Diario Panamá
América
12 de marzo 2016
Tutti Frutti de Turismo
Siendo Panamá
un país de variadas frutas tropicales, no deja de sorprendernos la oferta de
"naranja y piña", cómo hemos bautizado a la bostezada sugerencia de
jugos durante el desayuno en la mayoría de nuestros hoteles y restaurantes, en
lugar del arcoíris de opciones representativa de nuestras fecundas bondades.
Mientras por
un lado en la banca privada, Shylocks piratas, tus buenos vecinos, con rostro
serio y agitado atisbo, sin vergüenza ni razón, nos clavan un injustificado
aumento a las hipotecas y préstamos personales que tanto cacarean en sus
"ferias" de multicolores globos y sonrisas de cautivadoras modelos en
minifaldas, cuya razón de ser se oculta en la letra menuda del artículo 238 (d)
del abultado documento de empréstito que nadie lee, excediendo en medio punto
el leve incremento de 0.25% que la Reserva Federal de Estados Unidos anunció en
diciembre, cebando injustificadas ganancias y resolviendo de paso el aumento de
precios del menú del Salón Almirante del Club Unión, política que en gobierno sano,
no solamente se prohíbe sino ejemplarmente se castiga: por el otro, el carnaval
político nos revela "nuevas estrategias" para impulsar el ecoturismo
durante la próxima década.
Anote, querido
lector, que no estamos en contra de promover el ecoturismo hoy, mañana, la
próxima década y siempre. El problema yace en la forma y no en el contenido.
Veamos: La Autoridad de Turismo de Panamá, el Ministerio de Medio Ambiente y el
Instituto Nacional de Cultura, recientemente cacarearon, así como exclamó
"tierra" el marinero Rodrigo de Triana ese 12 de octubre de 1492, una
nueva estrategia bautizada con el nombre Turismo Verde.
Es importante
anotar que el proyecto se desarrolla a través del financiamiento de $4 millones
del Banco Interamericano de Desarrollo, $1.5 millones del gobierno central, de
organizaciones no gubernamentales ambientalistas y empresas privadas, que al
final se sufragarán por el bolsillo de todos.
Ante todo, la
dilatada proclama, para aquellos que desconocen el tema, con la excepción de
los fondos frescos, es parte fundamental del Plan Maestro de Turismo Sostenible
2007-2020, millonario proyecto solventado por el Instituto Panameño de Turismo
con los impuestos de todos, fraguado por el grupo español Tourism & Leisure
durante la administración de Rubén Blades, a cuya presentación en octubre de
2008 me honró asistir, pródigamente desplegado en la sección 4.5,
ecoturismo/naturaleza, páginas 78 a 83.
Vámonos más
allá de los pueriles lineamientos, porque las proyecciones exitosas se trazan
dos, tres y hasta cuatro pasos por delante de todos. No es secreto que Costa
Rica nos lleva años luz en el tema, ejecutando una exitosa proyección a través
de efectivas campañas continuas en los mercados de mayor afluencia de este
género de turismo en Norteamérica y Europa, complementadas con un producto
madurado y bien trazado. Pero algo le hace falta a los bien intencionados
ticos, que abunda en Panamá. Ese elemento es historia.
Interesante
sería relacionar el ecoturismo con productos histórico culturales. Un ejemplo en
caso, harto pisoteado por este autor, es la incorporación del sendero Pechito
Parao en Darién, desde cuya cumbre Balboa visualiza en 1513 el vasto Pacífico
en el lienzo del golfo de San Miguel, a una serie de rutas nacionales con las
cuales nuestros vecinos no podrían ni soñar. Adicionando el ejemplo más
evidente para el mercadeo de nuestra oferta, la Ruta del Oro, la
reincorporación del Camino Real entre Panamá Viejo y Portobelo, el camino donde
circuló la mayor cantidad del preciado metal en la historia de la humanidad.
Este atractivo solito es capaz de multiplicar el auge de turistas hacia el
istmo. Aprovechando el empeño, reconstruyendo Panamá Viejo, la ciudadela
colonial, la primera del Pacífico del continente, para proyectar un imán al
turismo que complemente al Casco Antiguo y que esponje las raquíticas cifras de
ocupación hotelera en nuestra capital y por el costado atlántico, Portobelo y
San Lorenzo, para enfocar la estrategia futura, como debe ser, hacia la
conquista del Caribe.
Pero por
encima de todo, en ecoturismo aprovechemos que la ruta del Canal es la de mayor
atractivo para las líneas de cruceros, mucho más que Alaska, el Mediterráneo o
el Caribe. Estas enormes embarcaciones cruzan el istmo, algunas se detienen, la
mayoría no. Se hace evidente entonces, que la creación de un excepcional eco
parque a las riberas del lago Gatún, con capacidad de amarraje para docenas de
los ciclópeos buques de ocio, nos convertiría en un atractivo único mundial,
obligando el descenso de cientos de miles de cruceristas anuales, ávidos por
respirar el verdor único de nuestra naturaleza. Por la magnitud de la obra y la
calidad del producto, este parque estaría bajo la regencia de entes de pesada
trayectoria universal como National Geographic o Smithsonian Institution,
aprovechando como no lo hemos hecho en Tocumen ni en el Centro de Visitantes de
Miraflores para, efectivamente, proyectar nuestra imagen turística, asegurando
un goteo continuo de turistas al istmo, inicialmente atraídos por ecoturismo,
que se desplacen a los otros ramales de nuestra identidad. He allí la fórmula.
¿Qué esperamos para ejecutarla?
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