miércoles, 11 de mayo de 2016

La Metamorfosis del Barrio

Bella Vista News
Mayo 2016

La Metamorfosis del Barrio
Jaime Figueroa Navarro

Con la excepción de capítulos en ultramar por estudios y trabajo, he vivido en el corazón de Bella Vista desde el día que mi querida madre Mercedes me trajo a este mundo en 1952, en la misma morada y con la misma gente.  He anidado la metamorfosis del barrio de una amplísima avenida Cuba con frondosos caobos y guayacanes, habitada en su mayoría por médicos que laboraban en el Hospital Panamá y el vetusto Santo Tomás, gozando el contorno de inolvidables pecas como La Inmaculada, refresquería que gozaba de los mejores “no me olvides” de su época, los teatros Bella Vista y Lux, donde posterior a su remodelación temprano en la década de los sesenta, se estrenó la película Esto es Cinerama, con una novel tecnología de tres cámaras que realzaban la vivencia de los filmes y no dejemos atrás el Supermercado Riba Smith, fundado en 1949 por dos visionarios de la venta de abarrotes con calidad.

Ese  ambiente amable, donde al concurrir con mis amigos de escuela los domingos en las mañanas al matiné del teatro Bella Vista y percibir en camino un forastero, de cualquier edad o nivel social, al hacer contacto visual salía del alma un obligado y afable ¡Buenos Días!  Costaba 25 centavos y acostumbramos comprar por un real una bolsa de mamones al señor Mamonés quien se arre costaba sobre la baranda de la casa de enfrente para evitar el acoso de los propietarios del cine.  Los frutos venían en una bolsita de los chinos y su ducho vendedor, ese canoso señor con el sombrero ancho y la piel negra, bien negra, curtida por el sol, se aseguraba que ningún mamón estuviese apolimado, reemplazando sin titubear el reclamo de algún niño.

A mediado de los 60 partí para continuar mis estudios en una preparatoria cercana a Boston, alejándome de mi barrio en dos distintos capítulos que sumaron casi un cuarto de siglo, retornando a inicios de siglo, aburrido por el tedio de una estéril vida en Estados Unidos, para volver a hervir bajo nuestro sol de mediodía.   Dedique el tiempo a compartir con mis amados padres, que me dieron la vida y todo, mereciéndose a creces mi corazón y beso diario, es ese pequeño edificio de 3 pisos donde cada uno tiene su esquina pero se goza de intimidad familia.  También con mis hijos, ya grandecitos y profesionales, que me han dado la enorme dicha de 2 nietos. 

Ha cambiado el barrio, pero todavía permanecen íconos como su amplio parque Urraca, Riba Smith y el renovado restaurante Boulevard Balboa, que todavía presenta los mejores emparedados istmeños.  Tuvo su época de deterioro, ignorado por burgomaestres, para nuevamente engullir su espinaca de Popeye y presentarnos en una circunferencia de tres manzanas, el Hospital Nacional, donde si infarto en casa, puedo llegar a pie a su sala de urgencia más rápido que en ambulancia, seis restaurantes, una floristería para obsequiarle flores a mi amada, una estación de metro y una sucursal de las Ópticas Sosa y Arango, que por décadas tuvo su sede en el Centro Óptico, en Avenida Justo Arosemena y calle 39.


Por ello no me cambio, el aroma de familia es muy distinto a llegar a una fría torre donde al abrir la puerta del elevador, uno no sabe a ciencia cierta que se encuentra y que idioma habla.  Bella Vista de mis amores, gozas como siempre de esa sello único que nunca cambia.  ¡Aquí nací, aquí entregaré mi alma al Señor!             

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