Diario Panamá América
10 de enero de 2015
Construyendo Naciones
Jaime Figueroa Navarro
Las
naciones se construyen no por casualidades, sino más bien resultado de la traza
de sagaces ingenieros sobre el lienzo de sus posibilidades. El verdor
istmeño, bajo su hirviente sol de mediodía nos ubica en un sitial especial del
globo terráqueo que nos ha permitido engendrar de la tierra un especial paraíso
que nos sigue sorprendiendo con sus vastas posibilidades.
Un sumado
factor eminente en el siglo XXI es la inconmensurable importancia del agua como
vital liquido para la supervivencia del hombre, reemplazando de esta manera al
petróleo, cada vez más obsoleto, barato y sucio. Es Panamá una esponja
donde las poderosas lluvias de nueve meses nutren la savia de vida de sus
centenarios arboles y nos ha permitido el encaje de un canal que de ella se
nutre, oxigenando el comercio universal y brindándonos un agua que aun
refrescante y sana del grifo sigue siendo motivo de la envidia de nuestros visitantes.
Si bien
es cierto el BioMuseo nos brinda un poderoso mensaje que refleja en el espejo
de la humanidad su génesis, este indomable país no se hizo de la noche a la
mañana. Las crónicas de Cristóbal Colón a duras penas logran descifrar la
hazaña del Adelantado Balboa quien a pocos años de la visita del Almirante
verdaderamente desabrocha al mundo ante la visión de ese vasto Mar del Sur
desde la cumbre del cerro Pechito Parao en el majestuoso Darién istmeño dando
raíces al verdadero florecimiento del intercambio global.
Fueron
visionarios como de Lesseps y Goethals, ingenieros de canales que lograron
finalmente hacer realidad el sueño de Carlos V. Dentro del proyecto
nacional también influyen gigantes autóctonos, en particular originarios de la
provincia de Los Santos, tales como el Dr. Belisario Porras, conductor de
pueblos, la apacible Doña Dalila Vera, propietaria de la Dulcería Yeli en
Pedasí quien a inicios del siglo XXI nos representa honrosamente como nuestra
mejor embajadora, añadiendo por su peso a la vivaz Ilya Espino de
Marotta, Vicepresidente de Ingeniería, Chargé d’Affaires del proyecto de
Expansión del Canal, chispa que enciende a diario el motor de nuestro mayor
emprendimiento nacional, dama noble y sencilla, la más poderosa mujer que
la nación haya engendrado.
Y es que
en la Autoridad del Canal de Panamá, a lo opuesto de todas las otras entidades
del estado, las posiciones se perciben a través del concurso, como bien debería
ser en todas, y no como resultado del dedazo del político de turno. ¡Qué
refrescante que sea una doncella la que haya fraguado el respeto de buenos y de
no tan buenos, de sanos y piratas, en un emprendimiento tan importante para
nuestro futuro!
El lunes
nos recibió en su amplio despacho de Corozal, finamente decorado con cuadros de
los quehaceres de la expansión, una curiosa simbiosis de fotografías matizadas
por artistas istmeños, en compañía del periodista del diario The New York
Times, Keith Schneider, quien le auscultó como cirujano logrando extraer las maravillas
de una personalidad que todo lo analiza con la lupa de ingeniero y un
enorme corazón de madre, enamorada de la Patria, grabando tan tenuemente
el mensaje a través de su plática que tras de ella, a través del ventanal, por
casualidades de la vida se divisa nuestra bandera vigorosamente ondeando bajo
la brisa de verano sobre el verdor canalero. ¡Solo hacía falta que se
entonaran las notas de nuestro glorioso Himno Nacional!
Como
cierre a su interrogatorio, posterior a la impactante metralleta de respuestas
preñadas con tantos detalles el periodista Schneider toca el sentimiento de la
ingeniera indagando que cambiaría en Panamá. Allí fue el corazón de la
entrevista, dando paso a los números, rastrillando en lugar del cerebro, el
alma: inició la respuesta razonando sobre el problema de la basura, para
elucubrar un sueño, que todos los compatriotas decentes de alguna forma
albergamos, de un Panamá bilingüe y con una educación sin par. Esta
sencilla mujer, con sonrisa de Mona Lisa y fulgurantes ojos, rebosó la paila
con su particular visión más allá de la expansión, sobre la construcción de la
nación panameña.
Ello me
hace hilar en las telarañas de la historia, su similitud con el General
Eisenhower, ingeniero de carrera, militar por fogueo, que posterior a su
triunfal campaña durante la Segunda Guerra Mundial incursiona el mundo político
construyendo una nación en postguerra que experimenta el mayor crecimiento
jamás visto. ¡Ojala abramos los ojos y lo mismo se redoble en el istmo!
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