jueves, 11 de agosto de 2016

Escuchando al Turista

Diario Panamá América
13 de agosto 2016

Escuchando al Turista
Jaime Figueroa Navarro

Siempre que voy al aeropuerto de Tocumen a esperar unos clientes provenientes de los vuelos que se originan en Europa y que aterrizan a partir de las 5 de la tarde, salgo de la ciudad temprano para evitar los tranques de las horas pico del atardecer y cómodamente les espero en el Royal Saloon en el tercer piso, que ofrece el servicio VIP, tanto a pasajeros que arriban como a aquellos que se van, aprovechando el tiempo, de una a dos horas, en conversar con los que allí están presentes e indagarles sobre sus impresiones del istmo.

La franqueza de sus testimonios se hace más evidente al desconocer que mis pesquisas van mas allá de la curiosidad de un colega viajero que busca tal vez conocer particularidades del destino que no pudimos observar durante este viaje pero que de seguro visitaremos en el próximo.

Lo primero en que concuerdan todos es que gozamos de un destino muy especial cuyo fantástico potencial no sabemos o no queremos lucir.  Porque el turista conoce otros destinos sabe diferenciar entre el jamón del diablo y el caviar.  De allí la importancia del viajar en nutrir de sapiencias el coco y copiar lo bueno obviando lo estéril, ese amor a los detalles que hacen la diferencia entre un hotel de cajeta, harto común en el medio, y aquel donde se hace notorio que el dueño revisa minuciosamente la colocación de cada cuadro, el cambio de cada ramo de flores y la vestimenta de sus colaboradores.  Por ese ultimo, el turista celoso, ese que desea hacer de cada viaje un candente capitulo en su biblia de vida, paga lo que sea.  Es ese asiduo turista al que deseamos enfocar nuestros esfuerzos, toma nota Autoridad de Turismo de Panamá, es algo tan sencillo como la notoria diferencia entre un taxi de los amarillos y el impecable servicio de Uber.

De particular interés nos resultó el comentario de un jubilado suizo que viaja de Panamá a Miami vía Bogotá, no solo porque le sale más económico (a pesar de viajar en primera) sino porque el Aeropuerto El Dorado de la capital andina goza de librerías cuya estantería le gusta husmear, por que la fragancia del café le invita a saborear una taza o dos en los múltiples cafetines donde también puede degustar un recién horneado pan de bono o el ensopado ajiaco tradicional santafereño, porque el aeropuerto de nuestros vecinos no es estéril como el nuestro, esta repleto de vida y de manifestaciones harto colombianas.  ¿Por qué Tocumen tiene que ser tan “blah”, sin personalidad propia y peor todavía sin reflejar nuestra exquisita originalidad?  Toma nota Administración del Aeropuerto Internacional de Tocumen.

“Hace falta amor” me comenta una pudiente, guapísima expresión de la belleza porteña, una dama argentina que se apasiona al hablar como si fuésemos actores de telenovelas durante nuestro intercambio al que solo le faltaba un desconsolado tango con las notas del bandoneón apostándonos al borde de una lagrima.  “Basura por doquier, horrorosas telarañas del cableado eléctrico, necios pedigüeños de dinero y ladrones entre taxis, comerciantes y hoteleros.  Ojo que lo mismo vemos en Buenos Aires, pero Panamá se jacta de riqueza y progreso, y aquí se hace más notorio”.  Atención burgomaestre Blandón, que los turistas no votan pero si valen.


A Panamá a gritos le hacen falta autoridades con amor al servicio, al detalle y a la patria.  De nada sirve clamar, vociferar, aullar ante los oídos sordos de los políticos de turno y todos los que le precedieron, porque los de ahora son los peores pero sus antecesores tampoco amaron al terruño.  Ocupados han de estar en sus menesteres particulares, que tanta falta hacen insumos en los hospitales, decencia en nuestro diario quehacer y pobreza de carácter, pasión, conocimientos básicos y practicas de cortesía común.  Escuche al turista cuando se va, porque a pesar de millones en publicidad fresca, al dejar el escenario istmeño ¡lamentablemente la mayoría no vuelve!           

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