Diario
Panamá América
6 de febrero 2016
Devenir
del Casco
Jaime Figueroa
Navarro
El
tercero de la docena de capítulos de nuestra obra bilingüe de turismo Fantastic
Panamá! que consta de 242 paginas en inglés y castellano, ilustradas
con exquisitas tomas del lente del autor, revela los pormenores de un Casco
Antiguo, cuya milagrosa metamorfosis inicia a finales del siglo pasado, aun sin
terminar, producto de la pereza tropical y ambivalente ritmo que trasluce su
falta de planificación.
El
preámbulo del libro nos brinda un fantástico abrebocas con sesudos
planteamientos sobre el devenir turístico istmeño, el primero en inglés bajo la
pluma del Dr. Stanley Heckadon Moreno, laureado antropólogo panameño, director
del Instituto Smithsonian, encarnado ejemplo de lo que debemos ser, con una
visión verde sobre el encanto del paraíso panameño que pocos conocemos como él. Seguidamente, una perspectiva histórica en
castellano rememorando la particular importancia del istmo en el acontecer
universal a partir de su descubrimiento, la colonia y las influencias
colombianas, francesas y norteñas que fraguan a los Fenicios del siglo XXI,
hábilmente planteada por el Vicealmirante Don Cristóbal Colón de Carvajal y
Gorosabel, descendiente directo del descubridor de las Américas, XVIII Duque de
Veragua y gran amigo de Panamá, en la madre patria.
La
génesis del compendio, titulada La Ruta
de Balboa imprime el sello del istmo en el comercio mundial ante el
monumental descubrimiento del mayor de los océanos por el Adelantado Balboa en
el Darién, figura que encarna nuestra personalidad, apuesto hidalgo extremeño
oriundo de Jerez de los Caballeros, que a diferencia de otros conquistadores
coloniales cosecha el corazón de los nativos fraguando fértiles alianzas y una apasionada
historia de amor con la bella princesa Anayansi.
El
segundo capitulo, titulado Camino Real, nos traslada a la Ruta del Oro, el sendero
colonial entre la primera urbe del Pacífico del continente, la Ciudad de
Panamá, fundada por Pedro Arias Dávila el viernes 15 de agosto de 1519 en
presencia de un centenar de colonos y Portobelo, emporio comercial del caribe
español, arteria que fluyó la mayor cantidad del preciado metal en la historia
de la humanidad y que sirvió como fuente para la hegemonía ibérica desde el
descubrimiento de Colón hasta finales del siglo XIX. Su emblemática catedral de cuatro pisos fue
el rascacielos más elevado del continente durante su vigencia hasta su saqueo
por el corsario Henry Morgan en el verano de 1671, viva premonición de la ahora
vigésima ciudad mas alta del mundo.
Demora
dos años el traslado de la ciudad original desde sus manglares hasta el sitio a
ocho kilómetros hacia el oeste, conocido como Casco Antiguo. A raíz del atroz escarmiento de la
destrucción y pillaje corsario, esta vez los españoles optan por un trazado
reticular a cargo del soldado Antonio Fernández de Córdoba, el nuevo gobernador
con vasta experiencia en la erección de edificaciones militares, en una pequeña península rodeada de arrecifes
que dificultarían un nuevo embate que a Dios gracias nunca se dio.
Fue así
como el sábado 21 de enero de 1673 nace el Casco Antiguo panameño, totalmente
diferente a sus homólogas Quito en los Andes ecuatorianos y Cartagena de Indias
en el caribe colombiano, ciudades eminentemente coloniales, mientras la
nuestra, resultado de tres graves incendios durante el siglo XVIII sufre una
reestructuración dentro de las ruinas y edificios coloniales de nuevas
edificaciones neoclásicas complementadas a finales del siglo XIX por lienzos arquitectónicos
galos resultado de la incursión del Conde de Lesseps en el periodo del canal
francés, a lo largo de las ultimas dos décadas del decimonono.
El
encanto del Casco Antiguo ojalá florezca bajo la visión de un burgomaestre que
tenga las agallas para arrancar de allí todas las oficinas publicas,
reemplazando las filas de funcionarios por curiosos visitantes, desarrollándole
plenamente como área peatonal de turismo añadiendo su fenecido tranvía como
medio de transporte y rescatando sus extramuros incluyendo el antiguo barrio
Chino y la ermita de Santa Ana, erigida en 1678 en el parque de Malambo en el
corregimiento del mismo nombre, sede también del histórico Café Coca Cola. Nos referimos al Café como histórico por
tratarse Panamá de la primera incursión foránea del brebaje universal del
farmaceuta John Pemberton de Atlanta. La
prensa italiana define nuestra urbe como un
“amasijo tropical de Manhattan y Venecia” haciendo referencia al Panamá
moderno y el Casco Antiguo. Así mismo
expone la pluma y el lente este tercer capitulo del que seguro será el libro
favorito de turismo istmeño para propios
y extraños.
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