Diario Panamá América
3 de enero 2015
¡Tocumen,
Tocumen, Tocumen!
Jaime
Figueroa Navarro
A
falta de sitios de recreo, recuerdo de niño que uno de los más populares
destinos de visita en Panamá era el Aeropuerto Internacional de Tocumen. Ese antiguo aeródromo, aquel armatoste
concebido en 1947 por el padrino de mi padre, el Presidente Enrique Adolfo
Jiménez, cuya terminal de pasajeros, muy
a lo panameño, fue finalizada 7 años después.
Era un atractivo edificio con personalidad propia cuyo restaurante en su
segundo piso, cual acuario terrestre a la inversa, permitía visualizar el
aterrizaje de aeronaves de Braniff y Panagra, mientras se saboreaba un sancocho
de esos de cuchara grande y auténtico resabio y se hocicaban las personas que
paseaban su amplia terraza con sus mejores ropajes dominicales. ¡Era tan frio el aire acondicionado que los
amplios ventanales sudaban la humedad tropical al abrir y cerrar de puertas!
La
construcción de las instalaciones actuales se iniciaron en 1971, siendo el
mayor reto el desvío del río Tocumen, y prorrogando la tradición de su
predecesor, también fueron inauguradas 7 años después, modernizando muchas de
sus operaciones pero a la vez disipando ese autóctono sabor que nos invitaba a presenciar
el descenso de los colosales 747 de Pan American y el desfile de guapísimas
aeromozas de Braniff en sus coloridas vestimentas chic diseñadas por Emilio
Pucci.
La
expansión de Tocumen inicia con la construcción del Muelle Norte, obra
entregada en 2012 aumentando la capacidad del aeropuerto a 10 millones de
pasajeros anuales. La actual
construcción de la nueva Terminal Sur prácticamente dota a Tocumen de un nuevo
aeropuerto paralelo a las actuales instalaciones, optimizando su capacidad a 54
mangas de abordaje, que mucha falta nos hacían para convertirnos en el
aeropuerto rey de Latinoamérica.
En
principio, todo esto esta muy bien y muy bonito, pero hace falta la otra parte,
la creatividad de convertir un aeródromo de un centro de compras hacia el mejor
punto de ventas país. Después de todo,
es Tocumen el sitio de mayor numero de visitantes del istmo, donde aquellos
pasajeros en la mitad izquierda de las aeronaves, sentados en la ventana del
asiento “A” gozan de la vista de floridos guayacanes como pecas en nuestro
verdor al atravesar el istmo para finalmente ojear los impresionantes
rascacielos de la vigésima metrópolis más alta del mundo.
El
minúsculo kiosco de la Autoridad de Turismo frente a la puerta de embarque #22
no le hace justicia al paraíso donde aterrizan esos millones de personajes, en
su gran mayoría de transito por el bazar del mundo. A la aburrida funcionaria con una folletería
obsoleta e incompleta habría que reemplazarla por una versión autóctona de It’s
a Small World, la sala de Disney en Orlando, vendiendo como actualmente
se despacha Marlboro, Johnnie Walker y Cartier, una visión única del istmo que
convide al pasante a retornar mientras babea resultado de un suculento ceviche
y el sensual movimiento de las caderas de guapísimas empolleradas.
Cueste
lo que cueste, como imagen país deberíamos arrebatar una emblemática esquina
del nuevo aeropuerto a Motta y Waked para convertirle en el reino mágico de
Panamá, efectivamente lanzando anzuelos con jugosas carnadas que en efecto
resulten en una oleada de visitantes, que ¡ya están aquí! No se hacen necesarias, entonces, giras de
introducción de Panamá a gélidos parajes como Moscú o calurosas plazas cual
Addis Abeba. Amarremos lo que esta aquí
y al retirar las redes veremos un significativo cambio en el escuálido cuadro de
ocupación hotelera. ¿Cómo no se le ha
ocurrido esto a las autoridades y a la flamante Cámara de Turismo, cuando desde
nuestra trinchera periodística lo hemos vertido en repetidos escritos durante
más de una docena de años?
Si
deseamos adoptar el paño del turismo como bandera económica para nuestro
futuro, bien valdría la pena hacerlo bien de una vez por todas, en vez de
titubear de fracaso en fracaso, programas que no han dado resultados efectivos,
a lo largo y ancho de múltiples administraciones. Ya es hora, en turismo, de medir las
inversiones por sus réditos tal cual se acostumbra en la Autoridad del Canal de
Panamá. Y
Tocumen es la oportunidad de oro. ¿Qué
esperamos para el despegue?
No hay comentarios:
Publicar un comentario