Diario
Panamá América
4 de mayo 2016
Ta La
Manito
Jaime Figueroa
Navarro
Una
muestra de las tradiciones folclóricas más representativas y autenticas de
Panamá es el matrimonio típico, rebosado de armonía, violines y simbología religiosa. Festejarlo en Ocú, sede nacional del Festival
del Manito, es sagrado dentro de una vitrina donde se lleva a cabo la presentación de actividades que
desarrolla nuestro hombre de campo desde la colonia. Se le llama “Manito” porque
representa la fraternidad entre hermanos, característica ocueña, cuyos
lugareños acostumbran saludarse de mano y decir: “Ta La Manito”.
Fue así
que hace unas semanas al recibir dentro de una original chácara la invitación a las nupcias de mi querido
sobrino Richard Morales Villarreal con la guapísima Lupita Navarro Madrid,
oriunda de allá, con profundo arraigo a lo nuestro, le dije a mi esposa Mayin,
“ta la manito, ensilla a Rocinante que nos vamos a quijotear a Ocú el sábado 28
de mayo” porque una boda típica es como una visita al Vaticano, enternece el
corazón del hombre más aguerrido y abarrota el alma de amor y ese sentir
patriótico que se extravía cada vez más
entre los rascacielos y los tranques vehiculares capitalinos.
El
nombre del poblado de Ocú, originalmente Ocuí proviene del idioma indígena y
significa barbas de maíz, rodeado de cerros, múltiples ríos y quebradas,
rayando la fértil región de Toscana en
Italia. Más antigua que la independencia de las 13 colonias americanas, su
iglesia de San Sebastián data de 1775,
siendo reemplazada en 1910 y reconstruida con sus dos torres actuales en 1965,
con un magnifico altar de mármol de Carrara.
Acompañados
de renombrados folcloristas, entre otros la Maestra Zoila de Castillero y el
reconocido cantautor Dagoberto Yin
Carrizo, ambos de erguidas raíces ocueñas, autoridades municipales, familiares
y amistades foráneas e istmeñas, el Reverendo Padre Jonathan Mendoza,
corpulento y simpaticón párroco, dio inicio a la ceremonia, posterior al
desfile de apertura donde al son del folclórico tambor, el violín y voces
angelicales desfilaron con garbo y donaire los actores principales y su
elegantísima corte, derrochando pétalos de rosas la preciosa infanta Carolina
Milanés Troitiño de 4 abriles, finamente ataviada en su pollera y refulgentes
tembleques, cumpliendo muy en serio su seráfico papel dentro del perfumado
jardín en que se había convertido el templo.
Richard
y Lupita representan la crema y nata de nuestra sociedad panameña, ilustrísimos
mentores, ella ingeniera industrial con maestría en administración de empresas,
él, docente universitario con sendo post grado en políticas públicas de la prestigiosa Universidad de Harvard en Boston,
Massachusetts. Más allá de los títulos,
que muchos pueden ostentar, estos jóvenes en particular gozan de una solvencia
moral que los convierte en luchadores de causas justas con el ideario político
que bien podría enrumbar a nuestro país en la senda del auténtico progreso que
el istmo exige para coronarse en el primer mundo. Oradores que inspiran y escritores que iluminan
las mentes, en esa sabatina tarde Dios quiso preñar las nubes herreranas de
agua fresca para alimentar la savia de
estos jóvenes que flechados por Cupido hoy enrumban sus vidas.
Posterior
a la ceremonia religiosa donde sus
cabellos encanecieron con los granos de arroz que lanzaban los presentes fuera
del templo, los desposados se dirigieron bajo los vítores de una multitud
enardecida, sonrientes sobre el lomo de un caballo blanco, a la cercana Posada
de San Sebastián, donde posterior al brindis los novios nos deleitaron con un
bien cultivado punto Ocueño. Acto
seguido, inicio el opíparo festín con una original fonda típica montada dentro
del predio, alimentada con hojaldres,
chicharrón, sancocho y otros deleites de nuestra gastronomía, una generosa mesa
de ceviches y quesos, el bufet principal integrado por arroz con pollo,
tamalitos, lechón, lomo en su salsa y plátano en tentación, la mesa de postres
adornada con sopa borracha, bocado de la reina, flan y merengues, todo
complementado por un elenco musical de salomas, música típica y la atinada
introducción de Yin Carrizo con su tema “Yo me voy pa Ocú”, por supuesto acompañado por bebidas
cocacolizadas, alcohólicas y chicha fuerte para los más atrevidos de los
comensales.
Rezagado
al jolgorio donde todos hicimos grandes amigos bailando hasta el amanecer
algunos o hasta la madrugada los menos jóvenes, deleitándonos con la hora loca
y la murga de Panamá, nos despedimos con un “Ta la Manito”, acaparando por
siempre en una esquinita del corazón el recuerdo
de tan particular maridaje y tan gustoso banquete.
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