Bella Vista News
Edición de Enero 2015
Los Caobos también lloran
Jaime Figueroa Navarro
Hurto el titulo de este escrito de un libro de la
autoría del español José María Gironella, Los
Cipreses también lloran, tomo que reposaba en la abundante biblioteca bellavistina
de mi padre, donde en momentos de ocio acostumbrábamos, sin necesidad de ningún
permiso previo, ojear su colección privada en aquellos tiempos donde en vez de
calculadoras contábamos con reglas de calculo, nos memorizábamos las tablas de
multiplicación hasta el doce y donde el coco no era solamente un fruto sino
también la materia gris de nuestros cerebros que reclamaba abono para su diario
florecer.
A falta de visión integral y un cariz arquitectónico, los
burgomaestres capitalinos se han dedicado en las ultimas dos décadas simultáneamente
a la lentísima recuperación del casco y la masiva destrucción del barrio de
Bella Vista, desmoronando a cambio de pesetas para sus peculios particulares,
las originales mansiones que otrora adornaban sus amplias avenidas para dar
paso a mastodontes de concreto, de paso mal construidos, donde se esfuma la
personalidad de sus residentes al internarse en los elevadores y no saber a
ciencia cierta quienes le acompañan, la razón de sus raras vestimentas y que jerigonza
se escuchará en el trayecto a su piso particular.
Una moderna ciudad como la nuestra debe contar por lo
mínimo con amplias y transitables aceras transitables, el aterramiento de las crecientes
telarañas de cables, el recojo puntual de sus basuras y un alcantarillado que
soporte el aumentado flujo de aguas servidas y residuales. El día que un candidato a alcalde se
comprometa a resolver estos básicos preceptos, en lugar de ofrecer grasientos
jamones navideños con nuestros impuestos municipales a los ciudadanos más
pobres a cambio del favor del voto, contará con mi irrestricto e incondicional
apoyo.
No trata solamente de un plan maestro para solventar
los quehaceres de las muy transitadas Vía Argentina y la Calle Uruguay, plan
presentado en su momento ante las Comisiones de Turismo y Urbanismo de APEDE
por el delfín del efímero alcalde Bosco Vallarino, sino de cada una de las
calles y avenidas del distrito capital.
Nos faltan el respeto los políticos, pecando la ignorancia de los
Sanchos, que somos todos y cada uno de nosotros, los electores. ¡Que lastima cuando no nos queda mayor
alternativa que votar por alguien por ser el menos peor!
Y ahora nos enteramos que un informe preliminar de la
Alcaldía sobre las condiciones de los árboles de caoba de la ciudad de Panamá
arrojó que de los 48 inspeccionados, el 80% está enfermo. Pero las condiciones de los árboles no son
el único problema, destaca el informe, también se reporta un desorden con la
siembra de especies, ya que están afectando las líneas del tendido eléctrico. Amén que el precio de la caoba oscila entre
$16 a $20 el pie en el mercado local, lo cual daría lugar a un interesante
negocio ¿con que se reemplazarían?
¿Quién les cuidó para que no se enfermaran?
Ahora son los arboles los
que afectan a las líneas del tendido eléctrico ¡y no al revés! ¿A que alcornoques, valga la redundancia,
confiamos nuestro bienestar e imagen?
Al visitar la capital
norteamericana en primavera, se observa el gallardo florecer de sus 3,000
cerezos, obsequio que el alcalde de Tokio, Yukio Ozabi hiciera efectivo el 27
de marzo de 1912 y que permanentemente resalta la personalidad de esa ciudad. Con todo el respeto al alcalde japonés, a los
ciudadanos y autoridades de Washington, D.C. ¡nada tenemos que envidiarles!
Cuenta el istmo, ahora
que de seguro se procederá a la tala de los valientes caobos que nos vieron
crecer bajo sus sombras, con una soberbia especie que haría una esplendida
diferencia en la identidad de nuestra ciudad.
Se trata del Tabebuia
chrysantha mejor conocido como guayacán.
De madera frondosa y larga vida, nos regala durante su periodo de
floración cada verano con extensas alfombras amarillas y un recuerdo único de
visitantes durante su aproximación aérea al istmo al apreciar los centenares de
lunares amarillos en medio del verde esplendor de la flora istmeña.
La
bien orquestada siembra y adecuado mantenimiento de miles de arboles de esta
especie a lo largo y ancho de nuestra capital, le dotaría de un particular
atractivo que bien se podría aprovechar al igual que Washington, D.C. para la
celebración anual de un Festival Nacional del Guayacán, símil a su homologo
norteño del cerezo, de dos semanas de
duración, que se inicie con una ceremonia de apertura, seguida por un conjunto
vertiginoso de actividades y eventos culturales.
Cada
día hay una degustación de sushi y sake en Washington, que bien podría
sustituirse por ceviches y seco sours acompañados de un tour en bicicleta
alrededor de la Cinta Costera. Durante los
días del festival anual se podrían también desarrollar exposiciones de arte, tanto de fotografía,
como de escultura, pintura, y una variedad de actividades culturales, que
estimulen el turismo y aumenten vigorosamente la ocupación hotelera. ¡Tiene usted la batuta, Señor Alcalde!
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