y es, porque
permanece en un altar en lo más profundo del corazón y le rindo genuflexión a
su imagen en mi oficina bellavistina todas las madrugadas, un ejemplo a seguir
dentro de la podredumbre moral que nos afecta.
Nos regala el día del Padre la oportunidad de reflexionar y
acompañarle. Sobremanera debemos
enrumbar nuestro destino. No es el Metro,
los rascacielos ni la Cinta Costera lo importante, la clave es el afable buenos
días, el amor al prójimo y a esta bendita tierra que nos vio nacer. Discernamos sobre esto, alejándonos del
trivial mercantilismo y sirviendo cada uno de nosotros como soldados de la
patria, orgullosos de nuestro terruño y ejemplos de equidad y buenas
costumbres. ¡Feliz día del Padre,
Panamá!
No hay comentarios:
Publicar un comentario