Desde que tengo uso de razón, Panama Viejo ha sido unas ruinas. La primera ciudad del Pacifico de las Américas merece mejor suerte y mejor destino. Mientras el Hotel Trump, la más alta mole en Latinoamérica, inaugura un casino para poco a poco evidenciar números negros, su predecesora el rascacielos más elevado del continente por mas de siglo y medio, la catedral de Panama Viejo, languidece ante la indiferencia de un trafico controlado que le desea mejor suerte.
Así
mismo, el Camino Real, motivo de investigación y trazado reciente por el
especialista austriaco Christian Strassnig, yace como otra muestra de lo que es
y lo que puede ser en nuestro rico pasado histórico que cada gobierno parece
escupir con la indiferencia en lugar de bosquejar una planificación para su
destello como atractivo que nos diferencia de los hermanos ticos que no cuentan
con un canal, ni con los sitios de compra ni con una historia comparable, no
obstante aun gozan de un mayor numero de visitantes anuales.
Para
celebrar los 500 años del descubrimiento del Mar del Sur, lideré la primera
expedición de ejecutivos en la historia en escalar el cerro Pechito Parao en
Darién, paraje que goza de una envidiable vista del Golfo de San Miguel y donde
Balboa divisa por vez primera las playas del Pacifico. Abrir esta trocha permanentemente es un
plumazo que languidece.
Sobra
y basta con estos tres ejemplos, existen muchos otros, Natá de los Caballeros,
San Lorenzo, San Pedro de Taboga, etc., que pueden transformar, multiplicar el
turismo nacional, acallando las preocupaciones muy validas de hoteleros que
claman por soluciones para aumentar los raquíticos números de ocupación.
En
vez de tratar de mágicamente invertir sus presupuestos en campañas esotéricas,
nuestras autoridades, sépase ATP, INAC, Alcaldía de Panamá y Gobernación, bajo el liderazgo de una Presidencia capaz,
deberían planificar desarrollos en estos tres sitios que permitan un
coeficiente multiplicador de visitantes.
Un
Camino Real bien trazado, la ruta mundial del oro, bien podría competir con el
Camino de Santiago de Compostela en Europa como el más visitado en el
mundo. Algo así como una Cinta Costera
colonial, con arquitectura de la época y un pasaporte para el sellado
multicolor por cada sitio visitado.
Panamá
Viejo bien podría pintar en el lienzo de su feudo una reconstrucción parcial, a
la Casco Antiguo, que permita al visitante sentirse parte de la época. Y si no les gusta a los capos de UNESCO, lo
que se busca es un parque temático histórico que sea a la vez rentable y
atractivo, en vez de “estas soberbias torres con aurea flecha en donde un sol
cansado se viene a desmayar”.
Y
Pechito Parao, ni hablar. Le convertiría
en un magneto de turismo para la olvidada Darién, un atractivo cual ningún
otro, paralelo al canal de Panamá en captación de turismo. Y más allá, con su esplendente verdor y
azuladas mariposas, un verdadero icono ecológico mundial. Y un recuerdo que el descubrimiento de
Balboa, más allá del Almirante Colón, resulta en el verdadero despegue del
comercio mundial que vio en Panamá su génesis, que nos convierte en los
Fenicios del siglo XXI, tristemente sin aprovecharlo a su máxima capacidad turística.
Diario Bella Vista News
Edición de Noviembre 2014
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