jueves, 28 de abril de 2016

Palenqueando Colón

Diario Panamá América
19 de marzo 2016

Palenqueando Colón
Jaime Figueroa Navarro

Sobre medio siglo a cuestas, posterior a prolongados años curtidos por la mar, gotas de agua salada cincelando el constante choque de la proa con furiosas olas caribeñas, dotado de un enorme y despabilado espíritu  de la época en que fungió como el paladín de estupendos descubrimientos, el Almirante Don Cristóbal Colón, el martes 6 de enero de 1503 funda durante su Cuarto Viaje, el primer poblado hispano en tierra firme del continente americano, Santa María de Belén, limítrofe entre las actuales provincias de Colón y Veraguas, cautivado por las leyendas del oro de Veragua en la Ruta de las Tormentas, posteriormente zarpando en dirección este hacia lo que denominó el río Lagartos (Chagres), Nombre de Dios, Palenque y más allá, en “una zona de ciénegas y aires malsanos” en búsqueda del atajo que le llevaría al aun desconocido Mar del Sur.

Coincidentemente el martes pasado (oiga que nací también un martes 16 de setiembre, hace ya varias lunas) vibró enérgicamente el teléfono en mi oficina de Bella Vista.  “¿En que le puedo servir?”, contesté, en mi acostumbrado responder que tanto sorprende a los istmeños por su amabilidad, que la mitad de los llamados se cortan, estupefactos por pensar que marcaron numero equivocado.

Del otro lado de la línea, Leticia Fonseca de Arias con la misma sonriente juvenil vocecita, imposible de olvidar, que simpaticé durante pininos profesionales en IBM, a inicios de los ochenta, plantea una invitación ilusoria de recusar, convidándonos a conversar de turismo, respirando el fresco aire marino caribeño, susurrando el constante movimiento marino para plácidamente al final del día sucumbir en los brazos de Morfeo: “¿Te parece si vamos con Hernán y Mayin (nuestros cónyuges) el fin de semana a Palenque?”.

Durante mis incursiones en la costa atlántica, desde Bocas del Toro, vía aérea y marina hasta San Ignacio de Tupile en las postrimerías de Kuna Yala, intimando la isla Escudo de Veraguas, Belén en helicóptero, atravesando la fangosa serranía del Tabasará hasta Calovébora, nunca me había aventurado más allá de Nombre de Dios en la Costa Arriba de Colón.  Entonces si, a menos que tuviese que estar presente en mi velorio, el convite rascó encefálicamente durante tres días lo intimo que es, como lo fue para el Almirante, descubrir algo nuevo que variará la rutina a quemarropa en la cárcel de concreto en que se ha convertido nuestra capital. 

El viernes a las 3 en punto de la tarde, zurcimos las 134 millas, aproximadamente la misma distancia desde ciudad de Panamá hacia El Valle de Antón, con un andar más deleitable, menos transitado y con el enorme atractivo de la mar caribe y sus interminables hileras de palmeras posterior a la entrada por Sabanitas y arribo a Portobelo donde realizamos escala obligatoria para la toma de fotografías en la Batería Santiago con estilo neoclásico, que data de 1753, en el fuerte del mismo nombre que complementa  las fortificaciones de San Fernando y San Gerónimo, frente a una mar adornada por pecas de docenas de veleros y catamaranes. 

El camino posteriormente nos lleva hasta la Pizzería Don Quijote, justo antes del empalme a Nombre de Dios, donde los sorprendidos propietarios franceses nos vendieron, o mejor dicho compramos a gusto, recuerdos íntimos del área en forma de tortuguitas, cangrejos y otros moradores que comparten el hábitat marino, en el espacio reservado para estos suvenires dentro del refectorio que perfila un enorme horno para la cocción de las suculentas pizzas.  Allí cerquita nos esperaban Hernán y Leticia para continuar el ultimo tramo hasta Palenque.

 El sendero hasta Palenque es una ruta totalmente pavimentada asequible en cualquier tipo de automóvil, sobrepasando por Nombre de Dios, tenues curvas y tráfico liviano que invita a admirar la naturaleza en su alrededor.  Palenque es un pequeño pueblo de medio millar de simpáticas almas en el litoral caribeño donde, por la belleza de sus playas, existen importantes inversiones en lujosas residencias de ocio. Es importante resaltar la seguridad del área, donde los hurtos son poco comunes, los índices de criminalidad muy bajos y su población goza de excelente salud y un positivo estado anímico.  La fácil disponibilidad del coco, dada la frondosidad de las palmeras, hace de su muy saludable agua la bebida de obligada preferencia mejorando la calidad de vida de los habitantes que gozan de un muy sano aspecto reflejado en la blancura de los iris de sus ojos, en comparación a los cocacolizados visitantes.


 Contando Panamá con parajes tan diversos y especiales bien valdría la pena intimarles. Conocer Palenque invita a una profunda reflexión de lo que es y lo que podría ser el turismo nacional  profundamente respirando su aire marino, escuchando el vaivén de las olitas y analizando la total ausencia de planificación que nos abofetea en el ahora risible kiosco que la Autoridad de Turismo ha remozado frente a la manga 20 del Aeropuerto de Tocumen, desprovisto de personal idóneo, como si el visitante prospecto pudiese adivinar la radiante belleza de parajes tan idílicos como lo es Palenque al ojear la estéril literatura comercial allí disponible, preguntándose si es una broma o tal vez participa de un insólito episodio de cámara escondida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario