jueves, 9 de julio de 2015

Desarrollo Turístico Caribeño

Diario Panamá América
11 de julio 2015

Desarrollo Turístico Caribeño
Jaime Figueroa Navarro

Como hito histórico anunció el Gobierno Nacional el proyecto de renovación urbana de la ciudad de Colón la semana pasada, añadiendo el Presidente Varela los pormenores de los $500 millones y 5,000 viviendas nuevas para los ciudadanos de esa provincia.  Aplausos merece la iniciativa, sobremanera tratándose del caribe istmeño, tristemente abandonado por los políticos y empresarios istmeños desde mediados del siglo pasado, a pesar de gozar a su lado con la boyante Zona Libre de Colón.

No obstante la inversión estatal en un cambio de imagen de limitadas manzanas de la segunda ciudad más relevante del istmo y la construcción de viviendas para los más necesitados, bien valdría la pena volver a horadar la roca sobre un impulso de mayor relevancia que crearía importantes fuentes permanentes de empleos bien remunerados corrigiendo por siempre el espejo del turismo istmeño.

Fue durante la campaña presidencial Martinelli-Varela de 2009, sirviendo como Presidente de la Mesa de Turismo del Plan de Gobierno, que expuse durante una reunión de la Fundación del Desarrollo del Caribe en el Club Unión, planes más allá de la retorica política para el desarrollo pleno del turismo istmeño en un país que ha erróneamente concentrado todos sus esfuerzos en la costa equivocada.   

Básico en el esquema, planteamos la construcción de una autopista caribeña que oxigenara las áreas de mayor pobreza extrema de la republica, prosperando magnetos turísticos con énfasis en ecoturismo y turismo histórico.  El costo de la mega obra estaría más que cubierto con la plusvalía de valiosas propiedades costeñas propiedad del estado, que servirían como áreas de inversión turística dentro de un Plan Maestro para el Desarrollo del Caribe.

Esta iniciativa no es para nada nueva.  Si examinamos el exitoso ejemplo azteca, vemos como posterior al despliego de sus playas del pacifico, resaltando Acapulco, Puerto Vallarta y Riviera Nayarit, la Secretaría de Turismo de México presenta el más exitoso plan de desarrollo turístico de playas a nivel mundial en la década de los setenta con el florecimiento de la Riviera Maya en Quintana Roo y Cancún como su núcleo. 

Si bien es cierto ese país goza de una rica historia caribeña representada por monumentales obras como Chichen Itzá y Tulum, no se queda Panamá detrás con las abandonadas joyas coloniales de Portobelo y Fuerte San Lorenzo, amén de una riqueza ecológica tropical, inexistente en las áridas geografías del caribe mexicano,  icónicamente representada por la isla Escudo de Veraguas, que a pesar de su nombre geográficamente se ubica en la provincia de Bocas del Toro. 

Ese ambicioso Plan Maestro del desarrollo del Caribe, buscaría también el fecundo auge de marinas para veleros, a lo largo y ancho de un caribe que cuenta con más de un millón de ellos, un turismo de lujo que busca a gritos refugios en su pilastra sur de junio a noviembre por la temporada de huracanes  y que en el istmo cuenta con una muy vergonzosa limitante resultado de la miope dirección política de la Autoridad de Turismo de Panamá. 

Complementando al proyecto, para aumentar las escuálidas cifras de ocupación hotelera capitalina, se procedería a la plena reconstrucción de las olvidadas ruinas de Panamá Viejo, creando otro ápice colonial que complemente al Casco Antiguo y que se enlace a Portobelo con la reconstrucción del Camino Real donde los turistas se deleiten con las riquezas ecológicas istmeñas a través de un sendero único en el mundo.  ¡Esto es visión de turismo, no el eterno letargo de los gobernantes y sus ineptos charges d’affaires que perenemente balbucean estrellándose contra las húmedas paredes de la indiferencia y la ineptitud!

Por la importancia de la industria sin chimeneas, exige el país elevar su relevancia, profesionalizando su esquema de tal manera que se convierta, como la Autoridad del Canal de Panamá, en importante cornucopia para el progreso del país. ¡Empecemos por Colón, Señor Presidente, pero empecemos bien!           

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