lunes, 6 de julio de 2015

Escudriñando de Lejos

Diario Panamá América
27 de junio de 2015

Escudriñando de lejos
Jaime Figueroa Navarro

Aprovechando el empollo de mi hija Patricia Mercedes en temas de riesgos de seguros con una de las empresas líderes mundiales en reaseguros, tema que maneja al dedillo al poseer la rara combinación de una licenciatura en Derecho y Ciencias Políticas y una Maestría en Administración de Empresas, lidiando a diario con ejemplos prácticos de Estadísticas, materia que francamente detesté durante mis años de estudios superiores, al no encontrarle la práctica al diario vivir que mi hija actualmente señala como su modus vivendi, no me quedó otra alternativa que acompañarla para celebrar el final de su curso.

Asimilar Tocumen sigue siendo muestra de nuestro continuado desdeño con lo que debe ser, lo que se debe aprovechar, como el mejor sitio de venta de Panamá. Sucio, puerquísimos sus inodoros, con basura por doquier y un insoportable calor en la terminal, ni se diga los satélites, que asemejan saunas, la infalible excusa parece ser que hace falta una pieza para la reparación del sistema de aire acondicionado. Botado estaría su administrador, por ineficiente, así como debe estar requete en su casa el administrador del metro de Panamá por las escaleras eléctricas fuera de orden, a escaso año de operación. Donde manda capitán, no manda marinero. Tome nota, señor presidente, si no usted también merece correr la misma suerte.

Las dos azafatas, estudiantes de turismo en pasantía, a cargo del quiosco de la Autoridad de Turismo frente a la manga de salida 23 no tienen literatura ni en español, ni en inglés a su haber. En su lugar despachan periódicos y revistas de empresas particulares. La literatura en francés y portugués, bien gracias, no existen. Una de ellas se distrae chupando un lollipop durante nuestro intercambio. ¿Dónde esta el ministro de Turismo?

El martes crucé el charco toda la noche desde Tocumen, cómodamente respirando los tulipanes holandeses en Schiphol, aeródromo que sirve a la ciudad de Ámsterdam, al mediodía del miércoles, continuamos rumbo a Múnich, la capital del Estado germano de Bavaria, cuna y capital mundial de la cerveza, sede de los automóviles de lujo BMW.

Templado, para mi clima sumamente agradable, me recibió Alemania, país que a lo opuesto del nuestro, se encuentra eternamente sumergido en la búsqueda de la perfección. Traté infructuosamente de encontrar un pedazo del rompecabezas fuera de su sitio, pero fue imposible, todo está ordenado. Un orden que invita a los alcaldes istmeños a conocerle y emularle en vez de sumergirnos en la ignominia, mientras hacen quién sabe qué y los impuestos de los contribuyentes se esfuman en continuados actos de ineficiencia y las acostumbradas excusas.

Encontrándose mi hija ocupada en los menesteres de sus últimos dos días de entrenamiento, opté por tomar una gira de un día a Salzburgo, ciudad natal de Mozart en la vecina Austria, donde uno imagina el eco de su vibrante música en las montañas a lo lejos y el recuerdo del cántico Do Re Mi, allí filmado durante la película La Novicia Rebelde.

En lo que Hitler denominó Sudenteland (tierras al sur), sarcásticamente su pueblo natal, el cual despojó para Alemania durante los pininos de la Segunda Guerra Mundial alegando que era parte fehaciente del Tercer Reich, también se respira un paisaje libre de basuras, con aceras bien trazadas y un sistema ordenado de hacer las cosas, muy diferente al diario deambular istmeño.


Observar Panamá de lejos, sobre todo tratando de compararle con el imperio de lo correcto, da vergüenza. Merecemos mejores días eficiencias de escala y administradores capaces. Es inconcebible que lo único que funciona como reloj en el Istmo sea la Autoridad del Canal de Panamá. El resto da lástima y duele en lo íntimo del corazón. Sobremanera, a lo opuesto de destinos vecinos, gozando Panamá de tan envidiable potencial lo echemos todo a la borda por fístulas de intereses creados, el juego de inescrupulosos políticos y la caterva de 'yes men', los aduladores de siempre. Permanecer en un sitio mucho tiempo oxida. Visitar maravillas oxigena.

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