jueves, 28 de abril de 2016

Gatún EcoPark

Diario Panamá América
2 de enero 2016

Gatún EcoPark
Jaime Figueroa Navarro

Tras la reciente Cumbre de París sobre Cambio Climático (COP21) y el histórico acuerdo de los 195 países presentes adoptando el primer acuerdo global para atajar el calentamiento desencadenado por el hombre con sus emisiones de gases de efecto invernadero, logramos percibir con desconcierto como en Nueva York donde en esta época del año se estila la canción Estoy Soñando con una Navidad Blanca, haciendo referencia a la nieve, se bate el record de calor para la fecha alcanzando una veraniega temperatura de 21 grados Celsius en víspera de Navidad.

Evidentemente los ojos del mundo y el enfoque de los grandes titulares estarán cada vez más enfocados en los serios problemas ecológicos que el mugriento y ambicioso homo Sapiens ha engendrado en su entorno desde los inicios de la Revolución Industrial en la segunda mitad del siglo XVIII, sin piedad ni misericordia con la naturaleza quien ahora nos reclama con igual ímpetu un espacio que sin lugar a dudas le pertenece.

Recientemente reflexionaba al llegar a una cita para un almuerzo la enorme falta que me hacia el teléfono celular que inadvertidamente había dejado atrás en mi oficina.  Mi contraparte me chateaba furiosamente para confirmar que había llegado y yo no podía contestarle.  No fue hasta que me vio sentado en la mesa que habíamos reservado que exhaló con alivio.  Estas son las realidades del siglo XXI en los interminables tranques de las cárceles de concreto que hemos creado, donde no nos detenemos a oler las flores, marchitamente reemplazadas por pétalos plásticos y emisiones químicas de fragancias ambientales.

En adelante, no por conveniencia sino por obligación, la tendencia será crecer cuidando el planeta, acorralándonos a enfocar nuestro prisma hacia el medio ambiente.  Dentro de todo el meollo que esto representa, existe la excepcional oportunidad de aprovechar este impasse para nuestro lucro turístico. 

Dentro del interminable arcoíris de ofertas de cruceros disponibles: Caribe, Alaska, Mediterráneo, etcétera, la que goza de mayor popularidad es el cruce del Canal de Panamá.  Aunque a nosotros nos parezca extraño, existe una fascinación única  por atravesar los océanos sobre la jungla tropical.

Nos dota ello de una oportunidad única que no estamos aprovechando porque a la Autoridad del Canal de Panamá le hace falta ponerse el sombrero a la pedrada, limitando su larga vistas al transporte interoceánico de naves y nosotros como destino hemos fallado en nuestro enfoque turístico, tratando de convertir el istmo en el centro comercial de una América Latina que trastabilla con un crecimiento anual de 0.2% estimado para 2016, en vez de “speaking the English” aprovechando que Estados Unidos es la locomotora impulsando la expansión económica mundial, seguida por una Europa de aceleración gradual.

Así como Orlando es la Meca de Disney y Las Vegas del entretenimiento y casinos, bien pudiese Panamá afrontar el reto de la creación del mayor parque ecológico del mundo en las riberas del lago Gatún, obligando así a todos los cruceros a estacionarse presentando un espectáculo cada vez más solicitado y menos vigente, donde todos conducirían a sus hijos y nietos a caminar las verdes veredas tropicales con azuladas mariposas, ranitas de oro y florecientes guayacanes.

Esta ambiciosa iniciativa tendría que ser plasmada dentro de un área protegida bajo el patrocinio de un prestigioso gigante ambiental, tal como Smithsonian o National Geographic e incluida dentro de un verdadero Plan Maestro de Turismo que logre calmar el desasosiego de los hoteleros y aumente significativamente las raquíticas cifras actuales de gastos por cruceristas.


Todo esto me hace recordar mi reciente incursión a  San Ignacio de Tupile en el corazón de la comarca de San Blas, donde al entablar conversación durante el almuerzo con una pareja de suecos originarios de Malmo e indagar su presencia en ese paraíso, me confiaron que le visitaban por la necesidad anual de alejarse de Södergatan, la calle comercial principal de esa ciudad industrial para gozar de un contacto con la naturaleza para ellos y sus hijos, respirando el aire puro marino del Caribe, alejados de la internet y la señal celular.  Potente mensaje que fecunda nuestra propuesta por la creación de un original magneto de turismo que sin duda multiplicaría en cantidad y calidad la oleada de turistas al istmo.  ¿Qué esperamos?

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