Diario Panamá América
27 de diciembre de 2014
Más que Nada
Jaime Figueroa Navarro
Heme nuevamente alistando maletas para una de mis giras de introducción de Panamá, esta vez en California, donde siempre señalo que en el prisma de mi visión de Norteamérica existen cinco destinos que considero emblemáticos por sus particularidades: Boston, Nueva Orleans, San Francisco, Montreal y Miami por sus distintivos que les separa de las otras urbes. No deja de imperar alguien en la audiencia denotando la inclusión de Nueva York en la lista. Y no deja de tener razón.
Asimismo en la América Latina podríamos rubricar a Rio de Janeiro, Nuestra Señora del Buen Ayre, Guadalajara, Aruba y Santafé de Bogotá como sitios alegóricos de nuestra geografía. Pero, aguarda, ¿dónde quedó Panamá?
Ejemplifica Panamá un destino como ningún otro en todo el continente. Mencionaba durante mi intervención en un reciente conclave navideño del cuerpo diplomático acreditado en el istmo, que el diario de mayor circulación en Italia, Corriere della Sera, describe a ciudad de Panamá como “una fusión tropical de Manhattan y Venecia.” Por un lado, el Panamá moderno, vigésima ciudad más alta del mundo, según el portal skyscrapers.com, y por el otro un Casco Antiguo que cada vez más se define como un bastión de gastronomía mundial con cafetines y cervecerías artesanales como pecas dentro de un conclave arquitectónico neo europeo al pórtico del canal de Panamá.
Y conversando del Panamá de los rascacielos, el concepto de Panamá con estas vetustas torres no es para nada algo reciente. ¿Sabia usted que la torre de la catedral de Panamá La Vieja, construida en 1524 y destruida por el pirata Morgan en 1671, fue por casi siglo y medio la estructura colonial más elevada del continente?
Durante mi disertación WHY PANAMA en el auditorio de la Universidad de San Diego, señalaré que la obra de expansión del canal de Panamá, que consigna un movimiento de tierra superior a las excavaciones que durante una década le dieron forma al canal original a inicios del siglo pasado, tiene un costo mucho menor que el dragado de los más importantes puertos en ambas costas de Estados Unidos en preparación para el recibo de los mega barcos que circularán a través del canal a partir del año próximo y que cultivarán un crecimiento comercial sin precedente en la historia de la humanidad.
El propósito de mis ciclos de conferencias son precisamente delinear los importantes atractivos istmeños, tanto ecológicos, marinos y turísticos como logísticos, comerciales y los grandes beneficios de visitar e incluir a Panamá en sus planes de desarrollo porque somos desde ya los Fenicios del siglo XXI y gozamos de un muy prometedor futuro.
Pero más que nada exaltaré las bondades istmeñas, aun sin pulir, resultado de la indiferencia de tantos gobernantes que más se han preocupado por su peculio y el de sus copartidarios, donde se ha mal gobernado el país a partir de la pertenencia a un determinado partido en lugar de credenciales de excelencia, hedor a la corrupción y profundo amor a la patria.
Más que nada duele la impotencia de las mayorías al visualizar la desembocadura del rio Chagres desde la meseta donde se impone el Fuerte San Lorenzo, joya de la colonia en total estado de abandono y desaliño.
Más que nada aflige la indiferencia de las autoridades siquiera en señalizar a los pasantes la riqueza histórica y religiosa de Natá de los Caballeros, donde se ubica la Basílica Menor de Santiago Apóstol, iglesia más antigua de tierra firme del continente Americano.
Más que nada punza el corazón la falta de visión y creatividad de los encargados de asuntos turísticos al no hacer nada con la trocha que asciende el cerro Pechito Parao en el misterioso Darién, nuestra ultima frontera, donde hace 501 años Vasco Núñez de Balboa divisara por vez primera la majestuosidad del Mar del Sur reflejada en el golfo de San Miguel.
Podemos enumerar un sinnúmero de ejemplos de lo que es y podría ser Panamá. Sus particularidades son únicas en el globo terráqueo. Todavía tengo la fe que dentro de nuestro caudal humano, algún día veremos todos esos sueños convertidos en realidades. Más que nada, me gustaría tanto que fuese antes de finalizar mis días en esta vida porque Panamá, más que cualquiera de nuestros queridos y muy apreciados vecinos ¡lo merece!
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