miércoles, 31 de diciembre de 2014

¡Tocumen, Tocumen, Tocumen!

Diario Panamá América
3 de enero 2015

¡Tocumen, Tocumen, Tocumen!
Jaime Figueroa Navarro

A falta de sitios de recreo, recuerdo de niño que uno de los más populares destinos de visita en Panamá era el Aeropuerto Internacional de Tocumen.  Ese antiguo aeródromo, aquel armatoste concebido en 1947 por el padrino de mi padre, el Presidente Enrique Adolfo Jiménez,  cuya terminal de pasajeros, muy a lo panameño, fue finalizada 7 años después.  Era un atractivo edificio con personalidad propia cuyo restaurante en su segundo piso, cual acuario terrestre a la inversa, permitía visualizar el aterrizaje de aeronaves de Braniff y Panagra, mientras se saboreaba un sancocho de esos de cuchara grande y auténtico resabio y se hocicaban las personas que paseaban su amplia terraza con sus mejores ropajes dominicales.  ¡Era tan frio el aire acondicionado que los amplios ventanales sudaban la humedad tropical al abrir y cerrar de puertas!

La construcción de las instalaciones actuales se iniciaron en 1971, siendo el mayor reto el desvío del río Tocumen, y prorrogando la tradición de su predecesor, también fueron inauguradas 7 años después, modernizando muchas de sus operaciones pero a la vez disipando ese autóctono sabor que nos invitaba a presenciar el descenso de los colosales 747 de Pan American y el desfile de guapísimas aeromozas de Braniff en sus coloridas vestimentas chic diseñadas por Emilio Pucci.

La expansión de Tocumen inicia con la construcción del Muelle Norte, obra entregada en 2012 aumentando la capacidad del aeropuerto a 10 millones de pasajeros anuales.  La actual construcción de la nueva Terminal Sur prácticamente dota a Tocumen de un nuevo aeropuerto paralelo a las actuales instalaciones, optimizando su capacidad a 54 mangas de abordaje, que mucha falta nos hacían para convertirnos en el aeropuerto rey de Latinoamérica.

En principio, todo esto esta muy bien y muy bonito, pero hace falta la otra parte, la creatividad de convertir un aeródromo de un centro de compras hacia el mejor punto de ventas país.  Después de todo, es Tocumen el sitio de mayor numero de visitantes del istmo, donde aquellos pasajeros en la mitad izquierda de las aeronaves, sentados en la ventana del asiento “A” gozan de la vista de floridos guayacanes como pecas en nuestro verdor al atravesar el istmo para finalmente ojear los impresionantes rascacielos de la vigésima metrópolis más alta del mundo.

El minúsculo kiosco de la Autoridad de Turismo frente a la puerta de embarque #22 no le hace justicia al paraíso donde aterrizan esos millones de personajes, en su gran mayoría de transito por el bazar del mundo.  A la aburrida funcionaria con una folletería obsoleta e incompleta habría que reemplazarla por una versión autóctona de It’s a Small World, la sala de Disney en Orlando, vendiendo como actualmente se despacha Marlboro, Johnnie Walker y Cartier, una visión única del istmo que convide al pasante a retornar mientras babea resultado de un suculento ceviche y el sensual movimiento de las caderas de guapísimas empolleradas.

Cueste lo que cueste, como imagen país deberíamos arrebatar una emblemática esquina del nuevo aeropuerto a Motta y Waked para convertirle en el reino mágico de Panamá, efectivamente lanzando anzuelos con jugosas carnadas que en efecto resulten en una oleada de visitantes, que ¡ya están aquí!  No se hacen necesarias, entonces, giras de introducción de Panamá a gélidos parajes como Moscú o calurosas plazas cual Addis Abeba.  Amarremos lo que esta aquí y al retirar las redes veremos un significativo cambio en el escuálido cuadro de ocupación hotelera.  ¿Cómo no se le ha ocurrido esto a las autoridades y a la flamante Cámara de Turismo, cuando desde nuestra trinchera periodística lo hemos vertido en repetidos escritos durante más de una docena de años?

Si deseamos adoptar el paño del turismo como bandera económica para nuestro futuro, bien valdría la pena hacerlo bien de una vez por todas, en vez de titubear de fracaso en fracaso, programas que no han dado resultados efectivos, a lo largo y ancho de múltiples administraciones.  Ya es hora, en turismo, de medir las inversiones por sus réditos tal cual se acostumbra en la Autoridad del Canal de Panamá.  Y Tocumen es la oportunidad de oro.  ¿Qué esperamos para el despegue?

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