Diario
Panamá América
14
de mayo 2016
Iniciando
la Gira
Jaime Figueroa
Navarro
Les
conocí en Tocumen, previamente recomendado por un amigo en común. Claudia y Giuseppe llegaron de Italia en su
primer viaje al istmo, nada mas ni menos una luna de miel sin saber a ciencia
cierta los que les deparaba el destino. Algo así como nuestro primer viaje a
Australia en 1988, allá bien lejos, en la tierra de canguros, ositos koalas y
Crocodrile Dundee, con escalas en Los Ángeles, Tahití y Nueva Zelandia y un
cambio de horas que jamás llegue a descifrar.
Nos
conectamos con la vista, amén que Claudia es propietaria de una óptica en
Liguria, al norte de la bota, en el rico centro industrial italiano. Con la mirada, porque no les entendía ni pío
lo que me deseaban transmitir. Aun así
en la torre de Babel se comunican emociones y sentires con gestos y medias
palabras, amén que el italiano es lengua latina como el castellano, el francés,
el portugués y el rumano.
Les
recogí en el vestíbulo del hotel Le Meridien, bajo la tutela de mi buen amigo
Bobby Saint John, bien aspectado por lo que cuenta de verdad, que es la opinión
de sus clientes en TripAdvisor.
Esperándoles, conversé con los conserjes, recepcionistas y seguridad,
todos los colaboradores con muestras de especial amabilidad y hasta cariño poco
usual en estos menesteres en una ciudad que no deja de crecer y desconfigurar
al homo sapiens panamensis.
Nuestra
primera escala, de rigor, un supermercado.
¿Por qué? Porque se hace de
esencia al visitar un nuevo sitio escudriñar los anaqueles de su proveedor de
víveres para olfatear lo que hay y lo que no.
Por supuesto escogí el mejor, Riba Smith Bella Vista. No será tan bonito como los otros, pero es el
original y allí se respira Panamá, desde la vendedora de bollos y pixbaes,
hasta su exótica oferta frutal, mis italianos estaban absortos cuando les
mostré lado a lado una lata de Coca Cola y de cerveza Balboa. ¡Somos el único país del mundo donde la
cerveza es más barata que el brebaje que suelo utilizar para lavar el motor de
mi auto!
A pesar
de todo, la ciudad de Panamá que increíblemente ocupa el tercer sitial en
numero de rascacielos de todo el continente, detrás de Nueva York y Chicago,
con un vertiginoso crecimiento que me obliga a comentar que no observen los
edificios sino las grúas, por ser el indicativo que seguimos creciendo, cuenta
todavía con envidiable agua de grifo que hace innecesario el gasto en Saint
Pellegrino o Evian, liquido carísimo ofertado de rigor por hostales y
restaurantes a turistas que desconocen la calidad de nuestras plumas.
Aprovechando
la visita al super, almorzamos en su cafetería platos criollos, entre otros
tamales y chicha de guanábana para elevar los índices de curiosidad de nuestros
honorables visitantes. Al llegar a la
caja, cosas de la vida, la dama de ojos claros y particularmente vivarachos que
nos atiende y que también goza de raíces romanas, nos aplica sin saber los
comensales, el descuento de jubilados.
Por supuesto, Giuseppe insiste en pagar y le dejo solamente porque
quería que supiera que el almuerzo para tres cuesta la módica suma de once
balboas, causando un ¡plof! de Condorito.
¡Benvenuti a Panamá!
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