jueves, 28 de abril de 2016

Todo Incluido

Diario Panamá América
13 de febrero 2016

Todo Incluido
Jaime Figueroa Navarro

Navegando la internet, ojeando particularmente lo relacionado con nuestro turismo, se encuentra el internauta con una desordenada muestra de lo que en actualidad es el horario común de un crucerista que visita el istmo por unas horas reflejado a través de los ojos de autores foráneos que desconocen los pormenores de nuestra realidad frecuentemente reflejado en horrores ortográficos y una muy limitada cobertura de nuestro quehacer.

Y es que los narrativos que publican las diferentes casas especialistas en viajes, en su mayoría en idioma inglés, son el vivo destello de las giras ofrecidas por las diversas líneas de cruceros al arrimarse al istmo, con vivo enfoque en el canal, a falta de imaginación sin duda persistente como nuestro mayor atractivo,  y una serie de opciones tipo National Geographic que embelesan nuestras etnias, monitos y Panama Hats, como si ello fuese todo lo que tenemos que ofrecer.

Es por ello que al momento de fraguar la génesis de nuestra obra Fantastic Panama! decidimos incluir doce rutas que vivamente reflejan nuestra historia, cultura y razón de ser, que nos separan del resto de las naciones latinoamericanas y caribeñas fulgurando algo más allá del canal y la influencia norteamericana en el istmo durante la centuria neocolonialista, que a pesar de ingentes esfuerzos no dejamos de resaltar como si estuviésemos orgullosos del colono ugly American, el socialismo del Canal Zone y su racismo.

Retomando el camino posterior a unos carnavales de aguas de piscina, culequeando sin vergüenza ni brújula que timonee la barca de la nación, enfocamos nuestra atención en el cuarto capitulo de la obra, titulado Folclor cuyo espejo es la provincia de Los Santos, culminando el primer tercio del libro cuya génesis es la expedición de Balboa en el Darién, mística y olvidada esquina que tan poco conocemos y que más irradia el verdor de nuestros bosques y las ricas profundidades de nuestra pesca deportiva, seguido por el Camino Real, la ruta del oro que alimenta el fuego de la Corona durante siglos de dominio ibérico, culminando con el Casco Antiguo, un estudio que más allá de lo arquitectónico, refleja nuestra historia narrando con vivas graficas lo que en realidad hemos debido traslucir desde siempre como nuestra personalidad.

Nos arrimamos a Guararé, cuna del Festival Nacional de la Mejorana, simbolismo folclorista complementado por Roberto “Manos de Piedra” Durán, y a todos los pueblos santeños durante la celebración de los carnavales, dejando la provincia huérfana las otras 51 semanas del calendario.  Si nosotros somos así, que nos cuesta ir más allá de Coronado o El Valle porque tenemos que preparar una maletita e irnos “tan lejos”, es claramente comprensible el por qué esta actitud también se ve reflejada en los libros de turismo nacional.  Y es que al conversar con estudiantes universitarios de la disciplina e indagar sus raíces se evidencia un desprecio hacia provincias, con la sola excepción del chiricano, como si ser oriundo de provincias centrales fuese inferior.  Es así como un capitalino muestra mayor arraigo por “la 24 de diciembre” que por La Villa, triste realidad de un complejo sin raíces.

Como el charro, Guadalajara, el tequila, la música ranchera y Jalisco, se hace necesario voltear nuestro enfoque nacionalista hacia la enorme valía de la provincia santeña en el devenir nacional.  Y es que esta tierra de gente bonachona, laboriosa y afable es alcurnia de polleras.  La ciudad de Panamá es un centro comercial, Los Santos es la germinación de nuestro ser.  Por ende nuestra obra no podría estar completa sin dedicarle un capitulo a la pollera, las tradiciones y cantares que nos identifican como panameños, para dar a conocer las juntas de embarra, las torrejitas de maíz sentándonos en el portón de la casa de Doña Dalila Vera en Pedasí deleitándonos con un refrescante jugo de uvita para conversar sobre ese Panamá autóctono y vibrante.


Culmina así el primer tercio de la obra con broche de oro y una profunda muestra grafica de historia y folclor, el olor a leña, café y el quiquiriquí de gallitos en el amanecer de un nuevo día.                        

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