jueves, 2 de junio de 2016

Ta la manito

Diario Panamá América
4 de mayo 2016

Ta La Manito
Jaime Figueroa Navarro

Una muestra de las tradiciones folclóricas más representativas y autenticas de Panamá es el matrimonio típico, rebosado de armonía, violines  y simbología religiosa.  Festejarlo en Ocú, sede nacional del Festival del Manito, es sagrado dentro de una vitrina donde se lleva a cabo la presentación de actividades que desarrolla nuestro hombre de campo desde la colonia. Se le llama “Manito” porque representa la fraternidad entre hermanos, característica ocueña, cuyos lugareños acostumbran saludarse de mano y decir: “Ta La Manito”.

Fue así que hace unas semanas al recibir dentro de una original chácara  la invitación a las nupcias de mi querido sobrino Richard Morales Villarreal con la guapísima Lupita Navarro Madrid, oriunda de allá, con profundo arraigo a lo nuestro, le dije a mi esposa Mayin, “ta la manito, ensilla a Rocinante que nos vamos a quijotear a Ocú el sábado 28 de mayo” porque una boda típica es como una visita al Vaticano, enternece el corazón del hombre más aguerrido y abarrota el alma de amor y ese sentir patriótico que se extravía  cada vez más entre los rascacielos y los tranques vehiculares capitalinos.

El nombre del poblado de Ocú, originalmente Ocuí proviene del idioma indígena y significa barbas de maíz, rodeado de cerros, múltiples ríos y quebradas, rayando  la fértil región de Toscana en Italia. Más antigua que la independencia de las 13 colonias americanas, su iglesia de San Sebastián  data de 1775, siendo reemplazada en 1910 y reconstruida con sus dos torres actuales en 1965, con un magnifico altar de mármol de Carrara.

Acompañados de renombrados folcloristas, entre otros la Maestra Zoila de Castillero y el reconocido cantautor Dagoberto Yin Carrizo, ambos de erguidas raíces ocueñas, autoridades municipales, familiares y amistades foráneas e istmeñas, el Reverendo Padre Jonathan Mendoza, corpulento y simpaticón párroco, dio inicio a la ceremonia, posterior al desfile de apertura donde al son del folclórico tambor, el violín y voces angelicales desfilaron con garbo y donaire los actores principales y su elegantísima corte, derrochando pétalos de rosas la preciosa infanta Carolina Milanés Troitiño de 4 abriles, finamente ataviada en su pollera y refulgentes tembleques, cumpliendo muy en serio su seráfico papel dentro del perfumado jardín en que se había convertido el templo.

Richard y Lupita representan la crema y nata de nuestra sociedad panameña, ilustrísimos mentores, ella ingeniera industrial con maestría en administración de empresas, él, docente universitario con sendo post grado en políticas públicas de la  prestigiosa Universidad de Harvard en Boston, Massachusetts.  Más allá de los títulos, que muchos pueden ostentar, estos jóvenes en particular gozan de una solvencia moral que los convierte en luchadores de causas justas con el ideario político que bien podría enrumbar a nuestro país en la senda del auténtico progreso que el istmo exige para coronarse en el primer mundo.  Oradores que inspiran y escritores que iluminan las mentes, en esa sabatina tarde Dios quiso preñar las nubes herreranas de agua fresca para alimentar la savia  de estos jóvenes que flechados por Cupido hoy enrumban sus vidas.

Posterior a la  ceremonia religiosa donde sus cabellos encanecieron con los granos de arroz que lanzaban los presentes fuera del templo, los desposados se dirigieron bajo los vítores de una multitud enardecida, sonrientes sobre el lomo de un caballo blanco, a la cercana Posada de San Sebastián, donde posterior al brindis los novios nos deleitaron con un bien cultivado punto Ocueño.  Acto seguido, inicio el opíparo festín con una original fonda típica montada dentro del predio, alimentada  con hojaldres, chicharrón, sancocho y otros deleites de nuestra gastronomía, una generosa mesa de ceviches y quesos, el bufet principal integrado por arroz con pollo, tamalitos, lechón, lomo en su salsa y plátano en tentación, la mesa de postres adornada con sopa borracha, bocado de la reina, flan y merengues, todo complementado por un elenco musical de salomas, música típica y la atinada introducción de Yin Carrizo con su tema “Yo me voy pa Ocú”,  por supuesto acompañado por bebidas cocacolizadas, alcohólicas y chicha fuerte para los más atrevidos de los comensales.


Rezagado al jolgorio donde todos hicimos grandes amigos bailando hasta el amanecer algunos o hasta la madrugada los menos jóvenes, deleitándonos con la hora loca y la murga de Panamá, nos despedimos con un “Ta la Manito”, acaparando por siempre en una esquinita del corazón  el recuerdo de tan particular maridaje y tan gustoso banquete.           

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