Bella Vista News
Febrero 2015
Balboa: El hombre, la leyenda, Panamá
Jaime Figueroa Navarro
Se denotan las particularidades de mi
barrio en sus obras, emanando la personalidad de un pueblo que frescamente
refleja sus rasgos a través de la fresca pintura de los diablos rojos del siglo
veinte donde en sus parachoques, a lo opuesto de la uniformidad gringa del otro
lado de la cerca de la Zona, percibíamos anécdotas como aquella que decía: “No
te vistas que no vas.”
El Bella Vista moderno reemplaza al
Parque Urraca con la Cinta Costera, pero teniendo aun la oportunidad de oro de
mejorar aun más el pulmón más representativo del municipio capitalino en vez de
dotarle de estacionamientos subterráneos como algunos políticos han
sugerido.
Asimismo, la Plaza de Francia, con su
sencillez, es un espejo del Panamá francés, de la penúltima década del siglo
diez y nueve cuando de Lesseps, Renoir y un significativo grupo de galos cambia
la huella de nuestro Casco por siempre brindándonos antes de su tiempo, una
cucharada del elixir de la globalización y una frescura arquitectónica a un
solar colonial Ibérico.
Pero ningún icono bellavistino le llega
a los talones a la estatua del hidalgo español, Vasco Núñez de Balboa. Se le denomina “hidalgo” a un “hijo de algo”
y este osado joven, hijo de Jerez de los Caballeros en Extremadura, guapo,
romántico y visionario, representa más que ninguna otra figura el particular
ímpetu de Panamá, que nos distingue de todas las republicas hermanas de
Latinoamérica y del Caribe, como nos detalla el Cronista Oficial de su pueblo
natal, amigo de Panamá y apreciable colega, Dr. Feliciano Correa, en su
magnifica obra: “Balboa, la fantástica historia de un hidalgo español”.
Somos el único país del mundo que
distingue a un personaje en su moneda y su cerveza. De origen ibérico, Balboa adopta el sombrero
a la pedrada al quebrantar el molde que le separa de todos los otros
sanguinarios conquistadores y convertirse en un autentico aliado de los
indígenas.
Con motivo de la celebración de los 500
años del descubrimiento del Océano Pacifico, la autora Rosa López Casero nos
obsequia el lado romántico del Adelantado al ojear las paginas de su libro “La
Pasión de Balboa” donde nos narra en sus capítulos como si estuviese allí
presente, escudriñando la historia, los vaivenes de la novela de Anayansi.
Sencilla y
escueta su estatua, me hizo remontar un atardecer hace medio siglo en el
istmo, mientras, a lo lejos, patricios jerarcas citadinos cortejaban en los
barandales del vetusto Club Unión en Casco Antiguo, contemplaba siluetas
enamoradas insinuando al unísono embusteros susurros de Cupido, por la
curvilínea rotonda de la estatua en nuestro malecón, la más imponente estela al
explorador Vasco Núñez de Balboa, obsequio del Rey Alfonso XIII, esculpida por
los talentosos artistas españoles Miguel Blan y Mariano Benlliure e inaugurada
con la presencia de representantes de 15 naciones latinoamericanas por el Dr.
Belisario Porras el lunes 29 de septiembre de 1924, como fiel testimonio
de que fue aquí y no en ninguna otra plaza, que se emprendió la
mayor conquista geográfica de la historia de la humanidad.
Como dato
particular, seguramente desconocido por el 99.5% de los panameños, me enteré
accidentalmente la semana pasada, resultado de mi afianzada pasión por la
fotografía, la presencia de un puente elevado cercano y un lente fotográfico
magnificador ¡que Balboa esta descalzo!
Como siempre le vemos desde abajo, en ángulo que nos obliga a admirarle,
jamás nos percatamos de este detalle, que hace perfectamente sentido pues es
reflejo del momento de la toma de posesión del Mar del Sur en el darienita golfo
de San Miguel, que a pesar del calor tropical y las metálicas armaduras, no
querría mojar en esos momentos sus zapatos don Vasco. ¡Vaya pincelada de tan particular personaje!
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