Diario Panamá América
19 de julio de 2014
Personalizando Tocumen
Jaime Figueroa Navarro
El domingo pasado, de tránsito en Miami rumbo a Atlanta, pude percatarme que el tradicional restaurante cubano La Carreta, ubicado al ingreso del dique E de American Airlines en el Aeropuerto Internacional de Miami, ya no se encontraba, cavilando momentáneamente que el aeródromo floridano se había tornado tan estéril como nuestro Tocumen.
Enhorabuena, al convergir con uno de los trabajadores de limpieza (allá les denominan ingenieros sanitarios y les obligan a portar guantes) e indagar al respecto, este me confirmó en perfecto chapín (ya arribaron los guatemaltecos a Miami, los cubanos de segunda y tercera generación ocupan puestos de mayor alcurnia) que el restaurante La Carreta había sido reubicado en la planta baja usurpando el monopolio de deliciosos pastelitos, empanadas y bienoliente café cubano, su competidor el restaurante Versalles, donde sobrevenía una cola tan extensa y sin oportunidad de juega vivos que opté por descender las escaleras eléctricas y acercarme al tradicional refectorio para el gozo de sus manjares, abismal divergencia a los típicos restaurantes chatarras aeroportuarios.
Todo esto lo llevo a colación porque a través de su modernización, a Tocumen se le ha cercenado su personalidad, convirtiéndose en un bazar de venta de chucherías desde Johnnie Walker y Marlboro hasta Cartier y Apple, donde no se trasluce el distintivo istmeño.
Comprendo perfectamente la necesidad de los nuevos aeródromos de lucrar a través de concesionarios. De ello no tengo la menor duda dispensada la presión en maximizar los ingresos para la adecuada manutención y crecimiento del inmueble. No obstante, castrar su personalidad en un sitio tan sagrado como lo es el istmo de Panamá, me parece tanto temerario como falto de genuino amor a lo nuestro, que harían retozar en sus tumbas a Arnulfo y Omar, sobremanera tratándose de un sitio que albergará posterior a su expansión, a más de 20 millones de transeúntes al año donde solo el 10% de ellos ingresan al territorio nacional.
Usufructuando nuestras tierras altas por enésimo año consecutivo el galardón al mejor café del globo, ¿que nos costaría contar con una serie de kioscos, a lo largo y ancho del aeropuerto, adornados con el logo Panama: Best Coffee in the World, ofreciendo al visitante la oportunidad de saborear y adquirir nuestros cafés, incrementando a su vez los ingresos de Tocumen S.A.?
Aprovechando la Administración Varela de la mejor destilería regional, ¿que nos valdría estrenar un oriundo solar donde los turistas en tránsito puedan degustar un Ron Abuelo, un seco sour, una cerveza Panamá bien fría o una botella de agua Panamá Blue, utilizando este punto para multiplicar las ventas internacionales de nuestros productos autóctonos?
Con los incrementos de ingresos de la Autoridad de Turismo de Panamá ¿por qué no reemplazar su risible y abandonado kiosco por un legitimo punto de ventas del país que incorpore una tienda de artesanías de primera categoría en reemplazo al lúgubre puesto actual, una sala de corto metrajes, muestras de nuestro folclor y un restaurante con las apetecibles delicias gastronómicas istmeñas? Ello también contribuye al incremento de ingresos del aeropuerto.
Al nuevo administrador de Tocumen S.A., le conocí hace tres décadas cuando su agencia de viajes era nuestra proveedora de pasajes aéreos en IBM y posteriormente al suministrarle las torres Rohn a una de sus otras empresas, Mobilphone, para su sistema de comunicación. Goza Joe Fidanque III de nutrida imaginación y visión. Tal vez como un presagio a su posición actual, su oficina de Calle 50 estaba adornada por un cuadro de una antigua aeronave de Copa. Estoy seguro que abrazará nuestros consejos como una crítica constructiva que agracie un mejor desempeño al turismo nacional con creatividad y donaire, sin afectar las arcas de la empresa pública que ahora dirige.
Resulta sobremanera importante lograr el mayor usufructo de los aeropuertos nacionales en la exhibición de nuestros más preciados recursos, de nuestro verdor y de nuestro renovado sitial en el turismo global. Estas son solo algunas de las sugerencias que estoy seguro próximamente saldrán a flote para optimizar la calidad de Tocumen como punto de venta de todas nuestras riquezas turísticas. Como nos ha sabiamente manifestado la historia en el siglo XXI, no solo del comercio vive Panamá. Ya el turismo reemplazó a la Zona Libre de Colón y al canal como la primera fuente de ingreso nacional. ¡Aprovechemos Tocumen para la propagación de nuestro ensueño!
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