Diario Panamá América
19
de septiembre 2015
Habla
del Silencio
Jaime
Figueroa Navarro
Al
recogerme en el madrileño aeródromo de Barajas, Don Jaime Ruiz Peña
diligentemente encauzó el coche hacia el sur rumbo a Andalucía, toreando el
trafico hasta alejarnos lo suficiente de la metrópolis y acercarnos al Castillo
de Maqueda en Toledo, dentro de cuyos muros vivió algún tiempo la reina Isabel
La Catolica, para apearnos y a su sombra deleitarnos con una comida que incluyó
un aperitivo de finas setas, preparando con ellas, valga la
redundancia, una crema que se cubre con otra crema de queso curado trufado y como plato
principal un suculento solomillo de buey acompañado de un tempranillo
extremeño, un vino tinto muy aromático y completo de color cereza y
violeta, en nariz achocolatado y balsámico, de taninos dulces y agradables.
Este, crianza de seis meses en barricas de roble francés es siempre un acierto
en cualquier mesa, un regalo sorprendente y una compra segura. Se llama Habla del Silencio…
La semana pasada, de visita por el istmo, el también empresario extremeño,
José Manuel Remedios, tuvo la gentil cortesía de obsequiarme otra botella de
Habla del Silencio… fino vino que reservaré para una muy especial ocasión.
Traigo todo esto a colación porque lamentablemente el proceso que vivimos
en el turismo istmeño se lleva a cabo a espaldas de las grandes mayorías. Lo
diré en momentos que mi hija Patricia Mercedes visita la tierra de Molière con
una frase de un político galo de la III República, a caballo entre el siglo XIX
y el XX, que acabó siendo secretario perpetuo de la Academia, Étienne Lamy: “Le
grand art en politique, ce n'est pas d'entendre ceux qui parlent, c'est
d'entendre ceux qui taisent”. Es decir: “el gran arte en política no reside
en comprender a los que hablan, sino en comprender a los que callan”.
Aquellos que dicen representar el turismo en Panamá, frecuentes invitados
de programas televisivos, armados por intereses creados, las mismas feas y
aburridas caras de siempre, dejan una secuela de egos y regaños, como si fuesen
la solución a un problema que no se resuelve por si solo. Por el otro lado, afloran los bufones,
funcionarios recién nombrados, que poco saben del tema y aseguran frente a las múltiples cámaras que ven por vez primera, que
“pronto” gozaremos de un parque temático.
Resulta una lastima que los presidentes se equivoquen tanto en una cartera
tan sensitiva como el turismo. Peor aun
que las tímidas almas, la gran mayoría, permanezca callada. Permanecen callados por la esperanza de
migajas, de “caer bien” al de turno y figurar en un rol menor. Faltos de confianza y triste autoestima les
obligan a servir por siempre como los manzanillos del Administrador, mientras
continua el sequito de errores, garrafales horrores tercermundistas, que
vivimos a diario en la novela “Panamá Inc.”
“La vista es lo único que vale la pena”, nos confiesa un testimonio
turístico en TripAdvisor sobre el
restaurante Atlantic & Pacific Co. en el segundo piso del Centro de
Visitantes de Miraflores. El buffet, a
$48 por persona, es otro más de los dispendiosos refectorios de “jugo de
naranja o piña” con la excepción que en adición a la triste oferta de la
mayoría de los hoteles capitalinos, se brinda un ponche de frutas en lugar de
aprovechar su privilegiada ubicación
para ofertar una gama del arco iris de jugos tropicales disponibles en
Panamá y un menú autóctono que nos rinda honores. De Guatemala a Guatepeor, a boca de
visitantes, ha sido el relevo del otrora comedor operado también
indigentemente por el operador anterior. Triste espejo de nuestro
quehacer turístico, donde lo más importante es lucrar sin medir las
consecuencias de un turista que no regresa por lo espeluznante del espectáculo
pleno de basura y juega vivo que nos esta pasando la factura. Gracias a Dios existe TripAdvisor, Uber y
Airbnb que nos permiten alternativas al mediocre menú y opiniones sinceras que
desvanecen la triste octavilla de “yo soy el mejor”.
Habla del Silencio… desde el aterrizaje en el estéril Tocumen, bazar de chucherías
sin personalidad, hasta las ruinas de Panamá Viejo donde un sol cansado se
viene a descansar, nuestro turismo de cuantioso potencial languidece bajo la
temible falta de liderazgo, pasión y amor por lo nuestro. Nos hace mucha falta comprender a los que
callan.
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