lunes, 6 de julio de 2015

¡Bonjour, París!

Diario Panamá América
4 de julio de 2015

¡Bonjour, París!
Jaime Figueroa Navarro

Mi primera visita a esta capital, la urbe más visitada del mundo, fue a los quince años durante el convulsionado verano de 1968. Abordando el vuelo de Air France en el recién estrenado aeródromo John F. Kennedy, en Nueva York, dediqué el cruce al charco a la lectura del popular libro "Europa a $5 el día", antes de aterrizar en el aeropuerto de Orly en sus suburbios y un París en franca limpieza posterior a los graves disturbios estudiantiles y obreros en contra de la V República del presidente Charles de Gaulle.

Casi medio siglo después y con más de una veintena de viajes a la Cité de l'Amour, mantengo aún la misma debilidad por los eclairs au chocolat, fino fruto de la pastelería francesa, cuya textura y fina pasta me arrebataron durante mis años mozos.

Han cambiado los tiempos y la gente. Ahora se perciben muchísimos turistas chinos que otrora no existían. Todos los franceses y visitantes pululan las docenas de líneas del metro con la vista fija en sus celulares, cual robots del siglo XXI, cuando antes dedicaban su tránsito a la lectura del diario Le Monde, o bien a ojear los calzados las damas, o las damas los caballeros. Finalmente, los franceses dominan la lengua de Shakespeare, y cáspita, también la de Cervantes.

Lo que no varía es la exquisitez de su gastronomía y la sensualidad de la torre Eiffel, los cafetines de esquina donde los galos practican su más deleitable pasatiempo, que es observar a los transeúntes y la elegancia en el vestir reflejada a través de cada vitrina parisina.

Aprovechando un seminario de riesgos en reaseguros que cursó mi hija Patricia Mercedes en Múnich, Alemania, las pasadas dos semanas, siendo esta su primera travesía a Europa, le rogué pidiese una semana adicional de vacaciones, para servirle como su guía de turismo en París, volando de la frígida Bavaria el sábado pasado para encontrarnos una Francia tan o más cálida que Panamá.

Los hoteles en París gozan de habitaciones pequeñas y estrechas, pero harto cómodas con precios para bolsillos profundos y una interminable diversidad. Posterior a escudriñar las diversas, variables e importantísimas opiniones de sus clientes en el portal TripAdvisor, optamos por un hotel en una romántica calle peatonal cercana a la torre Eiffel donde al amanecer se estiran en sus aceras atriles repletos de cerezas, frambuesas y otros frutos del huerto local y se hurgan los olores del recién tostado café de máquinas prensadoras italianas, en preparación para el liviano desayuno que asiste en mantener tan delgados a los lugareños y que consta adicionalmente del recién exprimido jugo de naranja y una cesta de variados panecillos frescos acompañados de mantequilla y jaleas.

Aprovechando nuestra estancia en París, conjugué hace algunas semanas con la parisina Fundación de Lesseps para dictar una de las conferencias de mi ciclo Por qué Panamá, con un enfoque, en adición al acostumbrado giro turístico, que actualizase a la audiencia en los pormenores del proyecto de expansión al Canal y su vibrante aporte al comercio mundial. Así fue cómo el lunes al atardecer, a bordo de la embarcación Ile de France, sede del prestigioso club Cercle de la Mer, sobre el muelle de Suffren a la sombra de la torre Eiffel, sacando las mariposas del estómago, alterando el cassette del español al francés, inspirado por el sitio y la exquisita audiencia que incluía por vez primera a mi hija Patricia Mercedes, dicté una inspiradora charla sobre el istmo que dejó boquiabiertos y babeantes a los presentes con deseos de conocer Panamá. Inesperado honor, posterior a la charla, Cercle de la Mer me nombró su primer socio honorario panameño, obsequiándome la corbata que distingue a esta particular fraternidad de hombres y mujeres de mar.

Lo que colmó de mayor valor nuestra travesía, es lograr una buena calificación por parte de mi hija como su guía de turismo, gozando entre otros, de la más deliciosa sopa de cebolla en el afamado restaurante Au Pied de Cochon y la versión local del steak frites en Le Relais de l’Entrecote, la visita de rigor al Museo de Louvre y a la afamada revista del Lido. Para mí, esta semana tiene que ser gloriosa dentro de aquellos recuerdos de la vida que se llevan en lo más profundo del corazón.


¡Bonjour, París!

No hay comentarios:

Publicar un comentario