Diario
Panamá América
6
de agosto 2016
Hacen
Falta Flores
Jaime Figueroa
Navarro
Al
indagarle recientemente a una visitante de tierras aztecas sus impresiones sobre Panamá, me dijo:
“Imponente mole pero le hacen falta flores”.
Francamente nunca le había visto de esa manera. Es impresionante como no dejamos de aprender
algo nuevo al apreciar el panorama istmeño a través del cristal de los
visitantes.
Tenia
mucha razón la turista mexicana, los periodistas extranjeros siempre resaltan
nuestro refulgente verdor, no así el maravilloso espectáculo del amarillento
florecer de los guayacanes. Nos hace
falta ese arcoíris de colores tan evidente en Xochimilco y la exquisitez de los
parisinos al comprar flores a diario para adornar la soledad rutinaria de sus
estrechos departamentos.
Al
salir del Hotel Camino Real en la Avenida de la Reforma en ciudad de Guatemala
y caminar la extensa cuadra hacia las oficinas de IBM en los años ochenta, apreciaba
las mansiones de románticas estatuas, uno que otro colibrí empapando el néctar de las flores de la ciudad
de la eterna primavera y justo en la esquina antes de llegar al edificio que le
apodaban el nido de palomas por su particular arquitectura, estaba la
carretilla de doña Florencia que emanaba el placentero aroma de flores recién
segadas. A cambio de unos Quetzales, el
equivalente a un dólar, reverentemente y con especial cariño me preparaba un
ramillete que compartía a diario con todas las colaboradoras, ganándome así su
sonrisa y buena disposición.
Diseminando
flores, Panamá tiene que prepararse para su más importante epopeya turística. A
Dios
gracias el Papa Francisco nos
otorgó la gabela de 3 años para recibir la oleada de la Jornada Mundial de la
Juventud 2019, porque la impresión que se lleven los millones de mozos de todos
los rincones de la tierra, impactará más nuestro turismo que cualquier otro
evento en la historia.
Lo religioso no solo moviliza almas, moviliza personas y eso lo sé muy
bien, pues tuve el honor hace 3 años de ser investido caballero de la Real Asociación
de Caballeros de la Virgen de Guadalupe, un día 12 de Octubre, jornada de la Hispanidad,
en la hermosa villa de Guadalupe en España divisando miles de peregrinos.
Allí me llevó el mayor enamorado que he conocido de lo que el llama turismo
del alma o turismo religioso que es mi canciller de los Caballeros, caro amigo
y actualmente, comisario del año Santo Guadalupense, Don Jaime Ruiz Peña.
Este cabecilla que trabajó hace pocos años en nuestra campiña, siempre
defendió que nuestro Panamá sería clave como destino de turismo religioso. No
solo nos acompañó en 2014 al primer congreso de esta materia como dinámico
ponente, sino que llegó a presentar un plan a nuestro ministro de turismo e
ilustró sobre los senderos de Santiago, Fátima y Guadalupe a miembros muy
activos de la iglesia panameña.
El dice que estamos, como en Sevilla, en tierras de la virgen María y como
en Sevilla, que fue nuestra primera matriz arzobispal, bajo la advocación de la
Virgen de la Antigua. Nos narra el tocayo: "En mi Panamá puso la Señora
sus ojos un día, traído en los rezos de un paisano mío llamado Vasco Núñez de
Balboa.”
Propongo como rúbrica Panamá, Destino del Alma y también
sugiero que cada uno de nosotros abra las puertas y acoja en sus hogares a
estos jóvenes visitantes para mostrar lo mejor de nuestros corazones, el radiante
colorido de nuestras flores y brindar con chicheme, pixbaes y bollos haciendo
de su vivencia un recuerdo eterno de la inmensa belleza istmeña. El momento de planificar todo esto es ahora y
la responsabilidad es de todos. ¡A
sembrar flores se ha dicho!
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